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VJ Pixie, la ahijada de la luz

La mendocina Pilar Sayavedra se sumergió en el mundo de los VJ, consiguió imponer su estilo en Buenos Aires y llevó su arte a Manhattan.

Pilar Sayavedra es la mendocina que llegó a Buenos Aires como VJ Pixie para darle color con su luz a las fiestas porteñas. Pili es la cuarta hija de una familia tradicional mendocina y como buena benjamina rompió todas las estructuras para salir de gira y no volver.  En Buenos Aires fue residente de Hip Hop Culture Club y VJ de las mejores fiestas porteñas con un personalísimo estilo colorido y pop. Trabajó para marcas como Pepe Jean, Ay Not Dead o Muaa! de Candelaria Tinelli.

En Nueva York agitó a los argentinos de Manhattan con su Buenos Aires Studio. Hoy es una especie de eminencia de la luz y el color. La convocan del MALBA para dar cursos y trabaja para Leo García mientras cuida a Dimitri Camaro Pinzón Sayavedra, su pequeño hijo, que toma su nombre del modelo de la Chevrolet, auto que la cautivó cuando lo vio en Nueva York

–¿Cómo fue que te transformaste en VJ Pixie?

–Me fui primero a Córdoba a estudiar fotografía. Creo que mi viejo ya no me soportaba más. Pero Córdoba me pareció bastante aburrido, entonces me vine a Buenos Aires y empecé a trabajar como fotógrafa, hasta que fui a una fiesta y vi el trabajo que hacía un VJ: era un pibe de afuera y me «flasheé», inmediatamente supe que quería hacer eso. Llegué a mi casa y me puse a buscar en internet hasta que pude bajar software para trabajar los videos. Se trata de fotografías en movimiento. Practiqué un par de noches y tuve la suerte de que en ese momento mi novio era DJ de un club Aráoz de hip hop, el Hip Hop Culture Club, así que al mes ya tenía una residencia todos los jueves en este club. Habré estado dos años enteros allí y esto me abrió las puertas para hacer otras cosas.

–¿Qué puertas se abrieron?

–Esto hizo que otros clubes me buscaran, llegué a tener residencias de martes a sábados, agarraba todo y lo que no podía hacer lo tercerizaba, podía ir yo misma a mi residencia y mandar a alguien a otros clubes. Empecé a organizar muestras de arte de fotografía o dibujo, hacía de curadora, exponía o estaba en contacto con gente de mi misma edad o con gente que estaba empezando, artistas callejeros, grafiteros. Acá hubo una movida muy grande, me metí de lleno en eso no sólo fotografiando y filmando sino curando muestras.

–Y te fuiste a agitar argentinos en Nueva York….

–Sí, en 2010. Me fue bien. Tuve, la suerte de alquilar una casa grande, entonces re-alquilaba cuartos. Llegamos a ser como 15 argentinos que estábamos en la misma casa y armamos Buenos Aires Studio, que reunía a argentinos haciendo lo mismo, muchos diseñadores de indumentaria, DJ, fotógrafos, artistas. Hicimos tres muestras, después llegó el frío y me volví a Buenos Aires a trabajar como VJ.

–Cuando volviste a Buenos Aires, ¿había cambiado la escena?

–Fuimos creciendo todos, había amigos míos que ya tenían su propia empresa. El boliche en sí me dejó de atraer. Me empezaron a llamar para eventos de marcas, en los cuales trabajás menos horas y te pagan mejor. Hice cosas para Pepe Jeans y Muaa!, la marca de Candelaria Tinelli, también para Ay Not Dead. Lo del boliche pasó porque naturalmente empezaron a llegar chicos más jóvenes con nuevas ideas y otras tecnologías como el mapping.

–¿Nunca quisiste saber nada de Mendoza?

–Sí, sí, volví en 2013. Instalarme fue fácil porque soy de allá, pero la escena cultural es otra. Mendoza, si bien tiene mucha garra para hacer cosas, el público es diferente, es menos posible innovar porque el público es distinto, es muy conservador. Con Flor Juri y Franco Terranova hicimos Panorama, un festival de música con 13 bandas, en el dique de Potrerillos, no fue un éxito pero nos divertimos. Después me aburrí muy rápido en Mendoza, de mí, de no poder hacer cosas. En Buenos Aires es más fácil, se aceptan mejor las ideas locas.

Toda mi vida fui muy caprichosa e hice lo que me gustó. Primero fui la oveja negra de la familia, después la oveja rara y ahora me bancan. Sin el apoyo económico de mi viejo y sin el apoyo moral de mi vieja no hubiera podido hacer nada.

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