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Roquero Rojo: libros hechos a mano

Paloma Correas cose a mano cuadernos, anotadores y agendas, restaura libros viejos y sueña con editar autores locales sin perder la magia de lo artesanal

Como no encontraba en Mendoza el libro que quería regalar, Paloma decidió hacerlo ella misma. «Lo encontré en PDF y lo imprimí, pero no lo podía regalar así, entonces le pregunté a Google cómo se hace un libro, y lo hice» cuenta ahora, cinco años después. De esa primera idea nació Roquero Rojo Libros, su emprendimiento, que incluye encuadernaciones de tesis, edición de libros de autor, restauraciones, cuadernos y agendas, entre otras hierbas.
Paloma Correas tiene 25 años y dice que fue criada para tener «una relación especial con el libro como objeto, más allá de la lectura». Y la afirmación no sorprende, ya que es hija de Jaime Correas (periodista, escritor y actual Director General de Escuelas) y Adriana Micale, historiadora, docente e investigadora. Lo que Paloma no sabía de chica era que su bisabuela paterna, varios años antes, se había dedicado también al oficio de la encuadernación artesanal, y de ella heredó la prensa que actualmente usa en su taller.
«Mi tía Nora (Correas, artista plástica) guardó todas las herramientas de mi bisabuela, así que cada vez que viajo a verla me da algo. Así que esto viene de familia y yo sin saberlo. Mi viejo tiene libros encuadernados por su abuela, encuadernaciones que tienen varias décadas», cuenta.
 


Entonces gracias a un tutorial de internet y a la habilidad que ni sabía que tenía, el proyecto estaba en marcha. «Me armé la página de Facebook con algunas cositas chiquitas. Empecé con libros y dije “bueno, también puedo hacer cuadernos en blanco”. Los hago lisos porque para que cada uno haga lo que quiera. Nos pasamos toda la primaria, secundaria y facultad escribiendo en rayas y cuadros, la verdad que un poco de libertad en la hoja también está bueno», sostiene.
El nombre de Roquero Rojo llegó un año después. Cuenta Paloma: «Quería ponerle Pájaros, pero me dijeron que yo ya me llamaba Paloma e iba a quedar raro, así que pensé en elegir un pájaro específico. Una amiga me regaló una acuarela de un roquero rojo y me encantó el nombre, me pareció muy sonoro, muy visual, y me quedé con ese nombre. El pajarito es muy bonito, es chiquitito con una pecherita roja».
Todas las etapas del trabajo son hechas a mano por la propia Paloma, que no tiene socios ni ayudantes. «Lo único que hago con máquina es la impresión en caso de que sea un libro con texto, o una agenda, pero todo el resto es manual, tengo prensa y guillotina que son máquinas, pero también manuales», cuenta. Cose hoja por hoja para formar los cuadernos, forra (con las decenas de opciones de tela que tiene), dobla y encola las tapas, y trabaja en serie, haciéndose cargo de cada paso.
«Lo máximo que he hecho es un tirada de 100 libros, y estuve como 2 meses, fue tremendo: primero imprimo los 100 libros, doblo los 100 libros, los coso, los encolo, hago las 100 tapas, las doblo… y así», explica la también realizadora audiovisual (escribió el guion del documental Cortázar en Mendoza, a partir del libro de su padre).
Para este año, y como un proyecto a futuro, Paloma busca que Roquero Rojo se convierta en una editorial independiente, pero con el desafío de no dejar de ser artesanal. Sabe que si quiere hacer tiradas más grandes debe «industrializarse» de alguna manera, pero no le interesa.
Hasta el momento dos libros de autores locales fueron editados por ella: Fábrica de humo, de Cristian Balda, y Perdón pero escribir sobre una nuez me resulta inútil, de Azul Aguiar, y ya está conversando con otros escritores para trabajar juntos en 2016.
«Los cuadernos y agendas me consumen mucho tiempo, cada persona quiere algo diferente y es más difícil que valoren el trabajo artesanal. Cuando edito un libro hago un trabajo grande y sé que las personas que me traen sus libros entienden el valor de esto».
Y sigue: «Es un oficio que está prácticamente extinto y la poca gente que hay en el mundo que lo hace, hace cosas muy específicas. Cada uno de estos libros son objetos únicos en el mundo, de diseño, y con ese valor. Me gustaría que no se perdiera lo artesanal».

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