Una casa centenaria ubicada en Espejo y Perú, de Ciudad, se mezcla entre los viejos caserones y los nuevos emprendimientos gastronómicos y comerciales de esa zona al oeste de la Plaza Independencia. En manos de la familia Aznar desde hace más de seis décadas, la tradicional esquina alojó a una imprenta, una librería y comercios de otros rubros durante el último medio siglo, y se convirtió ahora en un pintoresco almacén de ramos generales.
General Ramos, el nombre que juega con las palabras, es una puerta al pasado por un rato, vayamos en busca de huevos y pan para el mediodía o a desayunar un café y una tortita antes de entrar a trabajar. Una especie de almacén top, con cafetería y panificados caseros, que reúne las características de los viejos almacenes de barrio, y las trae al presente.
Hace poco más de 15 días se inauguró General Ramos, pero hace mucho tiempo que la idea rondaba las cabezas de sus dueños e ideólogos, Diego Aznar (42) –cuya familia es propietaria de la casa– y Dante Fernández (52). Los dos amigos se conocieron trabajando en el rubro de la comunicación y ahora emprenden este proyecto juntos.
«Para nosotros es importante la convivencia con los vecinos», cuenta Dante a INMENDOZA.com, «más allá de que esto es el centro, es también un gran barrio, vienen las vecinas curiosas a ver qué pueden comprar». La idea es que General Ramos sea un almacén con todas las letras y ofrezca lo necesario para abastecer una casa, desde productos de limpieza hasta bebidas, pasando obviamente por víveres, fiambres y quesos, y por supuesto una gran variedad de golosinas y productos de kiosco.
Para darle ese «valor agregado a lo comercial» que los socios buscan, se hizo foco en la decoración y el diseño, ambos a cargo de Dante, que es arquitecto. Las estanterías son de madera lustrada y se trabajó con materiales «nobles a la vista» como él mismo los define. «No queríamos las cigarreras modernas, tan tecno que hay ahora, buscamos algo más noble» explica Dante. El diseñador y artista Jerminio Gutiérrez aportó a la estética y a la decoración del lugar.
Gracias a eso, no solo los vecinos son atraídos hacia el almacén, felices de tener una opción diferente al supermercado en la zona, sino que General Ramos también hace de escenario para las fotos de los turistas que recorren el centro y se encuentran con esta esquina tradicional.
«Buscamos entablar una relación con el vecino. Que una señora te pida “tráigame tal queso”, y traérselo. Por acá trabaja mucha gente, algunos a las 7 están desayunando, vienen al kiosco dos o tres veces durante la mañana y al mediodía se llevan la prepizza a su casa… termina habiendo un vínculo ahí», cierra Dante.
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