Dicen que los sueños en donde nos vemos subiendo o bajando escaleras simbolizan nuestras aspiraciones, expectativas, deseos, inquietudes y temores a la hora de afrontar nuevos desafíos. Vista como un camino a la sabiduría, la escalera elevada al cielo habla del conocimiento esotérico, consciente y divino. ¿Será tan así?
Como resultado de un proyecto específicamente funcional, pero también estético y hasta no hace muchos años de proyección y alarde económico, político y social, las escaleras dominan el espacio público y un gran porcentaje de obras privadas. Son creaciones en cuya construcción muchos arquitectos han plasmado su impronta. Constituyen un canal de comunicación y traslado, un pasadizo integrado al espacio urbano cotidiano, con tantas condiciones y particularidades como te puedas imaginar.
Dioses, reyes y héroes han ocupado los lugares de privilegio a los que solo mediante una escalera se puede acceder. Ritos, religiones y leyendas han colocado en su cima a sus personajes modelos cual objetivo a adorar o alcanzar. Tampoco el arte las dejó pasar sin advertirlas. Ya Led Zeppelin las menciona en una canción memorable y cientos de poetas las han incluido en sus versos. Las escaleras para estos, son una especie de “escala musical”.
¿Qué tienen las escaleras que a todo el mundo fascinan?
Estructuras y elementos arquitectónicos por un lado; senderos hacia un objetivo ideal por otro; historias de amor y desencanto; de esfuerzos y sacrificios; de secretos y pasiones. Una identidad y diagrama únicos, una secuencia armónica, pétreos peldaños para pasos inquietos.
Las antiguas civilizaciones utilizaban las escalinatas como elementos para conectarse con lo supremo: esa era la condición de las escaleras. Lo superior se plantaba allí, y todos miraban desde abajo.
Sin embargo, desde el Medioevo, la idea de la escalera se aborda como un elemento suntuoso, de conexión vertical, muy representativa del poderío económico. Según el tipo de escaleras, su dimensión y su cantidad -no olvidemos las dos escaleras a cada lado que conducen al mismo lugar central-, se generaban ideas e historias de poder. Las del desaparecido Banco de Londres en Mendoza, las del Banco Nación de Buenos Aires, y las del antiguo Plaza Hotel local, eran elementos de conexión, donde especialmente se reflejaba la inversión que se había hecho en el lugar.
En la reconstrucción de Mendoza, el concepto de la escalera participaba de la jerarquía del espacio y no era simplemente un elemento de conexión, sino que atrapaba la estética interior del lugar. Tenía que ver con todo lo que estaba más alto, era una representación de la posibilidad de llegar. La escalinata permitía acercarse al espacio que ocupaban los elegidos. Así, se plasmaron en el universo de la ciudad algunos ejemplos que fueron dignos de admirar.
En la actualidad la escalera es un elemento de conexión equilibrado que dejó de ser suntuoso para ser práctico, funcional y estratégico para la circulación, dentro del vínculo de los espacios verticales.
Arquitectos icónicos como Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Mies van der Rohe, Oscar Niemeyer y hasta el argentino Clorindo Testa abordan muchas de sus obras a partir de escaleras y rampas escultóricas que definen los espacios, sus volúmenes y toda la funcionalidad y recorrido de su arquitectura.
Hoy las escaleras conservan su mística, sobre todo si están bien conservadas, aunque han perdido su concepto de elemento principal, su hegemonía de suntuosidad o declaratoria de poder al enfrentarse a las grandes alturas o a los inmensos espacios vidriados, símbolos actuales de inversión, modernidad y prosperidad.
Recorriendo algunos lugares de Mendoza, te acercamos escaleras que nos parecieron interesantes desde lo funcional, lo estético, lo representativo, lo que socialmente se desprendió alrededor de ellas, y que en muchos casos hoy llaman a detener nuestra mirada y observar…
¿Qué paraíso nos esperará al terminar de escalarlas? Aquí, algunas de las que participan de esa historia.