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El Enemigo: cuando el restorán es un poema

Cómo se disfruta un almuerzo en el emprendimiento gastronómico de Alejandro Vigil, que ofrece a los visitantes un encantamiento, producto de la combinación de la belleza de sus paisajes, el concepto estético de su construcción y la notable carta, tanto del menú como de los vinos de la casa

«Como dos enamorados», dice ella, en portugués, mientras lo abraza a él y cierra los ojos para abrirlos de nuevo y dejar que la cámara («¡clic!») capture ese instante, esa sonrisa de amantes, ese espacio que los rodea con su lujuria de verde y frutales y el aroma del vino que más que sentirse, se presiente. Lujuria, sí: acaso sea este el círculo segundo del infierno imaginado por Dante Alighieri. Aquí están aquellos a los que la pasión amorosa los ha desbordado. Y yo los veo allí y me imagino a Paolo y a Francesca, cuando recorro con ellos el sendero de ingreso a la Casa El Enemigo pensando: «Quién hubiera imaginado que el infierno pudiera estar en la loma del Chachingo».

Es que ingresar en el restorán de Alejandro Vigil provoca, de inmediato, un efecto de encantamiento. Es fácil ceder a una tentación que nos condenaría, felizmente, a vagar por siempre enamorados y quedar gozosamente prisioneros del lugar, instalado en medio de ese parque rural de Maipú (a 30 kilómetros de Ciudad), donde el enólogo de la bodega Catena Zapata instaló primero su casa particular y luego abrió este sitio en el que las comidas y sus vinos particulares provocan el encantamiento.

Como un poeta de la bebida nacional, Vigil tuvo en claro dos cosas al comenzar con su aventura gastronómica. Primero, no ya sólo que el menú tuviera un sello criollo (aunque fuera sabiamente deconstruido por el chef hacia la excelencia gourmet), sino que la atención y el recorrido por el lugar hicieran sentir al visitante que estaba en su propia casa.

Lo segundo que quiso imponer este ingeniero agrónomo –que se destaca como uno de los enólogos más creativos de Mendoza– fue que la estética del lugar tuviera los rasgos de la Divina comedia, ese libro inmortal que ha embriagado a todo aquel que lo ha leído desde su publicación en Italia, en 1337.

Igual que en el libro, en que Dante es el personaje central de su propio poema, Vigil es el protagonista de su propio restorán. Mientras espero a quien me acompañará en este almuerzo, dejo desfilar al nutrido contingente de turistas que se asombra por este paseo, y puedo ver al dueño de casa ir de un lado a otro, de la cocina al hermoso patio, del Cielo al Infierno, del Purgatorio al Paraíso: así se llaman los diversos núcleos con que cuenta la bodega, incluyendo, por supuesto, a la infernal cava, iluminada con pinturas de Osvaldo Chiavazza.

[divider]El embrujo[/divider]

Luego llega la hora del almuerzo y, ciertamente, es el momento de pecar con convicción. Esto es, entregarse sin ambages al placer de los sabores que proponen los vinos El Enemigo: del Chardonnay al Bonarda, pasando por un notable blend y por la debilidad y la cumbre de su autor, el Gran Enemigo, que combina la cepa estrella de Vigil (Cabernet Franc al 85%) con Malbec (15%). La degustación es acompañada por la amabilidad de una de las mozas, quien nos ilustra amablemente sobre la hechura de cada vino, mientras Vigil habla en inglés con un turista venido del Norte.

Las delicias del chef Santiago Maestre no le van en zaga en esto de ser condenados al placer: sorprende la presentación de la entrada, donde la simpleza del chorizo y la morcilla –tan criollos– llega en la versión de un raviol de hoja de parra (para la morcilla) y un sánguche con pan de la casa (para el chorizo).

 

Para el plato principal, el colega con quien disfrutamos la visita a El Enemigo elige un ojo de bife. Yo, en cambio, me decido por el exquisito conejo. El rostro de ambos lo dice todo sin palabras a la hora de elogiar ese manjar.

Ya, para el postre, el mismo Alejandro se acerca a nosotros y nos regala otro vino, no propio, sino uno que ha elegido para compartir. No ha parado en todo momento pero dedica un tiempo para acompañarnos. Le regalo un libro, como modo de agradecer y elogiar la calidad de su emprendimiento y todo el disfrute que uno recibe al comer allí. El regalo tiene el poder de una estocada. Si hay algo que lo embruja a Vigil tanto como los vinos o su pasión por la tierra, eso es la poesía. Así que se va, seguramente a leer cuanto antes todo lo que pueda. Y yo, sorprendido por esa pasión, vuelvo a mirar a mi alrededor. Y tengo que decírmelo una vez más: no estoy en medio de un poema dantesco, no. Estoy en El Enemigo, en el corazón de Chachingo, y esto es magnífico… pero es sólo un restorán. ¿Es sólo un restorán? Puede que sí. Pero tras los cristales otra pareja se toma de la mano tras disfrutar del almuerzo y a mí me vienen a la cabeza unos versos de la Comedia: «cual palomas que aceleran su vuelo / con alas firmes hacia el dulce nido / impulsadas por su amoroso anhelo». Quizá eso significa que ya soy uno más. Uno más de los que eligen el placer, uno de los condenados por El Enemigo.

[alert type=yellow ]Casa El Enemigo Bodega y Viñedo. Videla Aranda 7008, Parque Chachingo, Maipú. Lunes a viernes. Horarios de visitas: 9.30, 11.30 y 15.30. Sábados. 9.30 y 11.30.[/alert]

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