Eduardo Solodki es el fotógrafo que elige la comunidad judía en Mendoza para retratar sus bodas. Poseedor de un ojo clínico para captar situaciones, momentos, detalles y expresiones de las que uno no suele encontrar en un típico álbum de casamiento; es él quien realiza cada trabajo de principio a fin. No sólo es especialista en casamientos; también retrata bar mitzvah y otros ritos y festividades judíos. Y no judíos, claro.
Empezó hace más de una década a trabajar en los medios de comunicación. Fotoperiodismo, empresariales, fotoproducto, publicitarias, books de moda y sociales. Todos estos ítems figuran en su currículum, pero el tiempo y la experiencia -y sobre todo la elección-, lo llevaron a dedicarse de lleno a la “fotografía artística”, como él mismo define.
“Cuando empecé tenía un estilo un poco más estándar, que era lo que funcionaba, sobre todo en los casamientos. Pero me di cuenta de que me aburría. En este último tiempo, la fotografía de casamiento ha evolucionado mucho, deja más margen para crear, para encontrar un estilo propio. Yo busco algo más, disfruto el momento en el que puedo crear”, relata Eduardo.
Personajes principales fuera de foco, nucas en primer plano, cabezas cortadas, ojos cerrados… sus fotos más destacadas no son aptas para mentes estrechas. Eduardo es el testigo oculto que cuenta una historia a través de imágenes que no tienen nada de común. Oculto, porque pareciera que los protagonistas de la escena no saben que él está ahí.
Eduardo se define como “judío, pero no muy practicante” y asegura: “Obviamente ayuda conocer el rito del judaísmo porque lo he vivido desde adentro toda mi vida. Yo puedo entender o visualizar muchos momentos mejor que alguien no judío”.
Primero fue el casamiento de un amigo. “En ese momento era un poco más estructurado, pero era prolijo, cumplía con los requerimientos de la ocasión. A los novios les gustó mi trabajo y así, dentro de la comunidad, la gente me empezó a recomendar, como suele pasar en estos casos; en nuestro trabajo hay mucho del de boca en boca”, cuenta. Hoy, es elegido por un 90% de las parejas judías que se casan en nuestra provincia.
El matrimonio es un acontecimiento único en la vida. Y la “jatuná” -el casamiento judío- está llena de significados rituales, es una ceremonia repleta de simbolismos. Usos, costumbres, folklore y objetos que fueron preparados con dedicación “dan muchas posibilidades para crear” en torno a la fotografía, asegura Eduardo.
“El casamiento judío y el cristiano son muy similares en la estructura, es la unión de dos personas, con la bendición de Dios y una persona que oficia. Pero una particularidad del casamiento judío es la ketubáh. Previamente en la sinagoga, el novio y el padre de la novia firman la ketubáh, algo así como un contrato, una especie de juramento, son los derechos y obligaciones que tiene el novio hacia la novia y viceversa. Después, en el casamiento este mismo documento se firma por unos testigos”, relata acerca de uno de los momentos más importantes de una boda judía.
Lo mejor de su actividad, asegura, es la posibilidad de participar de un evento tan importante: “Hay muchos sentimientos, energía positiva, la gente está feliz, está celebrando. Pasan cosas muy fuertes en los casamientos y poder estar, captarlo y que otros lo puedan ver, eso es lo mejor”.
“Tekez”
Significa ritual en hebreo y fue el nombre que eligió Eduardo para su primera muestra fotográfica que tuvo lugar en en el hotel Sheraton. Dedicada al ritual del casamiento judío, con ella quiso compartir su visión personal de este evento tan significativo y único en la vida. Y por otro lado, contribuir hacia la apertura cultural y artística, compartiendo el significado de la “jatuná” con toda la sociedad mendocina, ya sea con quienes no estaban familiarizados con el concepto, como con los integrantes de la comunidad judía que sí se sintieron identificados.
Eligió denominarla Tekez porque las costumbres desconocidas son las que llaman la atención, las que despiertan nuestra curiosidad. La muestra tuvo tal éxito, que Eduardo no descarta repetirla en un futuro -con más fotografías- o hasta pensar en un libro que las contenga.
¿Luisana Lopilato y Michael Bublé o William y Kate?
Nuestra pregunta apuntaba a qué pareja le hubiese gustado fotografiar el día de su unión. “Sin dudas la boda real, por todo el protocolo, la magnitud, el despliegue…”, afirma.
Le encanta “lo que pasa en las bodas, los rituales de las diferentes religiones”. Y asegura: “Me encantaría fotografiar una boda por el rito hindú, por ejemplo, de hecho hasta lo haría gratis”.
Eduardo es el fotógrafo que él mismo contrataría para su casamiento: “Yo quiero a alguien que haga un trabajo personalizado, que se preocupe por los detalles, que la fotografía realmente sea algo que le gusta, que cada casamiento le parezca el más importante”. Eduardo no saca la foto típica; mira más allá de lo que todos miran, observa el contexto, la escena general, y ahí es donde encuentra el detalle: un gesto, una mirada, una lágrima… Y en cada nueva boda se inspira, se reinventa, y lo más importante, lo disfruta.