Cuando se la ve bailar, es difícil no sucumbir al hechizo: vemos a Daiana Ruiz como si viéramos a un hada flotar ante nuestros ojos, con pasos chispeantes y movimientos etéreos que contribuyen al encanto. Pero luego ella habla y se nos muestra como sencilla y simpática, cercana y amable. Sin embargo, Daiana está convencida de que hay que provocar la magia (o la ilusión, más bien) a la hora de bailar. Por eso acepta sin ambages el esfuerzo denodado que para toda bailarina representa el crecimiento artístico y el perfeccionamiento técnico, que en su caso le permitió ir desde los escenarios locales al Teatro Colón, y de allí al de Stuttgart (Alemania). Pero luego de reconocer que todo sudor es necesario, dice, convencida, que el esfuerzo debe ir tras un objetivo que no tenga que ver con esa perfección, sino con la posibilidad de conseguir el momento en que las emociones son transmitidas desde los movimientos gráciles de su cuerpo hasta el centro de los sentimientos de quien los presencia. Quizá porque ella lo sabe es que lo hace posible. Y quizá por eso es que verla bailar es admirar su belleza, su técnica y, también, dejarse llevar por las emociones.
1Minuto con Alberto Thormann / 1Minuto con Mariana Päraway / 1Minuto con Dan Alterman / 1Minuto con Guillermo Rigattieri / 1Minuto con Javier López / 1Minuto con Tania Driban Molinelli / 1Minuto con Alejandro Herrera Guiñazú / 1Minuto con Sebastián Rivas