Si antes los diseños clásicos, sobrios y con tipografías elegantes eran la norma, hoy un nuevo lenguaje visual empieza a tomar fuerza. Ilustraciones audaces, colores inesperados y colaboraciones con artistas se cuelan en las botellas para contar historias, despertar emociones y seducir a los consumidores.
Este cambio no es casualidad. Diseñadores, estudios especializados y artistas independientes se animan a romper moldes y explorar estos pequeños lienzos. En un mercado saturado, donde las decisiones se toman en segundos, el impacto visual se vuelve decisivo: muchas veces elegimos un vino por lo que transmite su cara visible, antes de descorcharlo.
En esta nota te invitamos a conocer a quienes están detrás de ese giro creativo: los diseñadores y artistas que transforman las etiquetas en un puente entre bodegas, arte y consumidores.
Finca Feliz: un tesoro en medio del desierto
Detrás de las etiquetas de Finca Feliz está Boyd, un estudio mendocino conformado por Mercedes y Martina Astié, ambas diseñadoras gráficas, y Mariana Horno, comunicadora y fotógrafa. Desde 2017, vienen construyendo un camino en el diseño, trabajando con bodegas de gran trayectoria como López, Bianchi, Grupo Peñaflor, Fecovita o La Azul.
Al momento de comenzar a diseñar la línea Tesoro de Finca Feliz, la primera inspiración fue la dualidad entre el oasis fértil dentro de la finca y entorno árido fuera de la misma. Cada etiqueta ilustra un “minimundo” vivo y protector, casi como una cápsula donde el disfrute, la familia y lo simple encuentran refugio. Así surgieron ilustraciones alegres, que transmiten la sensación de estar ante algo valioso, íntimo y digno de ser guardado: un tesoro en medio del desierto. En un mundo del vino que todavía suele vestirse de tradición, estas etiquetas se convierten en un gesto de frescura y diferenciación, capaces de interpelar a consumidores jóvenes sin perder autenticidad.
Pielihueso: ilustraciones como sello inconfundible
Pielihueso nació en 2017 como un proyecto familiar entre Alejandro y Celina Bartolomé, padre e hija, cuando él cerraba su etapa profesional formal y ella recién la empezaba. Desde el inicio se propuso una viticultura sustentable, con fermentaciones espontáneas de levaduras nativas, mínima intervención y filtrados suaves. En paralelo surgía otra decisión clave: cómo contar esa identidad desde lo visual. Tras probar con agencias y no encontrar el tono, fue en la propia familia donde se halló la respuesta. La diseñadora Carmela Bartolomé, junto a su hermano artista, Bart Network, tomó el desafío de crear las etiquetas. La primera fue la del naranjo: una ilustración ya existente de Bart que Carmela acompañó con su diseño.
Lo que comenzó como una prueba terminó marcando el ADN visual de la bodega. Con el tiempo, el proceso evolucionó: cada año se suman nuevas etiquetas y el ida y vuelta entre Celina, Carmela y Bart se volvió más orgánico. Así, las ilustraciones libres, las manchas sonrientes, las tipografías limpias y los colores saturados se transformaron en la esencia de Pielihueso. De esta manera, el arte de esta bodega no solo transmite frescura y autenticidad, también logra ser tan expresivo como los vinos que guardan adentro.
Rocamadre: El grabado para retratar el entorno natural
Rocamadre nació de la unión entre Juanfa Suárez y Cecilia Durán. Sus vinos artesanales de montaña buscan reflejar el sol, la nieve y las piedras del entorno, y en esa búsqueda visual encontraron un aliado: el grabado. Las etiquetas fueron creadas por Fábrica de Estampas, el proyecto de Victoria Volpini y Delfina Estrada, dos artistas gráficas oriundas de Buenos Aires, que convirtieron técnicas de grabado en leguaje propio. Lo que comenzó como exploraciones en un taller se transformó en imágenes que hoy viajan en botellas, formando parte de charlas y mesas compartidas.
El trabajo con Rocamadre surgió con naturalidad, como una conversación en la que todos imaginaban lo mismo. Las uvas, los paisajes y los colores del viñedo se convirtieron en matrices entintadas, transparencias y superposiciones que evocan texturas de piedra y la magia de la montaña. El desafío estuvo en trasladar esa delicadeza del grabado al papel de las etiquetas sin perder matices ni degradés, algo que la bodega supo resolver con precisión. El resultado son botellas donde cada trazo se convierte en territorio, y cada vino encuentra en su etiqueta un espejo visual de su origen.
Foto: rocamadre. webp
Siempre y Cuando sea Casual: La simpleza convertida en juego gráfico
En el Este mendocino, Bodega Viña Alta se propuso jugar con sus etiquetas para dar vida a una línea que hablara de disfrute y espontaneidad. Para eso convocó a Jacomy Mayne Studio, el estudio de diseño gráfico de Andy Jacomy y Roy Mayne, quienes encontraron en Siempre y Cuando sea Casual la oportunidad de explorar un concepto distinto: rescatar la simpleza de los momentos cotidianos y transformarlos en un lenguaje visual fresco y descontracturado.
¿El resultado? Etiquetas que parecen moverse en la botella: ilustraciones coloridas, trazos hechos a mano y manchas que evocan alegría y energía vital. Cada diseño transmite la sensación de lo casual y lo impredecible, como una risa compartida o una juntada improvisada. Así, esta línea de vinos se presenta como un contrapunto genuino y accesible, capaz de atraer a un público joven y curioso que busca una experiencia ligera y auténtica más allá del producto.
El Festín de los Raros: Cuando la etiqueta antecede al vino
El Festín de los Raros, de Ravera Wines, nació de una manera poco habitual: primero fue la etiqueta y después el vino. La chispa creativa surgió en Oveja & Remi, estudio mendocino de packaging y branding especializado en bebidas alcohólicas, que imaginó un collage surrealista lleno de personajes extraños, inspirados en amigos, colegas y hasta en el propio enólogo Fernando Ravera. La imagen fue tan potente que terminó imponiendo la necesidad de crear un vino a su altura: un blend de cuatro varietales tan complejo e inesperado como los protagonistas del banquete.
El estudio, fundado en 2015 por Oveja (director creativo) y Remi (director de cuentas), pasó de trabajar en una oficina vacía con sillas de plástico a desarrollar proyectos para marcas como Stella Artois, y bodegas como Trapiche y Norton. Sin embargo, su esencia permanece en desafíos como este: trabajar de la mano del creador, sin filtros, para construir universos gráficos con narrativa propia. La etiqueta de El Festín de los Raros es prueba de ello: un caos vibrante que, en detalle, revela mensajes ocultos y lecturas secretas que obligan a mirar dos veces.
Kung Fu: de afiches de películas al mundo del vino
La línea Kung Fu de Matías Riccitelli nació de su fascinación por las películas de artes marciales y encontró en Alan Berry Rhys al artista ideal para llevar esa idea a sus etiquetas. Diseñador gráfico e ilustrador de Buenos Aires, Alan se distingue por un lenguaje visual nostálgico, pop y enérgico, donde el color, la textura y la tipografía se combinan de manera expresiva y cautivante. Su trabajo no solo ha llegado al mundo del vino, sino también a la moda (como en las colaboraciones con la marca argentina Revolver), al diseño de skateboards para Penny, a campañas para Cinzano y a piezas con sello propio para grandes marcas internacionales como Jack Daniel’s, Absolut, Nike y Vans.
Para esta serie de etiquetas, tomó como punto de partida los viejos afiches de artes marciales, fusionándolos con su estilo característico. El resultado es un conjunto de cuatro botellas que despliegan personajes desafiantes y escenas que parecen listas para saltar de la etiqueta. La propuesta trascendió el ámbito del vino y se materializó también en pósters serigráficos de gran formato, numerados y firmados, que convierten a estas piezas en verdaderos objetos de colección.
