Para conocer la identidad de una urbe solo hace falta empaparse de su espíritu. Y ese espíritu puede revelarse en su gente, sus espacios, su ritmo y su esencia más original.
Valparaíso es un enredado laberinto, una capital llena de nostalgia de puerto que convive con el ritmo alocado y rebelde de sus estudiantes; con el Congreso Nacional, el comercio, la industria y una atmósfera bohemia que atrapa, especialmente en los atardeceres y las noches.
Valparaíso, ciudad puerto, está ubicada en la costa Suroeste de Sudamérica, a 120 kms al noroeste de Santiago de Chile. Es una bahía natural rodeada de una cadena montañosa cordillerana bañada por el mar. De gran curiosidad urbanística y arquitectónica, se la considera un anfiteatro que mira hacia el Pacífico.
La interesante forma de vida de Valparaíso invita a los visitantes a disfrutarla desde la primera mirada. Ya los colores revelan su encanto. Las construcciones apiladas en las lomas, los altillos y antiguas edificaciones devenidas hoteles boutique, restaurantes o casas de artesanía fina y de la región, aportan al espacio una estética particular. El puerto, sus cantinas y paseos por la bahía forman parte de la oferta.
Adentrarse en sus cerros y callejones conduce a descubrir un sinnúmero de aventuras. La podés recorrer a pie, con transporte público, en auto si te animás a conducir por sus callejuelas imposibles y hasta en los viejos ascensores, algunos famosos y otros escondidos en medio de la ciudad.
De día, caminar por el Muelle Prat es una de las experiencias más típicas de la ciudad. Lanchas, botes multicolores y de nombres curiosos invitan a dar una vuelta por la Bahía de Valparaíso donde se navega entre los grandes cargueros, buques de la Armada de Chile, pequeños barcos pesqueros, lobos marinos y pelícanos. Desde allí se reconocen los cerros que forman la ciudad, casas, edificios e iglesias. Las excursiones matizan este paseo con viejas historias de puerto, leyendas y anécdotas. Antes de dejar el lugar, darle un vistazo a la feria de artesanías típicas puede que te haga descubrir algún buen souvenir.
En las caletas de pescadores “El Membrillo” y “Portales” se consiguen los pescados y mariscos más frescos, recién sacados del mar. Aquí se aprecia la actividad de los pescadores que anuncian a voces desde sus propios botes los productos conquistados.
Frente a la entrada del puerto, la Plaza Sotomayor es una de las principales plazas cívicas de la ciudad. Actualmente centro arqueológico, en su subsuelo se ubican los restos del primer muelle fiscal del puerto construido con los restos de la fragata Esmeralda. En ella está el Monumento a los Héroes de Iquique, uno de los principales altares de la patria a sus héroes.
Los funiculares que suben y bajan de los cerros en la ciudad merecen una mención especial. Son 15 ascensores los que transportan a los habitantes a sus barrios. De comienzos del siglo XX, tienen un recorrido extenso y proponen una interesante vista, a pesar del vértigo, la altura y sus mecanismos rudimentarios.
Entrometerse en los cerros para conocer sus recónditos espacios puede resultar intimidante. Cerro Alegre y Cerro Concepción son los más célebres. Sugerentes y misteriosas, callecitas, pasadizos y escaleras conducen a terrenos sorprendentes, de casas añosas y latas oxidadas, de muros coloreados y mágicos negocios en el sector denominado barrio patrimonial. Desafiando la gravedad, las casas multicolores le imprimen al paisaje diversos estilos arquitectónicos. Antiguas y pequeñas, renovadas, amplias y modernas, observarlas y estudiarlas constituye un festival de descubrimientos.
Los miradores son otro atractivo imperdible de la visita. Balcones de lujo para apreciar la ciudad y el mar. El extraordinario paisaje es refugio de fotógrafos, escritores, poetas, pintores y dibujantes. Románticos, quienes recorren estas terrazas buscan relax y distracción. Los atardeceres con el sol poniéndose en el mar son una de las postales más interesantes de apreciar.
Otra de las opciones para visitar durante el día es la Casa Museo de Pablo Neruda, “La Sebastiana”. Hoy es un espacio dedicado a la memoria del poeta que exhibe sus pertenencias y colecciones de objetos, desde donde se puede disfrutar de una de las mejores vistas panorámicas de Valparaíso. Además, es un fiel exponente del interior de esta ciudad, con escaleras, pasillos y apariencia de barco.
Cuando el reloj avanza el panorama es aún más alentador. La ciudad es famosa por su interesante vida nocturna. Salir de bares a tomar un trago o una cerveza te hará experimentar su particular ambiente. Desde las propuestas más típicas y locales a modernas ofertas, en todas vas a encontrar a alguien con quien conversar y pasarla bien.
Dicen quienes hablan de la historia de la ciudad, que “desde finales del siglo XIX el barrio puerto era un lugar de entretenimiento para los navegantes. Los barcos podían quedar por semanas en la bahía; después de pasar por el tormentoso Cabo de Hornos y por fin tocando tierra, los tripulantes sólo querían disfrutar la vida, junto a una botella de ron y una porteña amigable”. En la actualidad, sin vedettes ni mujeres al piano como en la antigua bohemia portuaria, la noche igualmente adquiere una dimensión especial, ideal para recorrer cafés, tomar vino, ir al cine o escuchar tangos y boleros. La ciudad iluminada propone locales vanguardistas, alternativos, discos, restaurantes y cafés para los gustos más variados. El Cinzano –imperdonable no disfrutarlo- es un antiguo bar y restaurant de este puerto, y visita obligada de cada turista o viajero. Desde 1896, ha sido testigo de épocas, celebraciones, partidos de fútbol y escenario de animados y conocidos artistas. Sus clientes conviven con el tango, los boleros y la nostalgia.
Agitada, vivaz y misteriosa. Así es Valparaíso. Animate a visitarla.