El rock argentino tiene un nuevo protagonista: Nicolás Meardi. El talentoso baterista mendocino de 24 años, fue elegido para ocupar el lugar detrás de los tambores en la banda Catupecu Machu. Su historia es un ejemplo de determinación y la certeza de que los sueños se cumplen.
La música siempre fue la fuerza impulsora en la vida de Nicolás. En su infancia, el sonido de una banda callejera en Chile despertó su amor por la batería. Este primer encuentro se convirtió en la semilla de una pasión que lo llevaría a pedir su propio instrumento y a buscar la guía del percusionista Chelo Charco. Aunque inicialmente se alejó de las clases formales, su viaje musical continuó, explorando -mayormente- de manera autodidacta la guitarra y la expresión vocal.
Antes de embarcarse en la emocionante travesía con Catupecu Machu, Nicolás participó en distintos proyectos, incluyendo la banda tributo a los Red Hot Chili Peppers llamada Funky Monks. Esta experiencia no solo le permitió perfeccionar sus habilidades, sino también adentrarse en el mundo de la producción y grabación de música.
Conexión con Catupecu Machu
La conexión con Catupecu Machu se originó en una velada informal en la casa de Nicolás, donde compartía momentos musicales con Fernando Ruíz Díaz, vocalista y creador de la banda.
“Yo lo conocí hace dos o tres años a través de Marcelo Pelleriti, el enólogo tan conocido en el mundo y de José Bahamonde, quienes son muy amigos de Fer. Un día estábamos en una cena en mi casa y yo tenía la batería en el quincho, y Fer había llevado la guitarra y nos pusimos a zapar. Yo me subí a la batería y me dijo ‘¡ah, mirá, tenés groove!’ y jodiendo dijo ‘a este me lo llevo a Catupecu’. Yo creo que un poco lo invocó”, recuerda Nicolás.
A lo largo de los años, la amistad entre ambos se fortaleció, y un día, en un giro inesperado del destino, Fernando le propuso unirse a la banda como su nuevo baterista.
“Una tarde me llama inesperadamente y me dice: ‘lo que te voy a decir es una locura, pero siento que si no te lo digo, me estoy perdiendo de algo»‘, relata Nico y continúa: ‘siento que tenés que ser vos porque sos alguien que tiene que estar en la música y que no se puede perder esto’. Me contó que se había ido el baterista que estaba antes en la banda, Abril Sosa, y me ofreció ser el nuevo baterista de Catupecu Machu”.
La noticia dejó a Nicolás en estado de shock, pero la oportunidad de cumplir su sueño fue irresistible. Dejando atrás su carrera académica en arquitectura, se metió de lleno en la música, tomando clases de batería con el maestro Luciano Báez. Este cambio radical lo llevó a vivir en Buenos Aires, compartiendo estudio y vida con los miembros de la banda en Villa Luro.
“Ahora te tenés que transformar en baterista, tenés que dejar todo y ponerte a tocar la batería veinticuatro horas con un profesor y hacer un salto cuántico”, fueron las palabras de Fernando Ruíz Díaz que incentivaron a Nicolás.
¿Qué sentiste el día que te llegó la propuesta por parte de Fernando?
Me acuerdo que el día que Fer me llamó, me fui a lo de unos amigos escuchando Plan B en el auto y la iba gritando y me largué a llorar. Fue muy emocionante. Luego vino un proceso de practicar sin parar y de hablar con él todos los días por Whatsapp. Yo le enviaba videos de mi evolución y él se emocionaba, tiene los sentimientos muy a flor de piel. Un día me dijo ‘Nico, si vos seguís así, dándolo todo, ya te digo que sos parte de Catupecu’, pero bueno, tenía que seguir atravesando pruebas.
Finalmente, lo dicho se cumplió y Nicolás debutó en el escenario del Teatro Vorterix el 18 de diciembre. A partir de ahí, participó de diversos shows. Su experiencia ha sido un torbellino de emociones.
“Vorterix fue una locura total. Pasé de tocar en un bar a tocar en un teatro con dos mil personas. El apoyo de la gente también fue muy lindo; gritaban mi nombre, fui bien recibido por ellos”.
“La experiencia ha sido fuerte, pero hermosa. Es sueño, literalmente es un sueño. Estoy adaptándome y con el foco en preparar todo lo que viene”, dice Nicolás.
Con el Cosquín Rock y una gira europea en el horizonte, Nicolás se prepara para enfrentar nuevos desafíos. Además, el compromiso de la banda con la grabación de un nuevo álbum agrega una capa adicional de emoción a su travesía musical.
Después de todo lo que has pasado ¿cómo te sentís?
Me siento enfocado, con ganas de darlo todo, ensayar y crecer como músico. Y de poder representar bien a Mendoza y a Catupecu como la banda legendaria que es y toda la historia y trayectoria que tiene. Además estoy muy acompañado por los chicos de la banda, por mi familia y por la gente que me rodea. Igualmente estoy flotando, ‘pisando sin el suelo’, como dice el tema, pero es un vuelo muy controlado y con un foco muy importante en el futuro. Así que nada, atravesando toda esta locura que es hermosa.