Por Juliana Argañaraz
¿Es el Malbec el vino emblema de Mendoza o el Bonarda ha llegado para destronarlo? ¿Cuál es la cepa que mejor nos representa? ¿Preferís el clásico Malbec o te animás a dejarte seducir por el intenso color y el estilo frutado de un Bonarda? Si no estás seguro aún, te ayudamos a decidirte.
Mientras que el Malbec es de cuerpo medio, taninos dulces y amables, aroma a ciruelas o guindas y notas florales y especiadas, el Bonarda es un vino intenso en color y con fuerte presencia de frutos como frutillas, frambuesas, moras, arándanos y grosellas.
Si bien ambas cepas llegaron a Argentina a fines del siglo XIX, el Malbec comenzó a ascender desde los comienzos y rápidamente prosperó en nuestro suelo y nuestro clima y un siglo después (parece mucho, pero no es tanto) ya contábamos con vinos Malbec de alta gama para exportar. El Bonarda, por el contrario, hasta hace muy poco se utilizaba únicamente como vino de corte (para darle color o cuerpo a otros vinos y elaborar un blend, o mezcla).
Sin embargo, gracias al trabajo de quienes creen en él, ha crecido como un varietal en sí mismo para convertirse en el segundo cepaje tinto más importante del país. Actualmente en Mendoza hay más de 33.000 hectáreas implantadas de Malbec, mientras que de Bonarda sólo 16.000, pero lo importante no es la cantidad, sino la calidad.
«El Bonarda se trabajaba mucho a granel y no se daba a conocer, pero ahora empezamos a hacer un trabajo hacia adentro que tiene que ver con mayores producciones de mayor calidad y hemos conseguido que varios bodegueros se prendan y así se han logrado vinos muy buenos», cuenta Bartolomé Robles, integrante de la Comisión de Desarrollo y Promoción del Bonarda Argentino y presidente del Concejo Deliberante de San Martín, cunita de oro de este varietal (más del 25% del Bonarda de Mendoza crece ahí).
Enrique Chrabolowsky, periodista especializado en vinos y jurado internacional, lo explica así: «Empezaron a trabajar la variedad como se trabaja un vino de calidad, haciendo las plantas menos productivas, usando tecnologías más cuidadas. El crecimiento depende del proceso y de la aceptación del mercado, pero no se puede aspirar al mercado sin calidad».
Aunque comparar estas cepas tintas sea inevitable, para los expertos es inadmisible: «el Malbec y el Bonarda son hermanos casi mellizos, pero uno tuvo más suerte que el otro», dice Chrabolowsky, «los dos son emblemáticos de Argentina, el Malbec tuvo más suerte y fue el hermano exitoso y la Bonarda (la uva) tuvo que asumirse como más postergada aún siendo una de las más implantadas».
Más allá del vino
La posibilidad de que el Bonarda crezca y se consolide en la provincia no sólo trae ventajas para los viñateros, sino que abre una nueva gama de opciones para el turismo vitivinícola y posiciona al este de Mendoza como una opción además de los ya consagrados Valle de Uco, Maipú y Luján de Cuyo (tierra Malbec por excelencia).
«Para San Martín tener un varietal emblema jerarquiza la región, el departamento, nos trae beneficios para el enoturismo y actividades vitivinícolas. Algunas bodegas empiezan a hacer eventos y a abrirse al público», adelanta Robles.
Y el sanmartiniano también dice: «Lo positivo es que el Bonarda es un varietal que tiene posibilidades de generar vinos con taninos muy suaves, más frutado, con un color intenso». Así que para despejar todo tipo de dudas que puedan haber quedado, qué mejor que probar los más ricos bonardas mendocinos.
Malbec: tres recomendados, por Enrique Chrabolowsky
1. Bramare, de Viña Cobos
2. Imperfecto, de Daniel Pi
3. Trapiche Malbec Sarmiento, de Trapiche
Bonarda: tres elegidos, por Bartolomé Robles
1. El Enemigo, de Bodega Aleanna (Alejandro Vigil & Adrianna Catena)
2. Boccabella, de Familia Garavaglia
3. Cadus, de Nieto Senetiner