Luis Abba es arquitecto y fotógrafo, pero ante todo, un intérprete del trabajo de otros. Su labor se centra en registrar y reinterpretar obras de arquitectura, traduciendo un espacio tridimensional en una imagen bidimensional; captando no sólo la materialidad de los proyectos sino también la esencia de los espacios. «La arquitectura se vive, es una experiencia sensorial completa, y yo intento condensarla en fotos que cuenten su historia», comparte en la entrevista que hicimos.
Desde hace años, estudios de arquitectura y arquitectos independientes confían en su mirada para mostrar sus obras. Un enfoque que no es meramente documental sino que busca capturar la esencia de cada espacio: la relación entre la luz y las sombras, el diálogo entre la construcción y su entorno, la huella del tiempo y la intervención humana. «Me gusta llegar a la obra, contemplarla e improvisar con lo que ella me vaya dictando, voy interpretando detalles, características, líneas… Suelo ir sin un listado de ‘cosas por retratar’, me dejo llevar en el momento o me voy guiando según todo lo conversado con mis colegas de ese espacio protagonista de la sesión».
El lugar donde nacieron las pasiones
Luis nació en Mendoza y se crió en Los Menucos, un pequeño pueblo ganadero y ferroviario de Río Negro, que lo marcó para siempre con recuerdos de su infancia libre por el campo. «Ese entorno me fondeó. La naturaleza jugaba un papel enorme en mis días», comparte quien se pasaba las horas jugando en la estación ferroviaria, donde trabajaba su papá.

Fue a los 14 años que se cruzó con la fotografía y no se despegó más de ese arte, ni tampoco su hermano Leo. Un forastero llegó al pueblo con una cámara réflex y los dos adolescentes quedaron fascinados: “Desde ese momento, la fotografía nos acompaña a los dos. Leo estudió cine y se especializó en fotografía equina, él leyó todos los manuales en cambio yo fui más autodidacta, más de descubrir haciendo y terminé estudiando arquitectura; ambos nos complementamos y formamos un muy buen equipo, aportamos desde nuestro lado. Pero al final las dos pasiones terminaron encontrándose”, cuenta.
Su interés por la arquitectura llegó después, casi sin buscarlo y casi sin saber qué estudiaría pero la carrera lo terminó haciendo un apasionado de la profesión. Vivir en un sitio donde la arquitectura como tal no la veía a diario hizo que llegara a la Universidad de Congreso de la Ciudad de Mendoza sin conciencia plena de lo que era la profesión.

Casi una pregunta obligada fue entonces ‘por qué eligió estudiar arquitectura’ y la respuesta unió todas las experiencias de vida y tomó sentido su elección: «Mi papá era jefe de estación por ende nuestro patio de juego era el predio ferroviario. Crecí rodeado de galpones, estructuras de hierro y ladrillo, espacios inmensos. Con el tiempo me di cuenta que la arquitectura siempre estuvo en mi vida».
Abba encontró en la fotografía una manera de fusionar sus dos pasiones. «Al principio registraba paisajes, después hicimos con Leo una colección de capturas de árboles viejos, salíamos en la madrugada antes de arrancar con nuestros trabajos. Y cuando ya era estudiante, fui a Casa Curutchet, en La Plata, porque en su interior tiene un árbol y mi objetivo era retratarlo pero me impactó la atmósfera, la arquitectura, que terminé sacando un montón de fotos de los espacios. Todo tomó sentido y fue muy natural todo”.
Dos mundos que se retroalimentan
Hoy, Luis divide su tiempo entre la arquitectura y la fotografía, aunque siente que esta última empieza a ganarle la partida. “Es como que me parto en dos y tengo como una doble vida”, dice entre risas.

Su manera de fotografiar arquitectura es intuitiva y detallista. No busca solo plasmar la obra, sino contar algo más. “Yo no creo que tenga un lenguaje propio, pero sí hay algo en cómo me sale contar las cosas. La cámara por sí sola no saca fotos, hay alguien detrás que toma decisiones, y esas decisiones están atravesadas por la historia de cada uno”.
«Me encanta la arquitectura, ver materializado lo que diseño, que la gente disfrute esos espacios, la gestión de la obra, la charla con colegas y con todas las personas que son parte de la obra. Pero la fotografía me da otra libertad, otro ritmo de vida, me da un estado de contemplación que lo disfruto un montón. Me gusta estar en movimiento, viajar, conocer…».
Su formación como arquitecto le permite entender las obras por lo que la intuición manda a la hora de ver a qué le saca una foto. «Cuando llego al sitio que debo interpretar, no necesito que me cuenten la historia de ese lugar, la puedo leer en los materiales, en las decisiones constructivas que se tomaron, en el entorno. Todo eso me ayuda a fotografiarlo con más profundidad».
Y en su trabajo como arquitecto, evita encasillarse en un estilo particular sino que para Luis Abba, la arquitectura debe ser “honesta, responder al entorno y optimizar recursos”: “Me interesa la infraestructura que permite que pasen muchas cosas, los desafíos constructivos me entusiasman». Él nunca trabaja en solitario sino que comparte proyectos con colegas -Pedro Peña y Lillo y Julia Caballero-, el compartir decisiones y miradas hace más rico el resultado final. «Me gusta estar en la obra, hablar con los constructores, crear con amigos, ver cómo todo toma forma. Nunca estoy en piloto automático».
La fotografía como estado de contemplación
Para Luis, fotografiar arquitectura es un proceso manual y reflexivo más allá de que utilice un aparato tecnológico para hacerlo; «no es solo apretar un botón. Hay que estar ahí, sentir el espacio, esperar la luz justa. A veces paso muchas horas en un lugar esperando el sol ideal porque quiero una foto exacta, cada obra me exige algo distinto, y yo me dejo llevar. La foto transmite un instante de lo que ví pero no todo el trabajo y pasión que hubo en la previa y en el después”.

Sus imágenes buscan el equilibrio entre la arquitectura y su contexto, nunca una sesión es igual a la otra, todo dependerá de lo que la construcción le pida en el momento, «algunas veces destaco cómo la luz y las sombras dan forma al espacio, otras me enfoco en los detalles y en la atmósfera de la obra”.
A los 31 años, vive el presente sin proyectar el futuro, es una persona que vive el ahora, «quiero que valgan la pena los latidos del corazón de este momento. Y cuando encontrás lo que te gusta, combinar tus dos pasiones y podés vivir de eso, es difícil bajarse”.
Luis Abba es un intérprete de obras de otros, un arquitecto que materializa espacios y, a la vez, un fotógrafo que, con cada disparo, cuenta una historia, muestra una forma y da vida a la naturaleza en un recorte que quedará en digital o impreso en un papel.