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Literatura para encontrarnos

Mercedes Araujo nos recomienda historias donde persisten las búsquedas reales y metafóricas.

Lengua Madre. María Teresa Andruetto. Mondadori, 2010

La lengua madre es la que da origen a otras lenguas. Si la lengua materna nos dice, la lengua madre es la que testimonia cuando ya hablamos en esa otra, la propia, lengua hija. La novela de Andruetto es una cita con nuestra historia, la trágica, la que todavía nos duele tanto y es un regalo a nuestra experiencia ética de lectores. De una manera extraordinaria en belleza, escritura y compasión, somos invitados a reconstruir un vínculo deshecho en el silencio de tres décadas entre una madre oculta para protegerse en un pueblo patagónico durante los años de plomo y una hija que vuelve al país desde Alemania de la mano de su adoptiva madre literaria Doris Lessing, a recuperar los papeles de su, ahora, madre muerta. Mientras nosotros leemos los personajes se re-escriben y se fundan a sí mismos, en la alquimia de esa lengua hija que nació de otra. Un libro que nos permite hablarnos de nuevo, para al fin recuperar -esta vez dignamente- nuestro tan humano silencio. Reconstruir la vida para atrás, hasta ser la madre, la abuela y, al fin, una misma.

 

Cómo sopla el Serpentino cuando no canta el gallo. Vanesa Guerra. Bajo la Luna, 2012.

El tiempo es un sueño dice Martinez Estrada que pensó antes de escribir Radiografía de la Pampa. También Vanesa Guerra alguna vez dijo no hay sueños, sino seres soñados, que sueñan soñar. Y eso es este libro musical, de escritura exquisita, fruto salvaje, sueño del soñante/soñado que intenta un lenguaje para decir la pampa aunque sabe que es ese todo y nada como el relato de un viento. “El serpentino”, gran y único creador de quienes no existen sino en un mapa, un viento que hace lo suyo, lo que quiere, con el maíz, con los tomates, con las ovejas, con la gente. Pampa y decir trastabillado, como único camino para la búsqueda de un paisaje que si alguna vez lo soñamos o nos soñó, también se desvaneció para siempre y nosotros en él. Un viento y un gallo que pueden decirnos lo imposible, la gran maravilla de ser escritos e inscriptos como parte de un paisaje, una patria y una escritura que en su delicada y portentosa manera nos hace quienes somos, un animal salvaje o un gallito ciego, con muchas palabras bellas en el pico, en medio de una tierra tan desolada como imaginaria, buscando que alguien nos escuche o nos sueñe.

 

Una misma noche. Leopoldo Brizuela. Alfaguara, 2012.

Por un lado, el lenguaje entero vibra a lo largo del libro y se agradece la maestría con la que Brizuela hace sonar las palabras.  Por el otro, este es el libro sobre la oscuridad que les va a permitir incomodarse, ser parte, pelearse con ustedes mismos y reconocer en toda o mínima herencia los esbozos de una falaz inocencia. Compartir la odisea de ser el Telémaco que parte a buscar la historia de un padre que no es ni será nunca más el héroe ni el sabio, ni la justa ley, ni tampoco sólo un buen hombre con sus luces y sus sombras. Y no es agradable semejante pelea, pegarle el hachazo certero y brutal al tronco de la memoria compartida, arrancar todas las guirnaldas, pero vale la pena. Una misma noche nos enfrenta a la incomodidad de la sombra furtiva que aparece por detrás cada vez que uno se mira al espejo. Léelo. Y si te quedaste al borde del pozo acordate que nos estás solo ni desamparado sino que es literatura, esa arma de infinitos y benévolos poderes.

No mires para abajo. William Sansom. La bestia equilátera, 170 pág.

Ideal para escapar del tedio. Si te gustan los autores del siglo pasado, aquí una joyita. Sansom nació en Londres en 1912- 1976 y fue considerado uno de los mejores cuentistas ingleses de la posguerra. Maestro de la perturbación y artista del vértigo, observador de las grandes trampas que se abren en nuestros cerebros: fobias, grietas de la razón y tembladerales de la conciencia. Cada cuento estremece y como las buenas películas de terror después de leerlo lo que antes era placidez ahora es pura atmósfera enrarecida alrededor de ese momento en que la razón cae, el vértigo nos cruza y aparece la extrañeza fatal ante nosotros mismos. Exquisitamente traducido por Teresa Arijón.

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