Por Juliana Argañaraz
Una de las partes más tediosas de organizar una salida a comer es decidir adónde ir. Mientras más gente esté involucrada, peor. Las discusiones y desacuerdos pueden elevarse al infinito y, por lo menos a mí, me sacan hasta las ganas de ir a la juntada. Si bien en Mendoza debe haber más de cien lugares para ir a comer, con decenas de estilos diferentes, es bueno tener ese restorán «de cabecera» que sabemos que nos saca del apuro siempre. Comida rica, lindo ambiente y variedad de bebidas son el punto de partida.
No es lo mismo, sabemos todos, un asado con amigos, una cena con tu media naranja y un almuerzo de trabajo, y generalmente el lugar del encuentro varía según con quién vayas a comer o cuál sea el menú elegido. Qué mejor, entonces, que encontrar todas las opciones en un mismo restorán y poder jugar con ellas.
Los diferentes espacios de La Lucía Grill & Bar, recién inaugurado en Sarmiento 658 (Ciudad), son el puntapié ideal para crear varios escenarios, todos bajo el mismo techo.
Sentados en la vereda, bajo el solcito del mediodía, hay un grupo de amigos, son cerca de 10. El menú: asado, claro, una variedad de carnes de vaca, cerdo y hasta cordero patagónico. Para acompañar el almuerzo algunos toman cerveza y otros eligen tres de los más de 120 vinos tintos disponibles en una amplia gama de precios y bodegas. Y si bien estos muchachos no comen postre, la sobremesa se extiende en torno a los vasos de fernet con coca, antesala de una siesta sublime.
En el mismo momento, en una mesa de adentro, en el balcón interno que rodea todo el salón, dos hombres de traje y una mujer mantienen lo que evidentemente es un almuerzo de trabajo. El lugar es ideal: la iluminación es buena y la música acompaña pero no aturde y les permite trabajar en paz. No pueden tomar alcohol o corren el riego de dormirse, creo, así que eligen agua y gaseosas light. Para comer piden pescado: unas rabas como entrada, salmón margarita, trucha rellena y fettuccine salteados con langostinos. Las porciones son enormes y pienso que me gustaría ayudarles a que no sobre tanta comida porque todo se ve increíble.
Por lo que he visto hasta ahora La Lucía es uno de esos sitios perfectos para cualquier situación, entonces miro el salón de nuevo y me imagino un escenario más. Esos sillones rojos que están ahí en un rinconcito, aterciopelados y bajo una iluminación leve, me sugieren un buen lugar para venir a cenar en pareja. Releo la carta. La lasagna de salmón me tienta, hay muchas pastas de maricos y pescados para elegir y son mis favoritas. Pienso en una cena con mi novio, él seguro ordenaría un lomo La Lucía y para tomar un Malbec. Yo algún vino blanco medio dulce que vaya bien con las pastas. Después de cena compartiríamos un postre, un tiramisú seguro, que me encanta, mientras observamos, tomados de las manos, el montón de marquitos dorados que cuelgan de las paredes con distintas fotos de distintos tiempos. Puedo verlo claramente: la comida deliciosa, los buenos vinos y el ambiente moderno son marco perfecto, también, para mi cena romántica. «A este lugar tengo que traer a mi novio», pienso. Me acerco con decisión al mostrador y salgo de La Lucía con una reserva para el próximo viernes a la noche. Ahora sólo me queda conseguir el novio.
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