La frase «Mujeres al Kili» fue lo que acaparó la atención del grupo de 23 mujeres argentinas -entre las que me incluyo- que conquistaron el monte más alto de África: el Kilimanjaro.
23 almas que se unieron con el propósito de alcanzar su cumbre interna mientras caminaban cada uno de los 5.895 msnm que tiene el volcán perteneciente al circuito de las seven summits, en el que también está el Aconcagua.
Tras 36 horas de vuelo hasta Moshi, ciudad de Tanzania, y dos días de descanso, el grupo llegó al Parque Nacional Kilimanjaro, allí donde pasaría seis días de expedición cargados de desafíos, emociones, cansancio y también con cielos estrellados, nubes de algodón, vientos fríos y paisajes bellos y salvajes.
Pero y, por sobre todo, fueron días de respeto, cariño y honra para con todo el equipo local formado por porteadores, cocineros, guías y demás campamenteros- hombres y mujeres- que nos acompañaron en cada paso.
La expedición femenina emprendió su camino hacia la cumbre del Kili por la ruta de ascenso Machame, la única que ofrece la opción de dormir en carpa. Tras casi 7 horas de caminata por la selva llegó al campamento homónimo, ubicado a 3100 msnm.
Al día siguiente el grupo continuó hacia Shira (3845 msnm) y al tercero, con una parada en Lava Tower (4630 msnm) para favorecer la aclimatación, llegó al campo de Barranco (3960 msnm). La vegetación cada vez era menor y ya casi no se despegaba del suelo y en contrapartida, las formaciones rocosas crecían cada vez más.
El cuarto día fue largo y los síntomas del mal de altura empezaron sentirse en varias andinistas. La primera parada de la jornada fue el Valle de Karanga (4035 msnm) y después de un exquisito almuerzo se siguió rumbo hacia Barafu. Este campamento, a 4640 msnm, fue el base para nuestra tan esperada cumbre al Pico Uhuru del Kilimanjaro, la cual se logró al día siguiente, el quinto.
La travesía de ocho horas comenzó bajo la luz de linternas, en la madrugada. Al cabo de unas horas se empezó a sentir el rigor de la altura y los pasos eran cada vez más cortos y exigidos. Costaba respirar pero se llegó al Stella Point, el punto en el cual prácticamente se asegura la cumbre, lo cual sucedió media hora después. Era casi el mediodía y el sol asomó tan suave que apenas se percibía debido al fuerte y helado viento que azotaba.
La emoción en el pico más alto de África invadió a todas las mujeres, las lágrimas y las sonrisas brotaron solas; el cansancio quedó a un costado y todas se fundieron en un abrazo apretado.
El descenso fue rápido hasta el campamento Millenium (3100 msnm), el último antes de salir del Parque Nacional. Y como una especie de bendición de la Pachamama, el sexto día amaneció con lluvia, lo cual hizo más emotivo el baile de despedida que regaló el equipo local.
La caminata final hacia la puerta Mweka duró seis horas y se hizo bajo intensa lluvia y barro porque ya en esa etapa, la vegetación volvió a triplicar la estatura de cualquier humano.
Esta experiencia de vida en la montaña y de fortalecimiento interno la vivimos 23 mujeres -la mayoría mendocinas- que estamos orgullosas de cada una de nosotras. Se vivieron muchas situaciones extremas que con la razón y el corazón las revertimos. Porque fuimos fuertes, valientes y porque estuvimos unidas.