Tiene 21 años, mendocino y amante de Mendoza y lleva más de tres años subiendo videos todos los días a TikTok. Aunque muchos lo conocieron por su humor sarcástico o sus recetas de tartas, Fede Robello es mucho más que un creador de contenido: es emprendedor, curioso, sensible y una de esas personas que inspiran sin necesidad de disfrazarlo de “motivación”.
Fede es el alma detrás de Guchini, la sanguchería furor que abrió hace pocos meses y que nació de una idea, creció a fuerza de comunidad y hoy se posiciona como una de las propuestas más interesantes de la escena gastronómica local. Pero antes de eso, hubo mates, aceite de oliva, TikToks desde el cerro, videos caseros y una historia que se construyó desde la autenticidad.
“La gente conecta con lo genuino”, dice. Y lo suyo, definitivamente, lo es.
Empezar de cero y aprender de todo
El universo del contenido en redes sociales nació como nacen las mejores ideas: en pandemia, con tiempo libre y una cuota de aburrimiento. “Mis amigos me decían que suba mis videos a TikTok, y cuando lo hice, empecé a encontrar una voz propia”, recuerda. Al principio era humor ácido, muy mendocino. Después, una mezcla de relatos cotidianos, aprendizajes de vida y experiencias como emprendedor.
Pero el espíritu emprendedor no apareció con las redes, sino que se potenció con ellas. Fede vendía mates, aceite de oliva y lo que hiciera falta. Siempre tuvo claro que trabajar era una forma de construir algo propio. “Mis viejos siempre me enseñaron a ganarme las cosas. Podían pagarme un viaje, pero preferían que yo me lo ganara”, cuenta.
La lesión cervical que tuvo jugando al rugby lo obligó a frenar, quedarse en casa y enfrentar sus miedos. “Mi autoestima se vino abajo. Estaba todo el día encerrado con un collarín. Ahí fue cuando empecé a encontrar refugio en el emprender”. Hoy, reconoce que su zona de confort es el caos: “Me gusta llegar justito a todo, estar siempre haciendo algo”.
De los videos a la calle (y al corazón del público)
A Guchini lo fue mostrando desde el minuto cero. “La gente vio todo el proceso. Desde los primeros bocetos hasta las 25 pruebas de sanguches que hicimos con el chef Negro Pérez (Auténtico)”. Junto a amigos de Burgang, viajaron a Córdoba y Buenos Aires a buscar inspiración. Así nació la propuesta: una sanguchería sin delivery, sin mesas, donde lo único que podés hacer es ir, pedir tu sándwich e irte a comerlo donde quieras. “Nosotros pusimos las condiciones y la gente se adaptó. Eso es lo más loco”, dice entre risas.
Hoy, con el primer local en pleno centro mendocino y una comunidad que crece cada día, Guchini no para. Y si bien todo lo que genera en redes es su fuente principal de ingreso, él y su equipo reinvierten todo en seguir creciendo.
El trabajo como refugio y como inspiración
“Lo que más disfruto es trabajar. Me gusta ver que las cosas salen bien, saber que si le pongo cabeza y corazón, va a funcionar”, dice. Pero Fede también entiende que no todo se trata de éxito: aprendió a lidiar con las críticas, a tomarlas con humor y a convertirlas en contenido. “Mi deber es mostrar cómo son las cosas, sin filtro”.
En redes, trabaja con marcas como McDonald’s o Lays, pero también sabe decir que no. “Si no va con mi contenido, lo rechazo. No importa el nombre”. En su mundo, la coherencia también es parte del valor que quiere transmitir.
El otro gran valor que defiende es la disciplina. Levantarse temprano, estudiar, trabajar todo el día. “No es solo mostrar lo lindo. Quiero que se vea todo el esfuerzo que hay detrás”.
La vida después del celu
Aunque vive de las redes, Fede tiene sus momentos de desconexión. “Hay días en los que no filmo nada. Simplemente me dedico a disfrutar. Pero también tengo claro que el celular es mi herramienta de trabajo. Y eso, en la balanza, siempre gana”.
Además de su proyecto, comparte su contenido con su pareja, con quien también tiene ideas en común. Disfruta de cantar (aunque dice que lo hace mal), jugar al fútbol, al pádel o al básquet, pasar tiempo en silencio y hacerse planes solo. “Hago terapia del silencio. Me paso horas sentado en silencio y eso me ordena”.
Tiene claro que su historia no aplica a todos, pero cuando le toca dar un consejo, elige uno simple: hacer. “Levantarse y hacer. Ahí aprendés lo que te gusta y lo que no. Somos 100% independientes. No hay que esperar que algo venga servido”.
En julio planea viajar solo, y aunque admite que le da miedo, lo ve como un crecimiento inevitable. “Los aeropuertos inmensos, la soledad… todo eso que te mueve, también te hace crecer”.
¿Y en cinco años?
“Me imagino con un glow up en mi contenido. Más premium, sumando YouTube y estando en otras provincias o países”, dice sin vueltas. Pero lo que más le importa sigue intacto: seguir disfrutando del proceso, fusionar su vida personal con su trabajo, y hacer de cada día una excusa para crear.
“Yo hago plata mostrando cómo disfruto. Suena chiste, pero es así. Y creo que eso también le habla a la gente”.
Se define en tres palabras: divertido, genuino y competitivo. A ese Fede de antes — y al de después — le dice lo mismo: va a llegar. Porque cuando el hacer se convierte en un modo de vida, el resto siempre se acomoda.
Y mientras lo vive con naturalidad, sin grandes discursos, Federico Robello se transforma en algo más que un creador de contenido o un emprendedor joven: es una inspiración cercana y real para una generación que busca hacer, equivocarse, probar, crear y crecer desde lo que tiene a mano.
Gentileza foto de portada MDZ.