Formas involuntarias que conjugan voluntades, geografías transitorias de establecen suelos definitivos, superficies nómades que configuran el espacio vital y arquitectónico. De eso trata la muestra que en formato de ensayo fotográfico el arquitecto Gerardo Montaruli expuso con éxito hace un tiempo en el Museo de Arquitectura y Diseño de Buenos Aires Julio Keselman, y que pronto llegará a nuestra tierra. Se trata de relatos instantáneos del espacio arquitectónico, visiones en el lenguaje de las sombras. Toda una experiencia que invita a plantearte juegos perceptivos que se diluyen en el espacio.
Con la curaduría de Ximena Niederhauser y los textos descriptivos de la periodista Patricia Slukich, esta muestra plantea a la arquitectura como un concepto mediante el cual interpelamos nuestro entorno y las superficies que habitamos, los territorios materiales y simbólicos que tomamos y abandonamos.
“El paisaje, las ciudades, los hombres y sus cuerpos, están poblados de huellas; huellas como estelas de significación, que esbozan los misteriosos rincones que en ellas palpitan. Nuestra memoria, nuestros ojos, en ocasiones, solo eso perciben; y es en base a ellas que elucubramos contextos, materialidades, vivencias y tránsitos”, relata la delineación de la muestra.
“Esta muestra tiene que ver con una visión del espacio en el que los arquitectos convivimos a diario cuando hacemos una obra- nos cuenta Montaruli-; más allá de que la concretemos como un hecho que debe concluirse para ser habitado, nuestro espacio de manejo es el espacio previo a entregar la llave para que sea usado. Ese paisaje anterior, en muchos casos es efímero más allá de que se concrete, y tiene que ver con andamios, obreros, colores, texturas, sombras, sonidos, música, ruidos extraños. Todo eso es una especie de paisaje sensorial, yo he hecho un imaginario abstracto y sensible de esa situación”.
Al terminar la obra nos llevamos la gente de nuestra confianza: plomero, electricista, herramientas, el andamiajes que soporta esa situación. Las imágenes son el rescate sensible de ese fenómeno. En la muestra están puestas por series que van desde lo más abstracto hasta lo más concreto: fotos de sombras reales de obras: andamios, columnas y elementos indefinidos que se forman en esa situación visual.
El arquitecto nos explica que los espacios sin terminar tienen intersticios para cerrar o rescatar y éstos, tomados como procesos sensibles pueden ayudar a la construcción de un futuro proyecto. Así, una sombra rescatada, que luego es construida con cierta escala y participando en cierto espacio, permite recrearla, construirla nuevamente -en otra obra- y con la misma característica que hizo que eso fuera posible.
Con esta mirada, lo que se quiere construir no surge de un pensamiento abstracto ni de la imaginación. “La fotografía me permite ver ciertas sombras. Yo analizo qué es lo que la produce; si lo estructuro dentro de una obra más grande puedo concretar esa sombra que se genera en un proyecto más interesante. Esta misión de rescatar ese paisaje propio es la que nos pertenece como arquitectos”, expresa.
La muestra «Superficies nómades» está integrada no solo por gigantografías y fotografías de menor tamaño, sino además por un video que proyecta imágenes con movimiento y sonido. Y éste cumple un papel preponderante en la experiencia de quien la visita.
Todas las fotos son registradas por el arquitecto, quien desde los 15 años es un apasionado de la fotografía. En ellas se pueden advertir sensores, estructuras, columnas, puertas, pisos, paredes, maderas. Todas son de obras que ha proyectado su estudio. “En nuestro contexto los árboles son fundamentales; el viento, los autos: estos se agitan y producen un reflejo, una sombra, un movimiento particular. Esto es algo que está en todas partes, solo que no siempre el ojo lo capta ni nuestro intelecto está atento a ello. Puedo considerarme un buscador de sombras, me gusta estar atento y percibirlas”.
Los distintos reflejos de las sombras que pasan en las obras producen sonidos aislados que terminan componiendo música. Con el trabajo de dos creativos ingenieros electrónicos que le adjudicaron notas musicales a las distintas intensidades de luz, surgió la melodía que acompaña el video.
El paisaje sonoro de la muestra pone a merced de quien la visita la posibilidad de escuchar cómo conviven en una obra los ruidos, o de aislar algunos y ponderar otros: así, con tres sensores colocados estratégicamente al ingreso de la exposición se pueden disfrutar (o descartar) ciertos sonidos de una obra: el ruido de un camión homigonero, un albañil martillando, un tango en la radio, un obrero silbando, máquinas agujereadoras, un picapedrero cantando. De eso se trata lo que vive un arquitecto a diario en un espacio que se construye.
Montaruli se remonta a alguien que admira: John Cage, un compositor de vanguardia que trabajaba sonidos aislados en lo que se llama música minimalista. Cage dice que “cuando el ruido se interpreta como sonido se vuelve música”. Este rescate sonoro viene a ser la música de todo el espectáculo.
Artistas y bodegueros hoy han expresado su interés por mostrar este trabajo en Mendoza, incluso ya hubo ofertas de galerías de arte porteñas que quisieron comprar algunas obras. Ojalá pronto podamos anunciártelas en INMENDOZA.com. ¡A estar atentos!