«Yo creo que en un futuro cercano, la gente se va a poder estampar, dibujar genéticamente» decía hace poco Gustavo Coppoletta, en una nota para InMendoza. Tal frase «anticipatoria» parte, a la vez, de una obsesión: la que el artista tiene por las tramas y texturas simétricas y que es la que motoriza su última muestra, que se exhibe hasta el 11 de setiembre en la Bolsa de Comercio de Mendoza (Sarmiento 165, Ciudad) y ya había sido anticipada en la bodega Navarro Correas.
La moda del tatuaje como síntesis del intento por buscar la belleza a medida es llevada por Coppoletta al límite que muestra seres y objetos, los de las pinturas de esta muestra, cuyo cuerpo o entorno están dominados por una simetría más propia de un fondo de pantalla que de los dibujos que la biología traza sobre pieles, pelos y pellejos.
[divider]Las obras[/divider]
Un recorrido posible por esta muestra puede comenzar con Indecisa. Como todas las pinturas expuestas, esta ofrece un registro realista que pretende acentuar el concepto que ha motorizado este conjunto de obras. Aquí, se vislumbra a dos mujeres que, sentadas en un sofá, están a punto de ponerse de pie y marcharse. Pero el título de la pieza, la inclaudicable trama del piso en damero y la semejanza en la vestimenta (excepto por los zapatos) nos dan a entender que estamos ante una sola mujer, desdoblada por la indecisión. Pariente de esta pintura es Paseo, que muestra a un perro tomado de la correa por su amo y pisa unas baldosas simétricas. La obra parece a medio acabar, y quizá allí esté la clave: todo paseo tiene algo de incompleto.
Nos encontramos luego con cuadros de la serie Gallo mirón. En ellos comienzan a imponerse los cuerpos con texturas en damero y se destaca, especialmente, Gallo mirón Serie MM. Los otros están menos logrados y, además, arruinados por el acabado del lienzo, con cintas adhesivas negras en los costados. Un poco más allá, Gallo mirón Serie II es uno de los más hermosos del conjunto, con su trama punteada y una piel en la que la textura a pedido lo ha invadido todo.
Perrosado, con un perro como protagonista, es lo mejor de esta muestra, aunque no ocupe un lugar central. La indiferencia del perro, la fuerza carmesí que lo rodea y su cuerpo teñido por un tablero ajedrezado hacen que se convierta en arquetipo de la idea motora de toda la muestra.
En Caballo, en cambio, los lunares del cuerpo el equino parecen escaparse de la piel, y por tanto se debilita el mensaje a transmitir. Sin embargo, otros caballos (los de Caballo catalán I y Caballo catalán) sí retoman la clave general de la muestra.
Por último, en las dos obras con automóviles como centro, aunque estemos ante las más vibrantes piezas, sobre todo por el uso de la luz, vuelve atrás el concepto del estampado: son, estas, meras máquinas, productos de mercado, y estamos acostumbrados a ingresar con ellas en la esfera del diseño y la publicidad. Por tanto nos asombra menos o nos resulta menos «anticipatorio» verlas en una pintura, por más logros técnicos que tenga, en las que dominan las texturas simétricas como fondo. Es el propio Coppoletta el que ha puesto los términos, los límites, que un conjunto de sus obras sí alcanza a rozar: el de los seres vivos atrapados por su propio fanatismo visual.
La muestra puede visitarse de lunes a viernes, de 8 a 20.
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