Una conversación entre dos adolescentes mendocinos de 14 años despierta nuestra curiosidad. Uno le dice a otro, “che, ese es un hipster”. Nosotros, algo sorprendidos por el manejo del término y siempre con las orejas agudas, peguntamos:
-¿Qué es para ustedes un hipster?
– Alguien que toma café en Starbucks, mientras lee un libro, usa anteojos de pasta, tiene bigotitos, sombrerito, un i pod y fuma cigarrillos caros -contesta uno de ellos-.
Mmmmm, nos quedamos pensando mientras el otro adolescente dice enfáticamente: “no hay hipsters en Mendoza”.
¿Los hay?
Ustedes dirán si los hay o no los hay, después de repasar la historia del término y las diferentes estéticas que lo fueron reciclando en los últimos 60 años.
Nos parece adecuado decir que el hipterismo actual fetichiza elementos, accesorios y vestimentas que caracterizaron a distintos movimientos o subculturas de la posguerra: beatnik, hippie, punk, post-punk y grunge. Se asocia con estilos originales, geniales, independientes, caros y alternativos, también con la bohemia de niños mimados.
No son lo mismo los hipsters de los años 40 que los de ahora, sin embargo tienen en común ese afán por estar lejos de la moda, del “mainstream” o cultura predominante. El escritor de la generación beatnik, Jack Kerouac junto a Allen Ginsberg y William Borrougths encarnaron el hipsterismo norteamericano de aquellos años.
Marty Jezer, en su libro, The Dark Ages: Life In The U.S. 1945-1960 escribe: “El mundo del hipster en que Kerouac y Ginsberg navegaron y de mediados de los cuarenta e inicios de los cincuenta fue un movimiento amorfo, sin ideología, más una pose que una actitud; una forma de “ser” sin tratar de explicar por qué. Hipsters por sí mismos sin dar explicaciones a nadie. Su rechazo a lo ordinario fue tan completo que apenas podían soportar la realidad. Una palabra como “cool” podría querer decir cualquiera de un número de cosas contradictorias, su definición no vino de la acepción de la palabra, más bien de la emoción detrás de ella y su acompañamiento no verbal, como expresiones faciales-corporales”. Kerouac prefería decir que los hipsters eran “personas de una espiritualidad especial”.
El jazz fue motor y motivador de la cultura hipster, de hecho el término deriva de la palabra “hip” que se usaba entonces para designar a los afroamericanos que hacían jazz. El hip derivó en hepcats y finalmente en hipsters.
Para algunos escritores, los herederos de los hipsters de los años 40, fueron los hippies de los 60 que derivaron más tarde en los posmodernos de los 80. Para otros, los hipsters contemporáneos provienen de una deformación de la cultura indie.
Si en los 40 eran especiales, singulares y geniales, al margen de cualquier moda, en el nuevo milenio el interés por ser originales y no tener etiqueta termina etiquetándolos.
Lo que dice Dan Fletcher en una nota para Time Magazine nos da esa pauta, los hipsters “son personas vistiendo modas alternativas caras para ir a los bares más actualizados, geniales y últimos y escuchar a la banda más actualizada, genial y última. Ellos no parecen suscribirse a alguna filosofía en particular o género particular de música. Son soldados de la fortuna del estilo, que toman lo que sea, mientras sea popular y esté en el estilo, apropiando el estilo de los movimientos contraculturales pasados como el punk, mientras desechan todo lo que el estilo significa”.
En definitiva el término surge a mediados del siglo XX (1950), aunque desaparece y vuelve a usarse a finales de los años 90. Pero recién a principios de 2010 se ha popularizado y extendido nuevamente como cultura urbana.
Hoy la representan jóvenes entre 20 y 35 años, de grandes ciudades y de clase media, que muestran un pensamiento independiente, intentando apartarse de las modas del momento, vistiendo y escuchando música no comercial. Rechazan el consumismo desmedido, poniéndose de lado del comercio local y el respeto por el medio ambiente. Hay una búsqueda personal de un pensamiento propio, y un intento de alejarse de lo prefijado, aunque como ya vimos terminan cayendo en la moda que niegan.
¿Cómo reconocerlos?
Indumentaria hipster: Su ropa no sigue patrones específicos, pero se distingue por llevar un estilo personal, bohemio, «old-school», con estética vintage. Prendas retro que compran en tiendas de segunda mano o en comercios inspirados en las décadas de los 60 y 70 con un toque de exclusividad. Les fascinan las bufandas y gorros de apariencia artesanal, tanto como los sombreritos del 50 y las gafas de montura gruesa de pasta. Bigotitos o barbas estilo talibán también van para un hipster. Remeras con capucha y chupines con tiradores, pajarita y zapatillas Vans para los varones. Vestidos florales y románticos acompañados por botines camperos para ellas.
Música: Les gusta la música indie, indie-rock, jazz, pop y electropop poco conocida. Rarezas que descubren en plataformas como Pitchfork.
Cine: Prefieren el género independiente de directores como Wes Anderson (Moonrise Kingdom) o Spike Jonze (Donde viven los monstruos, Cómo ser John Malkovich).
Carreras: Artes, Filosofía, Historia del Arte, Arquitectura, Fotografía, Dj, Diseño, Música, Literatura… y cualquier carrera vinculada a lo audiovisual. De nivel adquisitivo medio, medio-alto, son grandes consumidores de música, cine, literatura y exposiciones. Además les gusta desarrollar proyectos donde la imagen y el diseño son protagonistas.
Ideología: Son naturalmente pacifistas. Su ideología es preferentemente progresista y valoran sobre todo el pensamiento independiente. Utilizan las redes sociales para difundir sus ideas.
Intereses: Gran parte de los hispters son amantes de la fotografía, la moda vintage, la cocina original y son asiduos a realizar viajes, visitar museos y compartir experiencias por las web.
