¿Vivir con los pies en la tierra o vivir volando? El sueño de Leonardo Da Vinci, construir un artefacto que pudiera volar como lo hacen los pájaros. El sueño recurrente de muchos hombres y mujeres que levantan vuelo cuando duermen. Algunos se animan y lo hacen realidad. Desde chicos, esa fuerte vocación por estar en el aire los ha llevado a disciplinarse para lograr la licencia de pilotos. Y decimos disciplinarse porque para pilotear un avión es necesario ser extremadamente riguroso con las reglas y los protocolos.
INMENDOZA.com estuvo en el Aeroclub Mendoza, en La Puntilla, con su vicepresidente Christian Tsallis, piloto privado y dos de sus 40 socios, Juan Minetto y Matías Orduña, ambos pilotos comerciales.
Los tres son fanáticos del vuelo y aseguran que “una vez que empezás se te hace un vicio, no podés vivir sin volar”. “Es altamente adictivo volar, es apasionante, si no fuera así no soportarías la situación de estrés, porque para volar tenés que estar siempre hiper atento a cada detalle”.
Pero es un hobby caro, para obtener la primera licencia de piloto privado son necesarias 40 horas de vuelo y el curso de instrucción que se dicta en el Aeroclub Mendoza. Cada hora de vuelo cuesta $1500. Entre las 15 y 20 horas de vuelo le largan los comandos al piloto novato para que lo haga solo, y el cielo es todo suyo, pueden alcanzar los 12.000 pies de altura, unos 4.500 metros. Entre 12 y 18 alumnos salen cada año con su licencia de este Aeroclub.
A Chrisian Tsallis le fascina el Valle de Uco, como buen ingeniero agrónomo que es, su circuito favorito está sobrevolando los viñedos de esta zona. “Me gusta ir por los cerrillos del Valle de las Carreras, hay fincas que tienen dibujos que solamente se aprecian desde el aire. Catena tiene un laberinto y hay otra que tiene el dibujo de un sacacorchos. El Clos de los 7 desde el aire parece la tierra del Señor de los Anillos, es muy bonita toda esa zona porque los diseños no son rectangulares”.
De paso nos dice que a la montaña se le tiene un enorme respeto, que por regla los pilotos del aeroclub no se meten en la cordillera: “Podemos volar en forma paralela a la cadena de montañas pero no meternos. Para volar por la cordillera hay que subir a mucha altura”.
El Aeroclub Mendoza fue muy concurrido en los años 60, “todas las calles de Mendoza pasaron por aquí”, cuenta Christian en referencia a que casi todos los prohombres mendocinos eran amantes del vuelo. También porque en esa época estaba de moda ser piloto: “Había muchas expectativas sobre los aviones, pensaban que sería cada vez más fácil acceder a volar”.
Juan Minetto fue durante mucho tiempo piloto del avión privado de Enrique Pescarmona. Cuenta con más de 5.000 horas de vuelo, número más que suficiente para ser piloto comercial ya que para obtener esta licencia se necesitan 200 horas de vuelo y 75 de navegación (volar a más de 20 millas del punto de partida) y vuelo por instrumentos. Lo mejor que le puede pasar a Minetto en el cielo es “cruzar un avión estelando, parece un cohete”, asegura.
Juan ha cruzado el Ecuador volando hasta Estados Unidos y ha sobrevolado el Amazonas de noche: «Pasás unas 2 horas sin ver una sola luz abajo y sentís miedo porque ante una emergencia no sabés que hay allí; si vas por el mar sabés que abajo hay agua, pero en la selva, de noche, no sabrías qué hacer”. Tiene su propio avión, un bimotor Beechcraft para 6 personas, una máquina a la que Juan se sube todas las semanas para volar a su campo o simplemente darse el gusto de estar en el aire.
Para Matías Orduña “volar es algo muy placentero”. Lo hace desde los 17 años y hoy con 1.500 horas de vuelo es piloto comercial por puro hobby. “Vuelo por la sensación de libertad, el paisaje y lo que ves es accesorio”. Matías asegura que desde que tiene uso de razón quería volar y cuenta que la psicóloga que los testea para determinar si están en condiciones de pilotear un avión les comentó que el 100% de los pilotos saben con certeza que serán pilotos desde muy chicos.
¿Cuál es la mejor hora para volar?
El atardecer, cuando el sol baja y el aire se aquieta parece ser la mejor hora para despegar. “Es la hora de los brigadieres”, dice Matías, es que al no calentar el sol no se producen ciclones y anticiclones y los vientos se calman. “También es lindo volar con viento cruzado”, acota Juan Minetto, a quien le gustan los desafíos.
Lo que nunca se hace es volar con viento zonda.
Para la gente que vive en las inmediaciones del aeroclub es común ver pasar los aviones los fines de semana y más de una vez hay quienes han temido que las naves caigan en sus casas. Sucedió una vez que cayó un avión en Chacras de Coria, en plena calle Viamonte. Los pilotos aseguran que el 90% de los accidentes es por errores humanos y que “este es un deporte que la tarjeta roja se paga con la vida. Justamente por eso te obliga a estar en forma y muy controlado”, comenta Tsallis.
También nos cuentan que cada 2.000 horas de vuelo cada uno de los cuatros aviones que son propiedad del aeroclub deben cambiar todas su piezas removibles. Para ello nada mejor que el taller de Rivadavia que atiende a todos los aviones del centro-oeste argentino. Para tranquilidad de los vecinos que rodean el aeroclub, Tsallis cuenta que cada vez que vuelan deben pedir autorización a la Torre de Control de El Plumerillo.
Una vez que un aviador obtiene su primera licencia -la de piloto privado-, debe volar al menos una hora cada 30 días sino su licencia vence y debe empezar de nuevo. Un dato interesante es que en Argentina los pilotos comerciales de línea deben tener 1.000 horas de vuelo, cuando en países como Chile los pilotos que vuelan aviones de línea pueden hacerlo con las 200 horas que se necesitan para el carnet comercial.
El Aeroclub Mendoza se fundó en 1915 y desde entonces sigue formando, entrenando y creando aviadores profesionales y deportivos. La escuela otorga licencias de Piloto Comercial de Primera Clase, y varios pilotos de líneas aéreas nacionales e internacionales se han formado aquí.
La edad mínima para iniciarse en la “altamente adictivas” artes del vuelo son los 17 años pero no hay un límite en la máxima “mientras las condiciones físicas y mentales den, se puede volar hasta cualquier edad”, aseguran los tres pilotos y recuerdan con cariño a José Palumbo, un hombre que empezó a volar a los 70 años de edad y lo hizo casi hasta sus 86.
De los encantos de viajar en tu propio avión Christian y Matías cuentan que hace muy poquito se fueron con sus mujeres hasta Córdoba a pasar un fin de semana, el vuelo se programó en uno de los Piper del aeroclub. “Se paga la vuelta de élice”, comenta Chistian. Los cuatro aviones, una flota formada por dos PA-38 «Tomahawk» como avión escuela y de instrucción, un PA-28 «Cherokee», aeronave de entrenamiento y navegación, y un PA-28 «Archer», para traslado, pueden ser utilizados por los socios quienes además de pagar su cuota al club, cada vez que vuelan pagan la vuelta de élice.