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Vivir sin filtro: el nuevo acto de rebeldía

Cansadas de encajar, listas para elegir: estereotipos, libertad y nuevas formas de ser mujeres. En un mundo que nos dice cómo deberíamos ser, esta nota propone otra pregunta: ¿y si hacemos lo que queremos?

No importa cómo hablemos, cómo nos vistamos o cómo criemos. Desde hace siglos, las mujeres fuimos y somos blanco de críticas. Si somos madres, si no lo somos. Si mostramos, si tapamos. Si lideramos, si obedecemos. Cambian las épocas, pero no el fondo: la mirada ajena siempre parece tener algo para decir sobre nosotras.

En tiempos donde las redes sociales amplifican discursos a la velocidad de un scroll, los estereotipos también se reciclan. Ahora vienen con filtros, en formato video o disfrazados de consejos de vida. Y aunque el maquillaje cambie, el guión sigue siendo el mismo: decirnos cómo deberíamos ser.

Pero ¿qué hacemos con todo esto? ¿Nos desconectamos? ¿Nos callamos? ¿Nos adaptamos? Tal vez la respuesta esté en otro lado. En construir espacios nuevos, más diversos, más empáticos. Espacios que no se basen en la culpa ni en el deber ser, sino en la libertad de decisión y el derecho a probar, equivocarse y cambiar de idea.

Volver a lo real

Estamos saturadas. De información, de mandatos, de estímulos. Así como la comida chatarra no nutre, el consumo indiscriminado de contenido tampoco. Lo que comemos con los ojos también construye identidad.

Cada vez más personas, y en particular mujeres jóvenes, sentimos el deseo de volver a lo tangible: a los encuentros reales, a las charlas sin pantallas, a los vínculos sin validación externa. En un mundo hiperconectado, desconectar es casi un acto de resistencia.

Hay muchas señales actuales (agotamiento, insomnio, necesidad de aprobación) responden a una sobreexposición digital que no siempre notamos. Y desde ahí se vuelve vital reconectar con lo analógico, con lo corporal, con lo humano.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

No hay una sola respuesta, pero sí hay caminos posibles. Podemos empezar por cuestionar los discursos que consumimos: no todo lo que se ve lindo es bueno, y muchas veces lo “aspiracional” no es más que el mismo mandato disfrazado. Buscar comunidades que acompañen sin juzgar también puede marcar la diferencia: las redes pueden ser tóxicas, pero también pueden ser refugio, todo depende de cómo las usamos. Volver al encuentro real —a los espacios donde podamos hablar sin filtros ni emojis, donde no importe tanto cómo se ve, sino cómo se siente— es otra forma de sanar. Elegir qué nos representa, consumir contenido que nos inspire y no que nos condicione, también es un acto de libertad. Y, sobre todo, animarse a experimentar: andá y fijate si te gusta, no te dejes llevar por lo que dicen los demás. Hablá con la gente, mantenete cerca de quienes más querés, reconectá con lo tangible. 

Recomendaciones para ver y escuchar

Aprovechando el boom de los podcasts, streamings y formatos audiovisuales, tenemos varios para recomendar que cumplan si estás buscando otras voces, otras maneras de pensar o simplemente algo que te haga sentir menos sola en este caos. Acá van algunos contenidos que promueven libertad, diversidad y pensamiento crítico:

Para cerrar

En un mundo que siempre parece tener algo para decir sobre nosotras, tal vez el acto más revolucionario sea elegir por nosotras mismas. Sin dar explicaciones. Sin justificarnos. Y, sobre todo, sin juzgar a las demás.

Porque si algo necesitamos menos, es crítica. Y si algo necesitamos más, es comunidad. Se trata de construir y asistir a espacios —reales y digitales— donde podamos existir y disfrutar.



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