«Estoy agradecida de no estar encerrada en un departamento en Buenos Aires, enloqueciendo… yo venía buscando una vida más pacífica, con más conexión con la naturaleza, más equilibrada, más feliz y acá lo estoy recibiendo todo». Así comenzó nuestra charla con Virginia Da Cunha.
La artista llegó a Mendoza para hacer un set en San Martín, allá por marzo, y nunca más se fue. La cuarentena hizo que no pudiera volverse a su Buenos Aires natal en la fecha que decía su pasaje de avión y luego, al verse disfrutando de la libertad mendocina y de su reciente noviazgo con un local, eligió quedarse en nuestras tierras.
Lo cierto es que la cantante y compositora hace tiempo que «le escapa» a la gran ciudad. Es una viajera eterna y nunca está quieta porque no se siente en paz en el lugar donde vive; tanto que se define como «nómade por naturaleza». Hasta que llegó a Mendoza: «Bajé mil cambios, estoy mucho más presente en todos los momentos, disfruto, discierno mucho mejor en cómo repartir mi tiempo, con qué energía rodearme, atraigo cosas mucho más lindas asique estoy feliz».
La también Dj es fiel a las redes sociales (@virginiadacunha) y en varias oportunidades se muestra practicando yoga, tocando la guitarra, cocinando y hasta innovando en huertas orgánicas; actividades que en otro momento no ha realizado porque no encuentra el lugar ni el tiempo: «El ritmo con el que se mueve la gente en el interior del país me beneficia, de repente me di cuenta que le daba importancia a cosas que no la tenían y ahora puedo quedarme con lo esencial, con esos momentos de la mano de un instrumento, por ejemplo, que me enriquecen como artista».
Virginia está instalada en un Eco Boutique Hotel, en el corazón de Chacras de Coria; y ella lo ve y siente como «un lugar de sanación» porque «descanso, duermo, me envuelve la naturaleza, tengo charlas sin tiempo con mi novio», aclara y suma: «además formamos como una familiar entre todos lo que vivimos acá, unos me enseñan biocosmética, otros taichi, reiki y alineación energética. Estoy en un mundo mágico».
¿Cuándo surge seguir este estilo de vida más zen? Ya que siempre has tenido luces y cámaras enfrente tuyo.
Siempre busqué ese equilibrio de tener los momentos simples, reales y espirituales y después integrar la parte superficial, el ruido. Me parece que ninguno es mejor que otro, el desafío está en integrarlos. Hay momentos y momentos, me vino bárbaro la cuarentena porque naturalmente tenía ganas de meterme para adentro, de frenar; y frené y ahora de a poquito todo se va reactivando.
¿Tenés planes de seguir viajando, de estar en BsAs o te gustaría quedarte en Mendoza?
Mi plan y mis ganas son de vivir acá y a la vez, no dejar de viajar nunca porque amo el mundo. Iría a Buenos Aires por trabajo, a visitar a mi madre y a terminar de convencerla de que se venga para acá (ríe).
Virginia se confiesa una apasionada del vino: «Mi relación con el vino venía in crescendo y ahora se volvió una adicción; mirá que soy como super medida y disciplinada con mis hábitos y me cuido pero con el vino es la excepción, es medicina para mí».
En cuanto a su preferencia de varietal, sin titubear, contesta: «El tinto. No me gusta el blanco, casi no tomo rosado. Soy del tinto, del malbec y de los blends». A la vez que reconoce haberse vuelto más exigente a la hora de tomar un buen vino, «todo fue en base a la práctica», suelta entre risas.
Muchos recordamos a Virginia de cuando cantaba en Bandana, el grupo de cinco adolescentes que nació de un reality show, en 2001, y que fue furor durante muchos años. Ya pasaron casi dos décadas de ese éxito y hoy Da Cunha no parece ser la misma joven que salía en portadas de revistas y llenaba estadios.
«Quedó mucho de esa época porque gran parte de las herramientas que yo adquirí como artista las aprendí. Fue una escuela, no era mi verdad, el éxito de Bandana venía de la mano de un modo de trabajo que yo hoy no elijo», confía.
¿Cuál es tu elección actual?
Prefiero tener un público más chico como el de hoy, de disfrutar de la naturaleza, que nadie me maltrate, que termine y pueda comer, de poner la música que sienta que a la gente le puede hacer bien y acompañar de la mejor manera. No me interesa estar en la tapa de ningun lado; la fama porque si no me interesa.
Y a modo de cierre de ese tiempo de aprendizaje, reflexiona: «Lo real es que hoy, vaya donde vaya, la gente me tiene en su corazón, me recibe con cariño; esa es la parte genuina que tuvo Bandana y la que sigo conservando. Y estoy totalmente agradecida».
Desde siempre, la música es el motor de vida de Virgi y actualmente está escribiendo, componiendo a la distancia con otros músicos y también está planificando reunirse con músicos mendocinos para crear. «La música está súper presente en mi vida, siempre, es un vehículo para mis mensajes, muy poderoso, y tengo mucho para decir así que nunca dejaré de componer», lo cual disparó a hacerle la siguiente pregunta.
¿Qué tenés para decirnos ahora?
Estoy reflexionando en base a lo que estamos pasando, el despertar de la conciencia que siempre trato de incentivar. Y cada día aprendo más cosas estando en esta paz y quiero compartirlo, contagiar al otro. Busco dar un mensaje que ilumine, a veces hay cositas del pasado que duelen y que hay que sacarlo y convertirlo en algo lindo como una canción.
Así que ya sabemos, estamos pronto a escuchar nuevas canciones de la joven que se enamoró de Mendoza, de sus colores, frutos y montañas. Que elige nuestra paz para llenarse de energía positiva y contagiar. Ella nos regala sus mensajes y música a través de los vivos de las redes sociales y de los sets como el que dio en Bodega A16, donde tuvimos el placer de realizar esta placentera conversación.
Fotos: The Frid Man