Ella dice que lo suyo es actuar. Aunque alguna vez dirigió y tiene la sensibilidad de alguien que podría hacerlo más seguido, lo que verdaderamente la atraviesa es ponerse en la piel de otro. Actúa para habitar otros cuerpos, contar historias, incomodar, conmover. Lo dice con una convicción tranquila, mientras se ríe, con esa mezcla de sinceridad y ternura que la define.
La excusa para esta charla fue Atrapados, la serie argentina dirigida por Miguel Cohan y Hernán Goldfrid que se volvió furor en Netflix. Pero lo que surgió fue mucho más: una conversación entre carcajadas, silencios, pensamientos, recuerdos y convicciones. Una historia donde el arte no es solo trabajo, sino una forma de resistencia.
“Lo que más me gustaba era hacer reír”: los inicios y la influencia artística
El vínculo de Tania con el arte viene de cuna. Su papá es Carlos Casciani, baterista de Los Alfajores de la Pampa Seca, y la música fue su primera forma de expresión. Sin embargo, fue en la actuación donde encontró su voz más fuerte. “Era muy tímida socialmente, pero caradura en confianza. Me fascinaba hacer reír. A los 15 entré a La Libélula y ahí supe que esto era lo mío”.
Se formó desde chica y enseguida empezó a trabajar. Como a muchas artistas del interior, en un momento se le presentó la pregunta inevitable: ¿me voy a Buenos Aires? Pero decidió quedarse. “Sentía una necesidad de hacer, de accionar, y no de esperar oportunidades. Si acá había cosas para hacer y aprender, ¿por qué irme?”.
Con el tiempo, nuevas herramientas como los castings virtuales facilitaron su permanencia en la provincia sin perder contacto con la industria. “Hoy hay un primer filtro que se hace por video. Ya no necesitás estar en una fila en Capital para mostrar tu trabajo”.
En 2018, vivió una de sus experiencias más impactantes: participó en Muere Monstruo Muere, de Alejandro Fadel, película que se estrenó en el Festival de Cannes. “No caía. Fueron 15 días viviendo otra peli. Fue un sueño”.
“El guión me atravesó”: el drama, la ficción y lo humano en Atrapados
Su llegada a Atrapados fue inesperada. A raíz de su actuación en La Calma, una película premiada que se estrenó en Buenos Aires en 2023, una castinera la vio en Instagram y la convocó. Le pasaron el guión completo. “Mi personaje venía bastante armado. Es una tragedia griega: hay un destino infranqueable, una búsqueda de justicia. Fue un desafío grande porque había mucho drama en primera persona”.
Aunque no tiene una vivencia personal similar a la de su personaje (que es madre), Tania trabaja con infancias en el Hospital Notti, a través de la escuela artística Camino del Inca. “El guión me atravesó. Fue una gran responsabilidad ponerle una capa de ficción a algo tan delicado. Tuvimos que inventarnos una familia con actores que no conocíamos. Había que generar confianza rápido”.
Una de las escenas más fuertes fue la de la cámara Gesell. “Fue muy técnica, nos llevó horas. En un momento, el director nos dijo que ya estaba resuelto lo técnico y que actuáramos. Se emocionó él, nos emocionamos todos. Fue un instante de verdad y sensibilidad en medio del caos del mundo. Me lo voy a llevar siempre”.
Y más allá del personaje y del guión, Tania también habla de lo que implica ser mujer, actriz, y habitar un cuerpo en cámara. “Me parece que si te ven haciendo algo que funciona, te vuelven a convocar para lo mismo. Siento que tengo una cara muy particular. Estas cejas me han dado mucho trabajo. No tengo inconveniente en estar a cara lavada ante cámara, no asocio mis personajes a verse bien”.
Lo dice con naturalidad, pero con el peso de quien lo ha pensado mucho. “Fue un proceso personal. En casa había muchos libros de arte y un día me topé con el de Frida Kahlo. Ahí entendí algo. Hay mandatos muy fuertes, sobre todo de género. Pero yo elegí un camino de entrega a la actuación, y parte de eso es ser consciente de cuánto cuenta mi cuerpo en escena”.
Se detiene un segundo y agrega: “Si no somos conscientes, al final las únicas historias que se cuentan son las de gente flaca, atlética, rubia. Y las historias de la gente gorda, marrón, vieja, no están. No se cuentan. Para mí eso no es solo un trabajo: es una posición ante el mundo”.
“La cultura es un refugio”: resistencias, desafíos y sostén
A lo largo de la charla, Tania vuelve varias veces sobre un mismo concepto: sostener. Sostener el deseo, el trabajo, el cuerpo, el arte. “Hoy hay un mandato que dice que el éxito es ‘pegarla’. Pero eso no es real. El éxito es poder hacer lo que te gusta, y sostenerlo en el tiempo”.
Habla con claridad sobre lo que significa ser actriz en Mendoza, sobre las oportunidades que aparecieron y las que se perdieron. El teatro sigue siendo su base, aunque se complejiza por la falta de salas independientes y políticas de fomento real. “Muchas veces, tenés que pagar por pedir un espacio. Y cuando lográs estrenar, no hay condiciones para sostener una obra en el tiempo”.
También señala lo que ocurre con el nuevo sistema cash rebate de la Mendoza Film Commission: “Se busca que vengan productoras de afuera, que inviertan acá. Está bueno, pero muchos técnicos y artistas locales que veníamos ocupando roles protagónicos tuvimos que retroceder. Traen gente de Buenos Aires y eso nos deja afuera”.
Pero donde hay obstáculos, también ve potencia. “En épocas de crisis, el arte crece. Nos entrenamos en imaginar otras salidas. La cultura es refugio. No digo que eso se vea en la urna, pero el arte ejercita un músculo que necesitamos para pensar otras posibilidades en este presente tan chato”.
Alguna vez, el escritor, profesor, antropólogo y crítico cultural argentino, Néstor García Canclini, dijo que “las sociedades que no invierten en su cultura, son sociedades que hipotecan su futuro”. La charla con Tania —entre mate, risas y silencios que invitan a pensar— es un recordatorio de eso: de lo urgente que es dejar de ver al arte como un lujo y empezar a verlo como una necesidad.
Gracias, Tania, por tu tiempo, tu mirada tan lúcida, y ese carisma genuino que hizo tan ameno el encuentro.