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Tramas del alma

Pilar Jardel crea, diseña y recicla soluciones tejidas. Historia de una diseñadora gráfica que pateó el tablero y cambió temporadas de trabajo en la nieve por un refugio con el norte en los hilos.

Si a Pilar Jardel le hubieran preguntado hace veinte años, qué haría de su vida, su respuesta hubiera sido una muy distinta a la que encuentra esta mañana de invierno, sentada de espaldas a una ventana abierta con las piernas sobre un colchón con fundas y almohadones que ella misma tejió. A su lado duerme Dexter, un bull dog francés que le ofrece compañía vaya a donde vaya, y que ahora sueña acariciado por el sol. A la vista, el tambor con el que descubre el poder de la voz cuando se deja llevar por el canto y el televisor detenido en un magazine de la mañana. La de Pilar Jardel es una vida que cambia y que encuentra emoción en los nuevos desafíos.

Tejió su primera bufanda en Santa Clara a los ocho años. Hacia abajo y por debajo del punto. De izquierda a derecha, pasar la hebra, sacar, dejar caer, repetir hasta completar la hilera. Segunda vuelta y de igual manera.

 

Pilar jardel
Como se usan este invierno, gorros coloridos e infaltables pompones.

 

Desde aquella experiencia, las lanas y las agujas no fueron más que un pasatiempo sin principio ni final, amorfo y abandonado en mitad del recorrido. “De chica tejía para divertirme pero no llegaba a ningún lado. Empecé a tejer cuando viví en la nieve y me hice instructora de esquí”. Pilar toma un mate y comparte su descubrimiento con manifiesta alegría. Nació en Santa Fe y vivió en Mendoza hasta el día en que a horas de presentar su tesis para obtener el título de diseñadora gráfica luego de cinco años de estudio, entendió que no era lo suyo, abandonó la carrera, viajó a Barcelona y regresó más liviana con su porvenir.

Entonces buscó refugio en la montaña y decidió probarse como instructora de esquí a pesar de sus nociones básicas arriba de las tablas. “Fue un reto. De chica fui varias veces con mi familia pero mucho no aprendí y con mis compañeras de la secundaria pude hacerlo porque vendía los libros del colegio y ropa usada para costear los gastos”, asegura. Esa sensación de pequeñez en la inmensidad de la montaña nevada y ese aire frío que le resultaba más puro fueron grandes motivadores para probarse como aspirante. “Cuando aprobé el ingreso en Las Leñas entendí que uno puede hacer con la vida lo que quiere y que es el convencimiento lo que en realidad vale la pena. No importa si tenés todo el talento; si vos estás convencido y persistís, las cosas salen. Esas fueron las primeras muestras de esa enseñanza y a partir de ahí adquirí más confianza en mí misma, que era lo que me faltaba”, dice.

 

NI 11
En sus años de instructora de esquí, Pilar empezó a tejer.

 

Cuando comparte su historia aparecen recuerdos de la niñez: arco iris de colores que pintaba con fibras en papeles a cuadro, o las bolsas en las que recolectaba basuritas. Reciclar y reciclarse. Pero si algo le gustaba y repetía en su mente era el recorrido de los hilos del tejido donde fuera que los detectara. “Me pasaba mirando tramas y ahora cuando tejo me doy cuenta de que reproduzco aquellas tramas de la infancia, sobre todo en las banquetas o los cielos rasos”, rescata Pilar Jardel, la creadora de la marca de soluciones tejidas que lleva su nombre.

Luego de cinco temporadas en Andorra, Las Leñas, Penitentes y el Cerro Castor, Pilar revisó el tejido de su vida y barajó de nuevo. Como trabajadora en la nieve, años que recuerda con mucho disfrute, creó sus primeros gorros, que marcaban una clara diferencia con los industriales que usaban sus compañeros. Aunque al principio no quería venderlos, con el tiempo entendió que cada tejido era en sí mismo una creación única e irrepetible y que comercializar lo que hacía era un modo de pasar horas con el tejido, devenido en fuerza vital.

 

Pilar Jardel

 

La voluntad y el quehacer constante la llevaron a crear cientos de gorros y ahora cuenta con más de mil realizados a mano en colores vibrantes, lisos, personalizados, con o sin caída y pompón, que revelan el mundo que descubrió a prueba y error a los 30 años cuando dejó por completo sus trabajos de diseño. “Yo no era la mejor en la facultad ni sentía que tuviera resoluciones innovadoras. Sólo cumplía con los requisitos y a mí me gusta sentir que lo hago me satisface y es lo mejor que me sale. En el tejido seguí perseverando porque veía que estaba bueno y que si trabaja mucho tenía futuro”, cuenta Pilar, que aprendió durante un corto pero nutritivo tiempo las enseñanzas generosas en mimbre y rattan de Alicia Álvarez en su taller.

 

Pilar Jardel
Aplica conocimientos de mimbre y rattan en sus diseños.

 

Un vecino le vendió su telar por pocos pesos y de la práctica nacieron las soluciones tejidas de las que hablar Pilar cuando explica su emprendimiento que abarca desde techos, accesorios, almohadones, sillas o banquetas que colorea con el tejido y muchas veces con materiales reciclados, lo cual le resulta mágico.

 

Pilar jardel
Pilar Jardel y sus tejidos.

 

Familia materna de tejedoras. Si de niña Pilar ignoró lo que darían sus manos, agradece ahora ese vínculo abrigado que perduró con el tiempo y sus antepasados. “Siento que tengo un camino por recorrer, que esto no tiene techo y eso para mí es fundamental; que puedo idear todos los días una estrategia nueva, que me renuevo y que dependo de mi esfuerzo”.

 

 

 

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