Por Juliana Argañaraz
Si bien los argentinos no solemos movernos por las calles con el termo bajo el brazo, como nuestros vecinos uruguayos, es válido decir que llevamos el mate y su tradición adonde quiera que vayamos. ¿Cómo reconocés a un argentino en una playa mexicana? Es el que va mendigando por los bares locales que le conviden agua caliente para seguir con una ronda que, mientras más grande, más corta.
Estando fuera de Argentina nadie entiende para qué queremos el agua, y una vez que se avivan pueden solidarizarse y convidar, o bien ponerle un precio a la «rellenada de termo», contando con que, después de los reclamos, estamos dispuestos a pagar lo que sea con tal de tomarnos unos matecitos más.
Los extranjeros nos miran con cara rara. Debe llamar la atención ver a dos o tres personas sorbiendo en ronda de una calabaza pequeñita. Pero si, además de observar de lejos, el curioso se anima a compartir unos mates, en lugar de entender más, entiende menos.
Y es que el folclore del mate le atribuye a cada gesto un significado disparatado. Es decir, ¿en serio creemos que la suegra llora cuando el mate se chorrea? ¿De verdad pensamos que nos vamos a casar pronto sólo porque nos tocó el último mate de la ronda? Obvio, sí, estamos convencidos. Y eso es lo que lo hace tan genial.
He tenido la oportunidad de tomar mate con gente de Francia, de Alemania, de Estados Unidos, y si bien se animan a probarlo, no son muchos los que adoptan la costumbre, sobre todo porque el rito del mate está lleno de reglas a seguir, reglas que no están escritas en ningún lado pero que son estrictas entre nosotros.
«No digás “gracias” porque no te cebo más», «¡no lo revolvás!», «no se lo pasés al de al lado», «¡tomátelo todo!, no podés dejarlo a medias», son sólo algunos ejemplos. Y ni hablar del que osa ponerle un poquito de azúcar para cortar la amargura o deja hervir el agua, ¡herejes! ¿Te suena, no?
Por eso, para extranjeros, turistas y argentinos desorientados compartimos una guía para el mate perfecto, aunque todos sabemos que el mate perfecto es cualquiera que se tome entre amigos, con tortitas, sin parar de charlar termo tras termo.
En 5 pasos:
1. Calentar agua y ponerla en un termo. El agua no debe estar tibia ni mucho menos hervida, la temperatura ideal es de 70 a 80 °C.
2. Llenar con yerba 3 cuartas partes del mate, cubrirlo con la mano, ponerlo boca abajo y agitarlo solo un poco. Cuando lo vuelvas a la posición normal, fijate que la yerba quede sobre una de las paredes del mate, formando un pequeño hueco.
3. Para comenzar el mate, colocar agua de a poco en el hueco que quedó en la yerba. Es muy importante que el agua inicial no esté muy caliente. Después de reposar unos segundos, meté la bombilla en el hueco.
4. Para cebar se vuelca el agua en un pequeño chorrito, para que no se moje toda la yerba de una vez. Tratá de no mover la bombilla y de verter el agua siempre en el mismo lugar, dejando el resto de la yerba seca para que el mate sea más rico y duradero.
5. Cuando aparezcan palitos de yerba flotando estamos ante el repudiado «mate lavado». Es el momento de reemplazar, entonces, parte de la yerba.