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Soltero suelto en el súper: derribando mitos

“Viven a cerveza, fiambre y snack” o “compran todo light”. Después de escuchar estas y otras frases, decidimos preguntarles a ellos cómo y qué compran. ¿Hay un estereotipo de soltero en supermercado? Quedan excluidos los que tienen hijos o novia -aunque sea “cama afuera”-.

“No saben qué comprar”. “En la heladera no tienen nada útil ni nutritivo”. “Solo compran cervezas, fiambres y snacks”. “Son tan metrosexuales que llenan el carrito con productos light”. “Son los únicos capaces de pagar por una pizza lista para el horno (no una pre pizza, salsa y queso), la pizza envasada de supermercado, ¡la que viene sobre telgopor y envuelta con film!”.

Fue después de escuchar estas frases injustas, prejuiciosas (en boca de mujeres, por supuesto) y que intentan meter a todos “en la misma bolsa”, que decidimos sacarnos la duda y preguntarles a ellos mismos, a los solteros.

¿Hay un estereotipo de soltero? En la mente femenina, sí. Aunque muchas aseguren hablar desde la experiencia de haber inspeccionado carritos, y hasta heladeras y alacenas…

 

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Los solteros, ¿algo “perdidos” en el súper?

 

“Cuando estoy en la caja esperando, me distraigo mirando lo que lleva la gente en los carritos. Y siempre se nota cuando son solteros. El carro va lleno de boludeces que no llenarían jamás una alacena. Es decir, nunca va lleno, pero lo que llevan, son cosas que no pegan entre sí. Se nota que no compran pensando en comidas para la semana, por ejemplo. O directamente, son las cosas para el asado con los amigos: carne, fernet, coca, pan, tomates”, asegura una observadora minuciosa.

Otra afirma: “Si vas al supermercado de dos barrios privados muy conocidos entre las 19.30 y las 20 vas a ver a todos los solteros y recién separados de las torres o dúplex de dichos barrios. Obvio que compran todo light”.

Pero lo cierto es que aunque haya ciertos patrones que pueden repetirse, creemos que cada soltero es único, y las variables de lo que compran -al igual que el resto de los mortales- dependen básicamente del bolsillo. De lo mismo dependerá también que agarren un carrito o un canasto.

En el debate surgió otro factor clave: si tienen o no hijos. Pero vamos a ser claros: lo más probable es que el hombre con hijos ya haya experimentado la vida en pareja, por lo que algún aprendizaje de esto le quedó. Además, saltan a simple vista porque llevan parvas de leche, postrecitos, galletas y alfajores para las suculentas -aunque no saludables- meriendas de sus hijos. Así que quedan excluidos. Otros fuera del análisis son los solteros “con novia”, ya que aunque estas sean “cama afuera”, pueden influir en las compras, la alimentación, el estilo de vida del susodicho.

Nos quedan los solteros legítimos, de todas las edades y preferencias sexuales (que viven solos, vale la aclaración) y que no son pocos.

 

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La mayoría compra productos fáciles de cocinar, “cosas que se puedan hacer rápido y no ensucien tanto”.

 

Aquí las incógnitas: ¿A qué supermercados van? ¿Al chino? ¿Al top que tiene góndola de productos importados? ¿Al del barrio (privado)? ¿Al que está abierto las 24 horas? ¿Cuándo van? ¿Siempre el mismo día y a la misma hora? ¿Cuándo en la casa ya no hay nada? ¿Antes del asado con los amigos? ¿Hacen lista de lo que necesitan? ¿Qué cosas compran (y cuáles no compran)? ¿Llevan envases, bolsa ecológica..? ¿Aprovechan para el levante si tienen la oportunidad? (No, no somos malpensadas. Es que un divorciado que conocemos cuenta que va al súper los domingos y aparenta estar perdido con las compras y necesitar ayuda. ¿El objetivo? Conquistar señoras o señoritas).

No hay UN supermercado al que vayan los solteros. Como nos sucede a todos, chicos y señores van generalmente al que tienen más cerca o al que encuentran de paso. En algunos casos, si el más cercano es de los más caros, se desvían unas cuadras para ir a uno más económico. Tampoco hay un día preferido, y la siesta y la noche cuando salen de trabajar (o justo antes del cierre) parecen ser los momentos más elegidos del día. El soltero que no sale los viernes (o que duerme poco) va los sábados por la mañana y el que no tiene plan dominical, elige el día más depresivo de la semana para hacer las compras (no es mala idea, eh, al menos sale de su casa).

Y así como durante la mañana vamos a encontrar casi exclusivamente a las amas de casa, también pudimos comprobar que si fuéramos cualquier noche o madrugada al único supermercado que en Mendoza está abierto las 24 hs, encontraríamos en su gran mayoría a hombres solteros. Solo para situaciones de emergencia extrema o buscar víveres para abastecer al grupo de amigos que se quedó sin algo a mitad de la noche.

La mayoría va “cuando no queda nada en la heladera”, cuando no hay “ni yerba para el mate” y se sacan el trámite de encima “lo más rápido posible”. “No es una salida para mí, así que voy, compro rápido y pido que me lo lleven a mi casa”, cuentan algunos. Son muy pocos los que se toman su tiempo para hacer las compras y muchísimos menos los que aseguran que les “encanta ir al super”, que “es un programa” y hasta que “los relaja”. Pero los hay.

 

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En cuanto al levante, algunos aseguran que dejar frutas y verduras arriba del carrito es la clave, “la comida sana siempre garpa”.

 

Casi ninguno lleva lista, “por eso olvidamos la mitad de las cosas”, afirman sin poder hacerse el hábito. En eso las mujeres somos expertas. Aunque, ojo, hay excepciones. Hay algunos pocos organizados que prefiere anotar (aunque sea mentalmente) para hacer solamente una compra semanal. Por otro lado, están los que llevan lista ajena: las señoras encargadas de la limpieza del hogar del soltero suelen hacerle una lista de vez en cuando de artículos de limpieza. Y los más tecnológicos hacen una lista en una app del celular. ¿Qué tal?

La relación de los solteros con los productos de limpieza es especial. Muy pocos los compran si no se los pide “la señora que limpia”. Pero sorprende lo mucho que saben algunos sobre el rubro. “No compro nada de limpieza porque nunca sé que me haría falta”, dice un despistado. “Vivo a delivery, solo voy al super cuando Helena me informa que no hay nada para limpiar y es necesario tomar medidas de emergencia. Y lo hago en horarios locos, a mitad de la noche, la noche anterior al día que va Helena”, dice otro, que no aprende más. “Compro comida y siempre me olvido lo de limpieza, que lo compra la señora que después mando (y se queda con el vuelto)”, cuenta otro soltero.

 

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El sector verdulería es terreno desconocido para muchos.

 

Ahora, ¿con que “llenan” la heladera y las alacenas? Con productos fáciles de cocinar. Con “cosas que se puedan hacer rápido y no ensucien tanto”. Mucha pasta, muchos congelados, muchos quesos y fiambres, mucha leche los que todavía toman chocolatada. Para la mayoría, la carnicería es fundamental, ya sea para aprovisionarse para los próximos días o para el asado de esa noche con los amigos. Están los “precavidos” que se animan a las milanesas salvadoras de carne o de pollo que rebozan en el súper para guardar en el freezer.

El soltero compra mucha mayonesa, kétchup y aderezos varios. Las verduras (y las frutas) parecen ser una palabra prohibida, son terreno desconocido. La mayoría se abastece con cerveza y fernet, unos cuantos compran también vino en el super. Muchos aceptan que se tientan con golosinas, chocolates, alfajores y galletas bañadas o rellenas. Hay hasta quienes confiesan comprar milanesas de soja y gaseosas light.

Compro “para tener para picar”, aseguran quienes nunca están en casa. Como la mayoría va sin lista, algunos (como nos pasa a todos) reconocen que se van tentando al paso y echan al carrito. O que suman siempre las golosinas que se exhiben cerca de la caja. ¿Si llevan envases o bolsa ecológica? “¿Qué es eso?”.

En cuanto al levante, son pocos los que se animan a confesar. “¿¡¿¡Levante en un super?!?!? Creí haber escuchado todo… el super es tan romántico como ir al proctólogo”. “Nunca presté atención a ese detalle del levante”, dicen otros haciéndose los desentendidos. “Cero levante”, “No levanto ni sospecha” o “En cuanto al levante, solo de sospechas”. “Levante… solo pasa en las comedias románticas, o en los super a los que yo no voy, o cuando yo no voy”, afirma uno. “Tratar de levantarse a alguien en el super a las 3 de la mañana, mmm… mejor no”, reflexiona el que va en horarios “locos”.

 

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La lista suele hacerla “la señora que limpia”.

 

“A mí me funciona lo de preguntar para entablar conversación con cuanta mujer se cruce. Sobre todo en el área de perfumería o limpieza. Las preguntas estratégicas: ¿Me darías una mano para elegir un champú?, ¿Cuál jabón es mejor para la ropa blanca? Lavarme las camisas solo es un perno…”.

“La góndola de alimento para mascotas es la más adecuada para realizar el intento”. “Poner fiambres y carnes al fondo del canasto y dejar frutas y verduras arriba (la comida sana siempre garpa)”. “No importa si uno no pone nada en el canasto, con fingir interés por algún producto es suficiente”. “Es medio complicado levantar en el super… si no hubo suerte, se intenta con la cajera”, declaran los más osados.

Está el que cada vez que va, compra servilletas de papel y pareciera que las acopia, el que tiene conversaciones mentales entre “el yo” que quiere pedir nuevamente delivery y “el sensato” o la consciencia que opina que ya es hora de ir al super. Los organizados, los que esperan hasta la emergencia, los que pasean y miran aunque no compren nada, los que buscan precio y los derrochones. El que compra lo básico y el que compra sinsentido. El que sabe cocinar y el que se las arregla como puede. Los que no se tienen fe y los que desde que traspasan la puerta vaivén se sienten unos ganadores.

Nuestra conclusión: cada soltero es único, al igual que el contenido del carrito que empujan. Solo una cuestión parece inequívoca. Si un hombre les da charla en la góndola de alimento para mascotas o les pregunta por el suavizante para la ropa… mujeres, ya lo saben: aunque la mayoría lo niegue, se trata de un típico caso de intento de conquista en el super.

 

 

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