Dice que se olvidó de su edad, pero sabe que es mendocino. Le cuesta definirse, por la amplia dimensión que abarcan sus tareas. Se graduó en Artes Plásticas y es licenciado en Pintura. Con Eduardo Hoffman y Mica Priori conformó durante un largo tiempo el grupo Poroto, primer colectivo artístico de Mendoza, originando una corriente que sacó el arte a la calle, aunque afirma, no se puede precisar como artista plástico. Desde muy chico se inclinó por la música: arrancó con Altablanca (banda de rock sinfónico) junto a Mario Matar y Natalio Faingold. Luego forjó Moebius, La Rebelión, El círculo del desierto. Ha compuesto música para ballet contemporáneo, películas y televisión. Tiene temas con Karamelo Santo y Los Enanitos Verdes, aunque tampoco se define exclusivamente como músico, a pesar de que la música atraviesa toda su vida.
Lleva más de un año escribiendo todos los días en su muro. La pc terminó siendo su contacto con la escritura: allí vuelca prosa poética, cuentos cortos, narraciones sobre lo que dejó el día; una especie de diario íntimo o bitácora de vuelo. Comparte lo que hace y no solo cuestiones artísticas, sino viajes por su conciencia y su forma de percibir el mundo. Aunque la escritura se ha transformado en su centro, tampoco es definitivamente un escritor.
En síntesis, Javier Segura afirma ser un artista con gran interés por el mundo de la conciencia. Alguien que a través del arte ha trabajado mucho en el conocerse a sí mismo y conocer a los demás.
¿De dónde viene ese camino de autoconocimiento?
Yo tengo conciencia de verme desde otro lugar, desde muy pequeño. Me refiero a que tengo conciencia de no estar completamente involucrado con lo que estaba haciendo al punto de perder la noción de eso, desde tempranísima infancia. Si no me cerraba jugar al fútbol con los chicos, buscaba otras actividades, me perdía solo por ahí. A mí me gustaba observar la naturaleza. Desarrollé el lenguaje bastante tarde y eso hizo que contemplara más de lo que hablaba. Nací y me crié en ambientes muy vinculados a la naturaleza, lo que me puso reflexivo. Me reconozco como un observador desde muy chiquitito.
Algo no tan común en los niños pequeños…
Esto nace como una angustia de la existencia. Sin conocer aún, un montón de cosas, me producía angustia el estar vivo. Ni el juego, ni la familia ni mis amigos cubrían todas mis expectativas y mis necesidades, entonces tenía que ir como en un viaje de buceo. Me ocurre desde muy chico y se ha mantenido toda la vida.
¿Eso te llevó a experimentar las cosas en tan diversos planos?
Probablemente sí. He hecho muchas cosas: pintura, intervención en espacios públicos, escribí guiones, fui director artístico de radio y creativo en programas de tevé. Es un afán de expresión, pero fundamentalmente de conocimiento. Estudio artes marciales, filosofías ajenas a la tradicional matriz judeo-cristiana, como el budismo y otras corrientes de pensamientos filosóficos. Detrás de todas esas cosas hay un afán de conocimiento.
¿Cómo es tu día?
Son muy diversos, pero el eje de todos los días es la educación. Me dedico a enseñar hace bastante tiempo. Al terminar la relación con los medios de comunicación me fui a Europa. Allí me dije “me quiero dedicar a lo mejor de mí” y entonces tuve que encontrar qué era lo mejor de mí. Entendí que cantar era una de las cosas que mejor hacía y ahí creé la escuela. Me pareció que era bueno enseñar a cantar. Es mi fuente de subsistencia, vivo de dar clases y me involucro mucho en los proyectos de mis alumnos. Trabajo en sus discos, los proyecto al escenario, organizo los espectáculos para ellos más que para mí. Tengo una banda que los acompaña y de martes a viernes soy un profesor. Los otros días hago actividades en plásticas, prácticas de Kung-fu y juego tenis cuando puedo. Mi tenis es una palestra de entrenamiento psicológico y mi hermano Germán ha sido mi sensei, alguien súper pragmático y ordenado, que va tres jugadas adelante con la mente y me ha enseñado a ser un poco más prudente, a pensar más antes de actuar.
¿Qué se aprende poniendo en acción la reflexión y la conciencia?
No me interesa para nada acumular conocimientos inútiles, realmente no tengo ese deseo ni me satisface en lo más mínimo. Cualquier cosa en la que yo trabaje la tengo que poder poner en el día a día: en mejorar mi conducta, en observarme mejor, en limpiar mis relaciones, en depurar mi cuerpo, en mejorar el funcionamiento de mi mente, mi instinto, mi intuición. Si no es aplicable es una filosofía que no me interesa. Todas las actividades trato de llevarlas a la mejor expresión posible. ¿Para qué? ¿Por ser un purista nada más? Yo siempre me pregunto ¿qué es lo único que te interesa de la vida Javier? Y siempre me dije lo mismo: yo no quiero salir ciego de la experiencia de la vida. Con toda la humildad, me interesa la sabiduría por sobre todo, porque lo que deseo es tener paz en mi mente y en mi corazón, claridad, poder ser una persona al servicio de las otras. Curar a la gente al curarme a mí. Eso es lo que me gusta hacer y me tengo que preparar para hacerlo. Tengo muchísimos alumnos y poder orientarlos -sean jóvenes o no- o sacarlos de una crisis a través de la música, es una tarea que requiere estar muy afinado uno.
¿Te gusta ayudar?
Esa es otra de las cosas que atraviesa mi vida, ayudar espiritualmente a la gente. Espero que quienes lean esto no consideren que soy un gurú ni mucho menos, pero desde muy chico tengo habilidad para encontrar los nudos y ayudar a desatarlos. Al tener como una amplitud de criterios o no tener principios tan estrictos, puedo hacerlo con más soltura que gente que tiene que responder a sus doctrinas o ideologías y no puede correrse ni un centímetro porque si lo hace es castigada. Yo soy un libre pensador neto, muy transido por la ciencia, me interesan fundamentalmente, la física y la astronomía.
¿Vamos a la música ¿cómo fue tu experiencia en los conventos para componer?
Con Moebius (trío de cuerdas) hicimos un viaje fundamentalmente artístico, pero tuvimos mucho contacto con una escuela fundada por el inglés Robert Fripp, guitarrista y compositor de King Crimson. Estamos hablando de la época de Emerson, Lake & Palmer, de Led Zeppelin, de Yes, quienes fueron los forjadores de la música progresiva y que formaron grandes bandas. Me gustaba escuchar su música, me llevaba a lugares maravillosos y cuando me enteré que Fripp tenía una escuela llamada Guitar Craft, quise conocerlo. Me pareció muy interesante: eran vegetarianos y no se consumían drogas en la escuela. Era lo contrario a lo que el mundo del rock and roll proponía.
¿Qué te sedujo de esa vivencia?
Fripp planteaba el uso de la ejecución como una disciplina casi religiosa: meditación por las mañanas, trabajo, limpieza. Vivíamos esa experiencia en distintas partes del mundo, en monasterios católicos. En realidad, era una especie de retiro con una guitarra. Lo que más me interesó fue su disciplina zen en el arte de la ejecución de la guitarra ya que trabajás con tu instrumento, con vos mismo para ser un mejor instrumentista. La parte que más me gustaba era las charlas sin guitarra con el maestro. Es una persona que alcanzó un grado de claridad, conocimiento e idoneidad no comunes en el mundo, una persona impecable, de una gran honestidad en lo que hace al arte y la educación.
¿Qué te quedó de esas charlas sin guitarra?
Lo más bonito para mí fue crear una amistad. Podíamos hablar como amigos de cualquier tema, eso fue un regalo para mí. Él salía del rol de maestro o guía y yo me sentía muy a gusto, más cerca. Me enseñó a disciplinarme, a tratar de ordenar la forma en que enseñaba y salir del caos. Como los maestros zen, me hacía resolver asuntos en los que veía que yo no era tan bueno. Así es como me enseñó. Yo era muy rebelde, y creo que lo fui para sobrevivir a la educación estricta y dura que tuve en mi infancia, siendo el hijo de un militar. Finalmente me tuve que disciplinar y hacerme responsable, tal como se lo prometí a mi padre en el momento de su muerte. Hoy para poder manejar una escuela tan grande con tantas personas, he logrado ordenarme.
¿Cuál de tus agrupaciones te marcó más?
De todas las bandas que tuve y a los ojos de lo que la gente considera importante, con ese parámetro, La Rebelión -dentro de las bandas de rock- fue la que más influencia tuvo y la más conocida, con ofertas discográficas y que nos abrió muchos caminos y nos puso en muchos lugares. Musicalmente hablando, fue una banda muy sólida, de gran repercusión. Quizás mi etapa más salvaje y fuerte, de afirmación de cuestiones personales. Igual no tengo alguna menos importante. Todo fue un peldaño, una parte del mosaico general que atravesó muchos grupos: Altablanca, al lado de dos músicos muy importantes en mi vida; Moebius ni hablar o El círculo del desierto. Cada banda, cada agrupación fue como un episodio en la vida para entender algo en particular. Moebius por ejemplo, fue una gran educación en el silencio. La gente viajaba con los ojos cerrados. Ni hablábamos ni argumentábamos, los temas se presentaban y era pura música. Le brindábamos a la gente una experiencia de contacto interno hermoso. Cada época tuvo su fruto y cada fruto fue distinto, imposible de reproducir, maravilloso.
¿Qué definición tiene la música para vos?
Tomaré esta pregunta como un parámetro para meditar. La música fue una maestra para mí, que me ha dado la oportunidad de ayudar a un montón de gente. Es una herramienta muy vinculada al hombre, sin embargo expresa de alguna forma el orden que hay debajo de la naturaleza. La forma en que se organiza una galaxia puede tener que ver con una fuga, porque es un sistema que se repite de alguna manera. La música tiene mucho de matemática, de geometría, pero también de la emoción del ser humano, de su conciencia de ser. Está vinculada al hombre, pero pareciera ser una herramienta divina, algo que está presente, metido en medio de las formas y el espíritu humano, como reflejo de una conciencia más amplia aún. De momento, es una herramienta de aprendizaje, conocimiento y de poder ayudar a los demás.
¿Qué hay de aquí para adelante en tu vida?
Con esto de honrar lo que prometí a mi padre y a mí mismo quiero formalizar lo que he escrito y materializarlo en un libro. Con un proceso profesional, tomar editoriales, que me lo critiquen y corrijan. Quiero darme el gusto de dar un par de conciertos, ya no con mi repertorio, sino interpretar algunas canciones que me han gustado a lo largo de mi vida en varios idiomas. Quiero dejarle a Mendoza un proyecto de industria de la música que se lo he presentado a todos los funcionarios de todos los gobiernos y nunca se logró concretar algo que para mí es una necesidad básica.
¿En qué consiste?
Mendoza no tiene industria de la música. Y si la tuviese pasaría exactamente como con el vino: cuando la uva mendocina conectó con el espíritu empresario se abrió al mundo y nos puso en un lugar verdaderamente de mucha calidad. Nosotros tenemos músicos brillantes, escuelas de música que funcionan muy bien y una serie de cuestiones vinculadas al recurso humano que son de un alto nivel. Pero no tiene una estructura que le permita al músico quedarse y desde Mendoza lanzar su disco. Tengo el proyecto que daría inicio a la industria de la música, y eso lo quiero cerrar porque es una deuda con mi provincia.
Toda una apuesta…
Sí. Me gusta soñar. También hice el diseño de un parque arborícola, de entretenimiento y aventura, que propone la conexión entre abuelos y niños en la transmisión de conocimientos y conciencia para que se rescaten valores. Nació de mi pasión por las casas de árboles y es un parque anti Disneylandia, en donde se trabaja con cooperación y sistemas de ayuda, para que los mismos chicos colaboren. La idea es que sea algo interactivo entre las escuelas de arte, teatro, cerámica; que tenga huerta orgánica para que los abuelos los inicien a los chicos en el cuidado de la naturaleza y a su vez con el cuidado de ellos mismos. Con modernidad y tradición, para que el cuerpo y la mente vayan sanos. Así se canalizarían experiencias y conocimientos: los niños disfrutarían de los abuelos y ellos no se morirían en soledad.
Para concluir ¿a dónde querés que te lleve el final del camino?
Yo tengo un anhelo: quiero que el camino de la vida me lleve fundamentalmente a tener una mirada serena, un corazón ya sin deudas, a limpiar todas mis relaciones, a estar con la valija lista para irme en cualquier momento. El propósito de este viaje ha sido ampliar mi capacidad de conocimiento al máximo y sobre todo ampliar mi corazón al máximo. Pienso que para nosotros como seres conscientes hay una posibilidad de no extinguirse con la muerte, aunque eso no se gana por pertenecer al club judío, católico o musulmán. Se tiene que ganar día a día con el trabajo sostenido. Sería como si la data de una computadora pudiese pasar a otra computadora, con un soporte no material, de energía organizada. Quizás haya una posibilidad de que esa conciencia pueda adquirir nueva forma de organización energética que no necesite este vehículo, sino algo más sofisticado. Tengo una esperanza basada en mi experiencia de que esto es posible. Y si no fuese así, por cualquier razón tampoco me disgustaría, sería suficientemente satisfactorio y maravilloso el poder vivir cada segundo que me quede en este estado de gracia, de no violencia, con un estado de conciencia diferente. Con eso me doy por muy contento.