En sus obras abstractas encontramos técnicas mixtas que abren a los espectadores una red de posibilidades semánticas en diferentes formatos, con primacía del color.
Gran parte de sus cuadros han sido adquiridos por importantes coleccionistas.
En su atelier reina la atmósfera propia de una artista apasionada, extrovertida, amable, divertida. Lienzos, pinturas, pinceles, caballetes, atriles, por todos lados, un delicado caos bajo control.
Fachadas y caretas. Dice Natalia sobre su serie Ventanas, una de sus últimas producciones: “estas obras lo dicen todo, son como una fachada, una careta. Detrás de esas ventanas no sabés con qué te vas a encontrar, manifiestan esa dualidad que existe entre el mundo exterior y el mundo interior”.
Las ventanas de Natalia son cálidas, sencillas, abandonadas, enrejadas, de estilo…, enfrente de ellas está la mirada del espectador que las desenmascara.
La mirada del otro. Sobre el público la artista reconoce que “me ha sorprendido para bien, siempre ha mostrado interés en mi obra, me ha acompañado incondicionalmente en mis exposiciones. Me siguen en las redes sociales, y desde el comienzo de mi carrera se han concretado ventas de mis cuadros. Me hace feliz que el público disfrute con mi obra”.
Vivir del arte y para el arte. “El ser artista tiene que ver con el oficio, con la dedicación, con el amor a hacer, es algo natural en mí, es de lo que vivo, no me imagino haciendo otra cosa. Gozo mi profesión con su rutina, sus compromisos, sus obligaciones. Es la vida misma la que me inspira a seguir este maravilloso camino del arte, para el cual no encuentro una definición. El arte en mí es todo, el arte me rodea, me nutre”.