«Mendoza tiene esa cosa rugosa del material que da mucho por ser expresada. La pesadez de la montaña, lo natural de los viñedos… son líneas que se ven reflejadas de distinta manera en nuestros proyectos. Hay mucho por explorar, por hacer y para crecer», con esta gratitud y pasión por crear comenzó nuestro diálogo con Eugenia -Maru- Mora y Tom Hughes.
Ambos son arquitectos y fundaron su estudio en la casa de la abuela de ella, en ese lugar que fue el «búnker de estudio» de los años de facultad cuando entregaban maquetas. Esta dupla formó su propia familia y sigue codo a codo concretando sueños de propietarios. «Antes que un equipo de trabajo somos un equipo de la vida», dicen casi a la par.
En calle Tabanera funciona su espacio de arquitectura sustentable y gestión integral de proyectos donde no trabajan solos; para ellos la arquitectura es en equipo y por eso, para cada proyecto, arman cuadrillas para lograr obras especiales.
Mora Hughes no se guía por estilos, en cada diseño busca reflejar «una arquitectura de nuestro tiempo y de nuestro lugar, que transmita los valores de nuestra cultura, por eso el uso de materiales nobles que saben envejecer». Maru y Tom son conscientes de que sus obras van a trascender sus nombres, los proyectarán en el futuro y revelarán cuándo y cómo fueron hechas.
Las bases de su hacer arquitectónico creativo
Estos arquitectos entienden que la obra está por encima de todo y, al momento de bocetar una, interpretan mucho más que la funcionalidad de espacios y de formas. Su diseño y decisiones estructurales tienen que ver con lo que sucede allí, con todas las emociones y sensaciones que despiertan la misma obra y, también, con todo lo que el entorno ofrece.
Es por esto que la interacción con el propietario es una de sus bases. Las charlas con las personas que van a construir nunca cesan porque en cada oportunidad «acomodan» lo intangible (deseos, frustraciones, anhelos) con lo tangible (necesidades y requerimientos). El poder leer a las personas e interpretar en arquitectura es el gran desafío que tiene Mora Hughes.
«La magia está en que el proyecto refleje a su dueño, que se involucre, que le imprima su característica y energía, que tenga el espíritu de sus aspiraciones y no tanto porque sea ‘bonito’. De hecho sugerimos que vayan a la obra porque el proceso de construcción es un hito».
El lugar, la zona a construir, el entorno, es el otro pilar de su arquitectura sostenible; el suelo, la tierra, cómo pega el sol, cómo viene el viento son los aspectos que influyen y que proponen maneras de hacer. «Buscamos la arquitectura que salga del suelo», comparten quienes, ante todo, escogen materiales nobles como la piedra, la roca y la madera del mismo lugar de la construcción.
«Nos gusta experimentar mucho con materiales, por ejemplo, actualmente estamos haciendo muros de tierra de gran escala construidos sobre aisladores sísmicos, esa tierra es la que se sacó de las excavaciones», comparte y resalta Tom: «Siempre hay que ir desarrollando la técnica, estamos convencidos de que los proyectos no salen perfectos desde el tablero, muchas veces pueden mejorar y en la obra hay que permitirse, si es necesario, mejorar las cosas cuando se van madurando».
Y la tercera columna de este estudio son ellos mismos, el grupo de arquitectos y de profesionales que debe conjugar las variables con proposiciones de diseño. «Siempre vamos con una actitud propositiva que busca satisfacer al cliente y responder al lugar para que sea una obra digna del espacio y del tiempo que corre…».
Su modelo de trabajo es participativo, no conciben a la arquitectura sin un equipo que ponga en valor el proyecto; «cuando hay química es espectacular, entrar en sintonía hace que salga lo mejor de todos y así resultan cosas maravillosas».
Arquitectura con sentido
Esta dupla no hace las cosas porque sí, su arquitectura tiene todo un sentido, genera sensaciones y es mucho más que algo visual y estructural. Al crear diseños, no buscan que las obras sean ostentosas sino todo lo contrario, ellos tratan de que pasen lo más desapercibidas posibles.
Pero la realidad es que eso no sucede porque sus proyectos son dignos de resaltar por su delicadeza, por su comunión con el paisaje y por todo lo confortable que genera en quien está parado dentro y fuera de la construcción.
Y sí que son importantes sus proyectos, muchos de los diseños que crearon desde el estudio Mora Hughes son recomendados por la Guía Michelin y hasta ganadoras de una estrella, es el caso del restaurante Azafrán Restó, Piedra Infinita de Bodega Zuccardi, La Vida de Susana Balbo y 5 Suelos de Durigutti.
«Mendoza corre con un diferencial que es la industria del enoturismo la cual ha impactado en la arquitectura. El vino lleva la autenticidad de cada zona vitivinícola como así también la gastronomía con los productos locales, y la arquitectura está yendo en esa búsqueda de impronta local. Todo esto se premia y eso es lo que elige el turista que nos visita, un turista que valora el diseño y nuestra cultura».
En esta industria la sustentabilidad juega un rol importante. Muchos productores locales abastecen de materia prima a las cocinas y el personal es de la misma comunidad donde está la bodega o el restaurante. Pero ¿qué pasa con la arquitectura sostenible en Mendoza? ¿La implementan?
«Ya a esta altura es un tema que no se puede ignorar… no podés no pensar dónde va a dar el sol o cómo vas a colocar el proyecto dentro del terreno… Para nosotros, si no es sustentable, no es buena arquitectura; es algo que ya está implícito, hay que ser consciente de lo que tu obra impacta en el medio ambiente y en la comunidad. De hecho nuestra elección de materiales nobles es por la sustentabilidad ya que tienen bajo mantenimiento y el doble de vida que otros».
¿Hay identidad local en las obras?
Nosotros queremos hacer edificios de nuestro tiempo, de nuestro lugar, estamos buscando esa identidad local a través del arte de los materiales; creemos que en el tiempo, esa identidad se va a ver a través de la piedra y la madera.
Las dos partes que forman un todo
El yin y el yang se refieren a dos fuerzas opuestas y complementarias pero interconectadas. Y en este caso podríamos decir que representan a Maru y Tom, una dupla 24/7 que encuentra un equilibrio en sus diferencias logrando proyectos exquisitos, imponentes, funcionales y respetuosos con el entorno.
«Es genial que no pensemos igual y que no tengamos los mismos gustos aunque pareciera que sí. Discutimos muchísimo sobre un montón de cosas y eso es en beneficio del proyecto», comparte él mientras cruzan sus miradas de complicidad. «El estudio abarca todo el desarrollo del proyecto. A él le gusta más el master plan y la arquitectura y a mí, la arquitectura y el interiorismo. Juntos abarcamos más, trabajamos como equipo desde siempre», completa ella.
La obtención de un premio en la UTN por el diseño de un edificio todo sustentable fue el click con el que le dieron vida a su propio estudio de arquitectura. «Eso fue como un cachetazo del destino para decirnos que ese era el camino, el de hacer proyectos nuestros, con la sostenibilidad como pilar».
«Hemos sido afortunados y siempre hemos apostado por los concursos, son instancias donde siempre aprendés, siempre hay ganancia; cada uno es un desafío, una práctica enorme para la toma de decisiones que, en definitiva, eso es la arquitectura, decidir».
Hace 24 años se recibieron de arquitectos y con esas dos décadas de oficio, miran hacia atrás y notan que ya hace tiempo dejaron su etapa de proyectos experimentales:
«Nuestro plus es la consistencia y pureza de lo que hacemos; obras más sencillas sin tanto ‘adorno’, más construibles, con una estética más depurada y una búsqueda de la expresividad del material».
«Tenemos un recorrido y nuestra línea se verá en el tiempo, si es que hay una, surgirá sola», resaltan quienes diseñan «todo lo que las personas puedan habitar».