Matías Encinas, a sus 20 años debuta como protagonista en pantalla grande con un rol que nunca olvidará. La educación del Rey «me marcó para toda la vida», confiesa el joven y talentoso actor sobre el filme de Santiago Esteves que este jueves 23 tendrá su estreno nacional. La película, en la cual Matías interpreta a Reynaldo Galíndez (Rey), es uno de los poquísimos casos del cine mendocino (el último quizás sea Road July en 2010) en llegar a completar su círculo creativo: la exhibición en salas de todo el país.
Matías es el mayor de los hermanos Encinas, el primero que empezó a gatear en una sala teatral mientras su padre, el actor y director Daniel Encinas, no le sacaba los ojos de encima. El Taller no es un teatro para él, es su segundo hogar. Y en esa relación paternal creció su amor por las tablas. Aunque de chico sentía más curiosidad por las cámaras. «Siempre me gustó más lo audiovisual», confirma y no sale de su asombro por debutar en el cine con un protagónico. «Por eso quiero aprovechar este momento para ir a probar suerte en Buenos Aires», se sincera.
Pero algunos sueños escénicos le quedan por cumplir en su tierra natal. Como será pronto el estreno de Pasas y almendras, obra donde por primera vez actuará junto a su padre. Y haciendo de… ¡hermanos!
La charla se extiende, va y viene. Matías toma pausas, alientos, sonríe y por momentos marca su acento barrial como si el personaje de Reynaldo, alias el Rey, habitara dentro suyo. «No es fácil despegarse», advierte sobre ese muchacho marginal que escapa de su fallido primer robo. En la huida, cae en el patio de Carlos Vargas (en la piel del experto Germán De Silva), un guardia de seguridad retirado. La relación entre ambos es el centro de La educación del Rey, una historia que transcurre en la periferia de las luces de ciudad, al borde de los cerros, en la estela del western y el policial negro. Y que tendrá su avant premiere en Mendoza, este martes 21 a las 19.30 en el cine Universidad (Nave Universitaria, Ciudad).
¿Qué se siente estar en primer plano de los cines argentinos, después de haber pasado por carteleras del cine mundial?
La verdad que hasta ahora no lo puedo creer. Es todo muy loco. Me da una emoción, nervios… una mezcla de sentimientos que van variando todo el tiempo. Imaginate que la primera vez que vi la peli terminada fue en España, en San Sebastián, en un cine enorme con un montón de gente y en ese contexto de festival que es impresionante. Ahora me veo en la cartelera de Village, de Cinemark… siento lo mismo, es todo muy raro.
¿Y qué dicen tu familia, tus amigos?
Ellos son los que más me «despiertan» para darme cuenta de que todo esto es verdad, yo todavía no caigo. Ellos están chochos. Es algo muy fuerte que intento tomarlo con calma.
¿Cómo fue esa experiencia de estar en San Sebastián?
Todo fue un flash. Una experiencia tremenda. Conocer tanta gente que sabe tanto de cine, formar parte de ese ambiente, rodearme ya desde el rodaje con un equipo de expertos, disfruté mucho del proceso. Pero llegar a San Sebastián fue único. Además de haber sido mi debut en un festival internacional, y sobre todo de la magnitud de este del cine español, era la primera vez que me subía a un avión. De casualidad conocía Chile. Así que ese viaje fue particular para mí en lo personal. Además, sentí mucho la compañía de Santiago (Esteves, el director), es un ser maravilloso, y nos atendieron muy bien.
¿Y cómo es el detrás de escena de esos festivales?
Todo es muy de lujo para mí, alojarme en hoteles que no pisaría por mi cuenta. Además viví ese furor de cinéfilos por ver a las estrellas. Por ejemplo, me sorprendió cómo lo adoran a Ricardo Darín, lo seguían más que a cualquiera. Después, no estuve pendiente de esa parte cholula, no me saqué selfies con famosos. Soy muy reservado, no soy de figurar, no sirvo para eso. Allá me la pasé viendo películas y conociendo lugares como turista.
¿Cómo te definís entonces?
Soy de perfil bajo. Me gusta estar, escuchar y ver antes que ir a un lugar para ser el centro de la escena. No ando diciendo que soy el protagonista de una película que está en los cines de todo el país y de otros países. Cuando me preguntan, contesto. Si no me dicen nada, mejor. Prefiero también que mi intimidad quede resguardada de la vida pública.
Después de «La educación del Rey», ¿te han salido más proyectos?
Me han llamado para varios casting. Participé en uno de Buenos Aires. Pero esos procesos son lentos. Hasta hace poco actué en Nébulo (primera miniserie mendocina de ciencia ficción dirigida por Gabriel Dalla Torre), en la que hice un papel de villano. Y me gustó ser el malo. Fue muy interesante esa experiencia.
¿Y el teatro?
Justo ahora estamos ensayando una obra con mi papá. Será la primera vez que actuemos juntos. Es una obra de David Eisenchlas que se llama Pasas y almendras. Con mi papá hacemos de hermanos, es muy loco eso (sonríe). Fue interesante generar ese vínculo de hermanos con mi papá.
En los genes llevás el teatro, imagino…
Sí, me crié en la sala El Taller. Siempre me fascinó ese mundo, desde que tengo memoria. Me encantaba meterme en las escenas. Después hubo un tiempo que pasé alejado del teatro, de rebeldía por no seguir los pasos o “mandatos” familiares; pero al final me ganó, el teatro avanzó sobre mí y volví a él. Menos mal porque siento que es mi mundo. No me imagino haciendo otra cosa. Ahora estoy estudiando en la UNCuyo, mi idea es probar suerte en Buenos Aires porque lo que más me apasiona es lo audiovisual y allá tenés muchas más oportunidades que acá. Aprendí mucho con La educación del Rey, ver el trabajo de cada escena, desde lo actoral hasta lo técnico. Me gustaría aprovechar este momento para ver si me sale algo allá en Buenos Aires.
¿Qué recepción creés que pueda tener la película en Mendoza?
Creo que se va a ver y va a ser bien recibida. Sobre todo acá, que una peli mendocina llegue al cine nacional ocurre pocas veces. Eso lleva a que la gente se interese y quiera ir a verla. Yo la disfruté mucho y eso se transmite en pantalla.
Fotos del rodaje: gentileza Matías Encinas
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