Mariano Amieva dibuja desde que tiene memoria. Dibuja y pinta con lápices, birome, con acrílico, con acuarelas, con óleos y con lo que llegue a sus manos. Pasó por las aulas de Artes Visuales de la UNCuyo, pero asegura que su gran aprendizaje fue un viaje por Latinoamérica con sus leyendas, sus colores y su arte; y un estudio profundo del Tarot y el IChing, el milenario libro oracular chino cuyos primeros textos se suponen escritos hacia el 1200 a. C.
«Todo tiene que ver con todo», afirma este artista radicado en El Challao, lejos del ruido, donde tiene su taller y donde se dedica a pintar y a estudiar. Luego de aprender a dibujar a la perfección y de experimentar con lo abstracto en todas sus formas –incluida la química con fuego-, encontró su estilo en una hipnótica mezcla entre los colores de Marc Chagall, el surrealismo de Dalí y el simbolismo latinoamericano.
Él mismo confiesa que algunos de sus cuadros son tan fuertes que aveces los da vuelta para no mirarlos: en una de sus series, llamada Arcanos mayores, está desde el mismo demonio, pasando por un dragón de los siete pecados hasta un sacerdote con temple de locura. En otra serie, bautizada Arte tribal, se esconden mensajes que para cualquier mortal son colores, pero él asegura que tienen un profundo significado.
Un libro y un encierro en el campo
Mariano ha expuesto sus trabajos en Chile y en salas de Mendoza, pero ahora, en pleno COVID19, inició un frenético encierro pintando y escribiendo un libro sobre el Tarot que explora lo más profundo del alma.
Muchos de sus trabajos están vendidos o encargados: su serie Olvidos, que retrata un mundo con objetos humanos pero sin humanos, tiene colores suaves y armónicos, sin embargo hay una fuerte mirada crítica, una denuncia.
En sus acuarelas abstractas persiste la combinación de colores suaves, y sus dibujos con trazo negro, hechos con una simple birome, son tan complejos como profundos, uno puede analizarlos durante días y días.
Mariano nunca deja de pintar y su obra es tan extensa como variada, salpicada por mitos orientales, latinoamericanos y mendocinos, por los libros de Karl Jung y atravesada por esa espiritualidad profunda que seguirá plasmando en su rincón de la montaña, lejos del ruido y cerca de los mitos y leyendas de Mendoza y del mundo entero.