La Masacre de Reed College, de Fernando Montes Vera. Creo en el gusto determinado por la biología y el ambiente natural de crecimiento, algo me gusta porque me gusta. Entonces supongo que la novela de FMV me gusta primero porque sentí una afinidad directa con la forma de la prosa, que por momentos me generó eso que sólo generan las palabras bien encadenadas como las de Bioy, frases compuestas por alguien que desea al idioma con amor pero sobre todo lucidez. Se nota que detrás de esta historia (semi auto y biográfica) flamea una persona muy interesada por los idiomas del mundo en general. Segundo es una historia sobre la monstruosidad, sobre la colonización cultural invertida (en su doble acepción), con trolls, trans, tragachampas; pero sobre todo una novela entretenida mientras se la lee y después, con la especie de humor invisible que siempre respiran las novelas de ideas. La Masacre ganó el premio Dakota 2013, con un jurado integrado (entre otros) por Pola Oloixarac, dueña y señora de “Las teorías salvajes”. Hay un puente entre ambas novelas, un puente digital y antropológico, un puente de piedras sumonizadas por Ludo sobre el cual ambas novelas van tomadas de la mano y dando saltitos para evitar con elegancia el pantano del hedor eterno.
Peter Pan. También estoy leyendo Peter Pan y creemos que merece una nueva traducción, es un libro tan perfecto, lleno de detalles crueles y a la vez mágico y dulce. Ya todos conocemos su historia, recomiendo leer el último capítulo que es de una desolación y horror infinitos, cuando Peter ya no es más que un despojo, un loop biológico, un memento “mori jamás”, que con sus dientes de leche aún sanos se erige como el monumento a la antimemoria: ha olvidado a Garfio, a Campanita, a los niños perdidos, a Wendy, se ha olvidado de sí mismo y todo es una bola espantosa y sin forma ni principio ni final.