Una escapada al pasado, esa es la sensación que te produce cruzar la primera puerta de la casa. Esos primeros pasos en una galería abierta con varias puertas de madera oscura, con clásicos barrotes torneados, te llevan de viaje en el tiempo.
Pablo y Julián Ortiz Baeza nos hicieron el tour guiado por la casa familiar y revelaron detalles de su historia, de las anécdotas y travesuras que vivieron allí cuando eran niños y de todo el amor y unión que siempre se forjó entre esas paredes de adobe. Ellos -y tres hermanos más- son los nietos de una de las seis hijas mujeres de José Guevara, quien heredó la casa y terminó de construirla con el asesoramiento del famoso arquitecto de la época Daniel Ramos Correas. Recordemos que la fundó su padre, Juan Francisco Guevara, en 1870 y bautizada por él como Misia Antoñita.
Los dos hijos de Juan Francisco Guevara participaron activamente en política. José Guevara, conocido como don Pepe fue intendente de Maipú y presidente del Banco Mendoza, su hermano Rafael, fue diputado, miembro de la Convención Constituyente de 1916 y vice gobernador de Francisco Alvarez. También fue ministro de Gobierno, de Industria y Obras Públicas durante la década del ´30. Por la casa pasaron importantes dirigentes políticos y durante la intendencia de José muchas de las reuniones se hacían allí.
Pablo Ortiz Baeza hoy vive en Chile y nos cuenta que suele disfrutar de los veranos en esta casona. Su hermano Julián, hace más de dos años que vive en la «casita» del predio. «Es un lugar mágico; la casita también es de la misma época de la casa grande pero tiene muchas mejoras. Acá es donde siempre estaba la juventud porque está cerca de la pileta, era la parte ruidosa. Los adultos se mantenían en la parte más tranquila».
Mientras caminábamos por los distintos espacios de la propiedad, no sabíamos hacia dónde mirar porque todo era una curiosidad. Las habitaciones, comedor, sala de estar, cada rincón se mantiene tal cual lo dejaron hace más de 100 años atrás. Platos, tazas, jarrones, adornos, acolchados, estampitas religiosas, el retrato de la mujer del hogar en una de las salas principales, una biblioteca con libros en francés, fotografías impresas de la familia, cartas personales… Un espectáculo histórico.
Cada mueble fue traído de Europa y es original de la época, la casa es un museo que debe conocerse. «Nosotros tratamos que todo siga en su lugar, que nada sea movido. Queremos preservar la esencia de la casa». Y es por ese motivo que los hermanos, este verano pudieron trabajar juntos en mejoras como apuntalar paredes, tapar el adobe, pintar y sacar decenas de carretillas con tierra y escombros.
«El compartir este tiempo y trabajar juntos nos hizo sentir niños de nuevo, como cuando jugábamos y nos divertíamos adentro y afuera de la casa». Y es que en ese hogar, los veranos enteros eran de disfrute: «Nos reunimos todos acá. Venía mi abuela con todas sus hermanas, nietos y muchos familiares rotaban porque llegaban de distintos lugares. Me acuerdo que venía la Natita, era como mi abuela, a ella le encantaba cocinar y siempre nos preparaba cosas para comer, siempre había olorcito rico».
Durante el recorrido subimos al altillo y allí Pablo nos cuenta que era el lugar donde dormían todos los niños, que acomodaban colchones en el piso y se divertían. Y puso énfasis especial al confiar que su baño por las noches era una ventana que daba hacia el patio frontal, que lo hacían a escondida de los adultos. Es en ese mismo lugar donde siguen quedándose actualmente las visitas. «La casa siempre te abraza».
La Casa Guevara Arenas tiene un misterio especial: un baúl cerrado con candado. El cual nunca ha sido abierto y no se abrirá «porque justamente ese es el misterio y el motivo de muchas charlas hipotéticas de qué habrá allá adentro». Se encuentra bajo una escalera, en la sala de Don Juan Francisco Guevara.
Una de las habitaciones que más nos cautivó fue el escritorio porque es típico de las películas de época: muebles bajo, con sellos curvos, el tintero y la pluma, silla de cuero, biblioteca colmada de libros y armarios con toda la documentación de transacciones realizadas, libros contables y quién sabe qué más.
Al recorrer sus patios con fuentes, pisos y mayólicas originales, un caminito lleva directo a un sitio especial: una hermita con la Virgen de la Uva, para proteger a los viñedos y bodega que la familia tuvo en el pasado. «Lo hicieron cuando se cumplieron los 100 años de la casa, realizaron un festejo en el cual se inauguró esa virgencita», cuentan los hermanos Ortiz Baeza.
Y sobre la experiencia de tener a parte del equipo de la película «Historias de Vendimia» rodando en la propiedad, nos cuentan que fue algo único. «Llegaron de casualidad dos chicas, se asomaron por el portón y me comentaron que estaban buscando locación. Entraron, sacaron fotos y ahí nomás nos confirmaron que era la casa elegida para hacer el episodio de los Inmigrantes».
Filmaron en los viñedos, el altillo, la galería, el comedor, en las habitaciones y el patio interno. «Hasta fueron a la casa del cuidador, como a las 10 de la noche, buscando una puerta verde antigua y allí la encontraron».
Anécdotas y travesuras dentro de la Casa Guevara Arenas son miles y de hecho, el padre de Pablo y Julián escribió en pandemia un libro de cuentos donde recopila varias de ellas con un plus de fantasía. «Todos los lunes nos mandaba un cuento distinto a toda la familia y para su cumpleaños, recopilamos los 12 y le hicimos un libro impreso».
Este lugar declarado patrimonio histórico – cultural municipal y provincial seguirá albergando muchas historias más y las generaciones más chicas siguen disfrutando de sus rincones, como sucedió en el 1800.
Nota Romina Scatolón
Aportes históricos Valeria Méndez (Casas con Historia, Revista Primera Fila)
Fotos: Gentileza Pablo y Julián Ortiz Baeza