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La belleza de lo artesanal, el equilibrio en cada detalle

Colbo, la marca mendocina que conquista la escena gastronómica internacional, se reinventa con una colección de tazas que redefinen la experiencia de lo clásico con una fusión de diseño atemporal y la calidez de la cerámica hecha a mano.

En un universo que a menudo premia la velocidad y la producción en serie, Colbo se detiene. Observa. Siente. Y crea. Su nueva colección de tazas es una celebración de esa pausa necesaria: una pieza que no solo se usa sino que se experimenta.

“La belleza de lo artesanal, el equilibrio en cada detalle”, anuncian desde la marca. Y no es una promesa vacía. La nueva taza fusiona con elegancia el diseño atemporal con la calidez propia de la cerámica hecha a mano. Cada curva y cada milímetro respira intención.

Hecha en gres rojo andino y esmaltada con precisión en su interior, esta taza no solo redefine la experiencia de lo clásico sino que la transforma en un ritual cotidiano que conecta con el origen. Su estética sobria y sutil refleja el legado de Colbo, pero también su capacidad de renovación. No es solo un objeto utilitario, es una pieza con alma.

Con la intención de generar productos de uso cotidiano y seguir abasteciendo la industria gastronómica con diseño identitario, adelantan desde la marca que están desarrollando una línea de tazas para diferentes tipos y tamaños de infusiones.

No solo se diseñan objetos, se diseñan formas de habitar el mundo

Y Colbo lo hace desde una lógica profundamente humana, donde el diseño no es una fórmula sino una conversación entre la tradición y el presente, entre la tierra y las manos que la moldean.

Sus piezas —de producción semiartesanal— llevan la huella de ese encuentro entre el gesto manual y la precisión del diseño. Están hechas en gres natural, cocidas en hornos de fuego lento y esmaltadas con pigmentos creados especialmente para la marca, logrando verdaderos objetos de colección. Además, cada pieza lleva inscripta en su base la fecha de producción, el número de serie y el número del artesano que termina de darle la forma, previo a su cocción final. No hay dos iguales y en esa diferencia reside su potencia.

La fábrica de Colbo, ubicada en Las Heras, a pocos minutos de la Ciudad de Mendoza, está abierta al público y ofrece una experiencia tangible: es posible recorrer los espacios de producción, ver el trabajo de los ceramistas y diseñadores en acción, y también descubrir cómo cada taza, plato o cuenco nace desde lo esencial.

Allí mismo, además, cuentan con tienda física donde se pueden adquirir piezas únicas y ediciones limitadas en colores que dialogan con la naturaleza y la luz de la región.

Tener un objeto Colbo en casa no es solo elegir un producto. Es invitar una energía, una textura, una historia. Es volver más cálido el café de cada mañana, más sincera la mesa compartida. Es habitar el mundo con conciencia, belleza y calma.

Trayectoria con reconocimiento internacional

La historia de Colbo es también la de su fundadora, Colette Boccara, una arquitecta y ceramista visionaria que en la década de 1950 comenzó a crear en Mendoza sus singulares piezas en gres esmaltado. Inspirada por la belleza de la imperfección, Boccara abrazó las formas únicas que surgían al trabajar con arcilla roja extraída de la montaña mendocina, dando origen a diseños que hoy son emblemáticos de la marca.

Esta nueva creación se presenta en un momento de reconocimiento internacional para la marca. En marzo de 2024, Colbo formó parte de la exposición “Crafting Modernity: Design in Latin America, 1940–1980” en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. La muestra, que reunió más de 100 objetos de seis países latinoamericanos, destacó el papel del diseño en la construcción de identidades modernas en la región. Colbo participó con más de 30 piezas únicas y seriadas diseñadas por su fundadora, Colette Boccara, entre los años 50 y 70.

Sutiles, sofisticadas, únicas. Así se definen y así se sienten. Porque en cada una vive la historia de una marca que entiende que lo bello también puede ser simple y que lo cotidiano, cuando se diseña con honestidad, tiene el poder de conmover.

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