La búsqueda de una arquitectura moderna en su máxima expresión, de construcciones con materiales nobles que se finalizan en el menor tiempo posible y de diseños funcionales con el mejor aprovechamiento de los recursos, nos llevó directamente al estudio del creativo Jorge Amaya.
El arquitecto que nació en España y que en su ADN se lee mendocino al 100% nos abrió las puertas de su lugar de trabajo, un ex cobertizo de finca en donde se pesaban camiones que él mismo transformó en un estudio fascinante: piedras y cemento en el piso, cañas en el techo, un ventanal de gran tamaño que integra el jardín con el interior, ladrillones en paredes, cuadros que él mismo pintó y mesones de madera que hizo con sus propias manos.
Jorge armó su lugar de creación con las mismas características que piensa el hogar de sus clientes: espacios abiertos y simples, luminosos, funcionales a sus necesidades y materiales aprovechados al máximo que reflejan identidad cuyana.
Allí trabaja con su equipo formado íntegramente por mujeres profesionales y también crea sus propios sistemas de construcción que lo ayudan a optimizar cada una de sus obras. El arquitecto premiado por Red Edificar en 2012, 2014 y en 2023 y Procrear Fadea en 2015 nos compartió su historia, sus procesos, todo eso con lo que debe lidiar en el día a día… nos regaló su tiempo, su empatía con la vida y su amor por hacer arte con sus manos.
Jorge Amaya: optimizar y expresar
Las construcciones de Jorge tienen un concepto, él y su equipo plantean las bases para crear espacios que sus clientes quieran habitar, disfrutar y compartir con los suyos; que sean vívidos y que conecten con el entorno natural de afuera. «El mendocino está empezando a pensar en su casa como el lugar donde vivirá momentos de calidad con su familia, donde disfrutará estar, algo así como una casa de vacaciones… se empieza a pedir una isla para juntarte con amigos a cocinar y tomar un vino por ejemplo. Y eso es un lujo, es una arquitectura más sana que le hace bien a la salud física y mental. Tiene que ver con el aprender a vivir».
Revela que el cliente ahora pide algo más, no solo una casa, «son unos aventureros, no se conforman con lo convencional y ese desafío es el que nos encanta porque así las casas son más vivas ya que requieren de una mayor interacción de la persona».
Amaya y su equipo nunca pierden de vista que no se quiere vivir para «mantener un hogar en condiciones» por lo que utilizan mucho hormigón, vidrios de gran tamaño, metales y otros materiales más industriales que tienen mayor vida útil ya que son sacados y elaborados del mismo suelo local.
La arquitectura moderna nació en posguerra y significó «soltar todos los ornamentos y hacer con lo que había a mano», los avances tecnológicos de la época permitieron espacios más amplios y libres para que quedara solamente lo necesario para habitar. «Acá siempre parecería que estamos en guerra porque los presupuestos no alcanzan ni los plazos tampoco entonces vuelve a cuadrar bien esta arquitectura que es muy constructiva».
Y así es que el diseño de Jorge Amaya Estudio está basado en cómo se construye para así optimizar todo: «Las casas que hacemos tienen mucha carga de diseño aplicado en innovar, en hacer lo más posible con lo menos posible en el menor tiempo posible». Un ejemplo de esto es que sus proyectos están modulados, respetan el tamaño en que vienen los materiales, «se proyecta con todas las medidas originales para no cortar, por una cuestión de costos y de no generar tanta basura. Así, la arquitectura es más expresiva».
El también profesor universitario reflexiona que, hoy por hoy, «el proceso de construcción debería ser más ágil» ya que este tipo de arquitectura de planta libre, le permite al cliente ir acomodando su hogar en función a la etapa de vida que esté transitando. «Son casas más dinámicas ya que permiten pensar más allá de las necesidades básicas del momento; las familias crecen y se achican, la casa se puede vender, muchas veces se empieza por el corazón y luego se van haciendo las demás etapas».
Y por todo esto y más, Jorge no duda en decir que, en arquitectura, la tipología vivienda es la más compleja por la cantidad de cosas que hay que resolver en el menor espacio posible y con el presupuesto más chico posible. «Hay que ser muy efectivo».
Jorge Amaya y sus diseños de identidad local 100% visible
«La buena arquitectura si o si tiene que estar muy relacionada con su entorno y con su clima propio. Los proyectos están condicionados por el contexto, acá en Mendoza y en la región Cuyo tenemos nuestro desierto al pie de la montaña, ¿cómo no aprovechar el árido del mismo lote, por ejemplo, para hacer el hormigón de las paredes? Así evitamos usar ladrillos que traemos de otro lado; las piedras, la vegetación autóctona para hacer un jardín único…».
¿Con esas acciones se vuelve una arquitectura sostenible? ¿Existe realmente este tipo de arquitectura?
No, yo soy muy crítico de eso. Es una redundancia decir arquitectura sostenible. La buena arquitectura tiene que funcionar bien sola. Son todas búsquedas y son valiosas pero no he visto ninguna expresión de arquitectura sostenible. Lo más sostenible es usar la menor calefacción y el menor aire acondicionado posible, la menor cantidad de materiales y elegir los que están cerca y no necesitan transportarse.
Para hacer este uso consciente y cuidado del medio ambiente es que Jorge Amaya adecúa e inventa sus propios sistemas de construcción que agilicen todo y se haga un uso eficiente. Tanto en el interior del hogar con ventanales que permitan la entrada del calor del sol y la luz del día como en el exterior, con los jardines de plantas autóctonas que preserva.
«Acá tenemos vegetación natural que es una maravilla, la cuidamos un montón para que sea parte del proyecto final. Nosotros no limpiamos el terreno, no destruimos ni perdemos esa belleza. No está la cultura de valorar la naturaleza del lugar aunque cada vez más, el cliente la pide».
Cuando los procesos productivos se convierten en todo lo contrario
El equipo trabaja a la par con proyectos de obras y construcciones; una etapa alimenta a la otra y una vez que se defina la primera se pasa a la segunda. En esa etapa nada más, puede pasar un año y luego viene la construcción en sí, es decir, otra cantidad tremenda de meses.
«La arquitectura es lenta, tiene una inercia linda y cansadora. Para mí no es admisible demorar tantos años en la ejecución de una casa con la tecnología que hay en la actualidad… Pero no es fácil porque las personas ponen sus manos para crear en la obra. Se necesita tecnificar la obra, acortar los plazos, achicar los costos. Está faltando el desarrollo que nosotros intentamos hacer que es una arquitectura un poco más pre construida y montada, optimiza mucho el uso de materiales y es más consciente a nivel ecológico».
Y para eso es que hace varios años elaboran sus propios sistemas de construcción para optimizar con lo que tienen a mano: «Nuestra idea es ir yendo a un tipo de construcción con hormigones premoldeados que se arman en el lugar, con estructuras metálicas. Tenemos planes de ir acercándonos a soluciones constructivas más inteligentes y mejores para el cliente».
El Dream Team de Jorge Amaya
En todo momento, el arquitecto habla en plural, si bien el estudio lleva su nombre, resalta que sólo no podría y hasta se emociona al hablar de sus pilares, de las cuatro mujeres con la que formó su equipo soñado.
«Es dificilísimo armar equipo y ahora tengo un conformado por unas arquitectas genias. Yo hago los proyectos que se sostienen con este equipo de gestión de obra integrado por Julieta Penna a la cabeza, Carolina Colombi, Mariangeles Pannocchia y Gabriela Ostropolsky, con roles bien distintos. Las cuatro son fundamentales, son locomotoras, tienen muchísima energía de empuje… son mujeres».
Y en medio de una emoción grandísima, reveló que no es casualidad que elija a mujeres para formar su Dream Team. «La mujer nos supera en todo. Todos los días lidian con situaciones en las obras porque a la gente le cuesta recibir órdenes de ellas. Ellas van con todo, son ejecutoras natas, son hábiles para manejar muchas cosas a la vez, para resolver y hacer que las cosas sucedan».
Esta química y trabajo excepcional que hacen juntos los llevó a ganarse menciones y premios importantísimos de arquitectura que si bien «son divinos y son un masajito por tanto esfuerzo», como expresó Jorge, los llena mucho más a nivel humano el premio del cliente: «Verlo feliz porque siente que tiene la casa que quería es lo mejor de todo».
Jorge Amaya, un artista que expresa con el trabajo de sus manos
El arquitecto y docente revela que siempre dibujó con diferentes herramientas pero que nunca le gustaba lo que hacía. Era una necesidad hacer algo con sus manos pero no quedaba conforme y desechaba todo. Hasta que en una noche de insomnio, todo eso cambió. Al menos por unos cuantos años.
A una cartulina la llenó de acrílicos de colores y luego los tapó de negro, dejando que se vieran algunas cositas. En esa pausa del estudio que aprovechó para pintar cayó dormido y al otro día, al despertar, quedó fascinado con lo que había hecho.
«Ahí descubrí que lo había hecho medio sin pensar y que me había gustado por lo que me propuse pintar sin pensar, algo casi imposible… Me encantaba pintar en grandes formatos pero la pasaba mal porque era mucho esfuerzo. Bueno, el diseño y la arquitectura también tienen esto de sufrir durante el proceso y relajar al ver el resultado final».
Jorge se dio cuenta de que la pintura es un lenguaje sin palabras pero con texturas, formas, colores… «Yo podía leer el mensaje que había en mis pinturas, un mensaje que venía de adentro mío. Pintar sin pensar descubrí muchas cosas de mí, flasheaba en colores con esos descubrimientos». Con el tiempo vendió muchas de sus pinturas y otras las guardó para sus casas y el estudio pero un día perdió el camino, «se había desvirtuado todo y no lo hice más».
«Nunca me consideré un artista, quizá ahora estoy viendo que tengo algo de artista por la arquitectura que hago. Sí reconozco a los verdaderos artistas, yo quizá soy un buen intérprete de ellos, no copio sino que reinterpreto».
¿Le darías otra oportunidad a la pintura?
Sí, me encantaría como así también me encantaría ser jardinero, paisajista, carpintero… Me encantaría ser un montón de cosas aunque considero que la arquitectura resume varias de esas cosas, con la arquitectura juego a ser cada una de esas cosas. Me encanta hacer cosas con las manos para las casas que construyo.
Podríamos decir que la arquitectura es un arte de construcción y que hoy está logrando que las personas suelten estructuras sociales. Al menos Amaya también lo siente así al recibir clientes que están en una búsqueda constante de qué es lo que quieren porque lo que ven, no les es funcional ni les gusta.
Una obra arquitectónica es la extensión de nuestro cuerpo, no nos da lo mismo el espacio en el que vivimos, no dejamos al azar la conexión interior/exterior, el diseño, el tiempo, los costos ni la funcionalidad. Ahora elegimos, agrandamos nuestro espacio de interés y así se vuelve todo más rico y sano. Una arquitectura expresiva y vívida, como la que hace Jorge Amaya y su equipo.