<strong>Fausto Caner marcó su legado en tres artistas con los que forjó un vínculo que trascendió la relación maestro-discípulo. Cada uno de ellos trasladó a su propia obra todos los saberes y enseñanzas que supo transmitirles. Osvaldo Chiavazza, Juan del Balso y Daniel Ciancio asumieron con total naturalidad el legado de Caner y hoy, a casi dos años de su fallecimiento, le rinden homenaje en una muestra colectiva que incluye cuatro pinturas de medio formato de Caner.
Italiano de nacimiento, a la edad de cuatro años se trasladó junto con su familia desde Trevieso, una ciudad al noroeste del país europeo, hasta San Rafael. Allí pasó horas en el taller de su padre Elso, quien era ebanista y pintor. Egresó de la ESBA de la UNCuyo y fue profesor de Artes Plásticas en la Escuela Superior de Bellas Artes de Mendoza, donde formó parte de los considerados maestros mendocinos, junto con Selva Vega, José Bermúdez, Roberto Rosas, José Scacco, entre otros.
Pero antes de su paso por la Escuela provincial viajó a Italia becado por el Instituto Dante Alighieri para perfeccionarse en la Academia de Bellas Artes de Florencia, desempeñándose como alumno avanzado en unos cursos dictados por el escultor Vincenzo Bianchi. En esta estadía participó de un Salón de Escultura donde se llevó la medalla de oro; uno de los tantos reconocimientos que consiguió a lo largo de su trayectoria. «Cuando estuvo en la Academia de Florencia fue cuando se metió en el tema del americanismo, si bien ya venía trabajando con sus maestros en eso», comenta Chiavazza.
Su obra, dotada de una poderosa visión sobre la identidad latinoamericana, la geometría y el misticismo, invita al espectador a abrirse a la sensibilidad estética y reflexionar. «La obra de Fausto es un camino entre lo figurativo y lo abstracto. Logra con elementos geométricos formas que remiten a lo orgánico y lo complementa con un manejo del color equilibrado y elegante», explica Andrea Cano, dueña de Mandrágora Galería y gestora de la actual exhibición.
Además de realizar esculturas con una gran técnica y precisión, también se dedicó a la pintura. Ambas disciplinas tienen como nexo su intuición sensible, aquella intuición exclusiva de las artes y que tiene la posibilidad de superar al concepto. Sobre su obra pictórica, él mismo dijo que tiene una «perspectiva oculta». «La llamaba perspectiva oculta a una perspectiva que no es ni la atmosférica, ni la lineal. Tiene que ver con el arte egipcio, el cual se parece mucho al cubismo en esto de mostrar una parte y obviar otra; no es descriptivo ni naturalista, sino más mental. Hay que imaginarse lo que simbolizan esos objetos», explica Osvaldo.
Osvaldo Chiavazza y Daniel Ciancio conocieron a Fausto cuando cursaban tercer año en la Escuela Provincial de Bellas Artes. Caner era su profesor de Escultura y acostumbraba a tener ayudantes; a los alumnos más destacados los convocaba, y con ese mérito llegaron los dos a su taller. Fueron años de trabajo a la par donde la relación se fue afianzando hasta convertirse ya no sólo en su maestro, sino en un amigo.
Nos transmitió la pasión por el oficio, y que el trabajo artístico requiere de mucho esfuerzo y tiempo completo. Su ejemplo y confianza en nosotros fue clave y fundamental para formarnos en nuestros comienzos en este largo camino del arte» dice Ciancio, y agrega «Fausto Caner fue único, sincero con su trabajo y plenamente comprometido con su ser».
Chiavazza describe su relación con Fausto como una salida hacia su otro mundo, el del arte. «Fue como un padre para mí que después se transformó en colega y después en amigo, pero básicamente fue un padre en el arte, alguien que me guio y me metió en un mundo fantástico. Yo siempre digo que tuve mucha suerte de estar en ese lugar y en el momento justo, y agrega «Personalmente es una obra que quiero mucho porque la vi hacerse. Más allá del valor estético y técnico, tengo un gran cariño por ella. Tengo muchos recuerdos lindos de mi crecimiento mientras estaba trabajando al lado de él».
Juan del Balso lo conoció personalmente varios años después, en 2004. Él había sentido una conexión especial con su trabajo y tuvo la oportunidad de charlar con el maestro y de que lo invitara a su taller. Luego de ver personalmente el trabajo del joven, le ofreció trabajar en su estudio. «Pasábamos mucho tiempo trabajando, pero también nos tomábamos el tiempo para hablar, tomar unos mates, un café, un vino…y ahí se volvía más filosófica la charla, más metafísica, y eso siempre terminaba relacionándose con la estética, la obra y lo que uno quiere expresar», cuenta el artista.
«Fausto realmente tiene una obra muy poderosa en todos los sentidos. Era una persona muy sensible a la hora de crear, observar y pensar, veía el mundo de una forma muy particular y muy certera para mí», dice del Baso sobre la obra de su maestro.
Las esculturas de Daniel están influidas de manera directa por la obra de Juan. Él mismo reconoce que a nivel técnico y conceptual le brindó muchas herramientas. Lo abrió al universo de la geometría, del equilibro, la proporción, el constructivismo, pero sobre todo a la sensibilidad de encontrar la belleza en las cosas. «Encontrarme con Fausto fue increíble».
Sin duda, nadie puede sentir indiferencia ante la persona que fue Fausto Caner. Sus ideas y expresiones han marcado a cada una de las personas que tuvieron la oportunidad de conocerlo; al igual que lo ha hecho su obra.
[alert type=blue ]La muestra es una oportunidad única para apreciar su trabajo y su legado. Puede visitarse hasta el 28 de mayo de 8:30 a 18:30 h. en la Bolsa de Comercio de Mendoza (Peatonal Sarmiento 199 de Ciudad). Entrada libre y gratuita.[/alert]