Geografía del Vino no es solo un nombre, es el reflejo de un apasionante cruce entre la enología y los lugares con sus climas, suelos, hacedores e historia. Detrás de este innovador proyecto se encuentra Guillermo Corona, quien encontró la manera de unir sus grandes pasiones: la tierra y sus paisajes, los números y el vino.
Estudió en el Liceo Agrícola la tecnicatura en enología y al completar el nivel secundario decidió convertirse en geofísico. Le dedicó muchos años a la búsqueda del petróleo pero siempre tuvo un pie en el mundo del vino.
«Me movilizaban mucho la montaña y los números. Por eso estudié geofísica, que combina muy bien mis pasiones; al vino lo dejé un poco de lado porque no sabía cómo integrarlo hasta ahora que con Geografía del Vino», comparte Guille.
Su proyecto se convirtió en uno integral que abarca desde estudios de suelo y fincas de bodegas, libros que mapean regiones vitivinícolas y viajes de campo inmersivos. Geografía del Vino conecta a las personas con la esencia del terroir y más que datos técnicos, genera un puente hacia la autenticidad en cada botella de vino.
Estudios de suelo: Desentrañando el potencial oculto
En el vasto universo del vino, donde cada botella cuenta una historia, el suelo es el primer capítulo. El corazón del trabajo de Guille son los estudios de, justamente, los suelos, una herramienta clave para optimizar la calidad del vino. Él no solo identifica las características únicas de cada parcela, sino que ayuda a potenciar lo mejor que cada viñedo tiene para ofrecer.
«Entender el suelo es como descifrar un idioma; cada viñedo cuenta una historia distinta, y mi trabajo es ayudar a que esa historia sea contada a través del vino. Así, el vino cobra identidad y singularidad».
Las bodegas lo contactan para entender cómo sus suelos afectan la producción, «saben que tienen fincas cualitativas y buscan optimizar su propiedad. Muchas veces me llaman para entender qué está pasando y cómo modificar los suelos para obtener una producción cualitativa», explica.
Para Guillermo, el diferencial de la calidad no lo determina solamente el suelo de los viñedos, sino que es un complemento: «Cada vez hablo más de lugares, de climas, de paisajes, sin olvidar el trabajo del productor».
La tecnología aplicada a los terruños
En los últimos 30 años, las plantaciones están más cerca de la montaña y no es por un «suelo mejor» sino por un tema de temperaturas, «se buscan zonas más frescas, las cuales están a mayor altura y producen la máxima calidad; eso es lo que buscan muchas bodegas». El Valle de Uco es un claro ejemplo de esta búsqueda como así también Uspallata, donde antes era impensado encontrar viñedos.
El uso de las tecnologías ayudaron a plantar a niveles altos y la duda es si, con los avances técnicos, veremos nuevas zonas fértiles donde cosechar calidad, a lo que Guille responde: «No hay más zonas nuevas, lo potencialmente explotable ya se explotó. Pero sí veo la aparición de lugares boutique que tienen el objetivo de la calidad y no la cantidad, como la Quebrada de Humahuaca, Barreal en San Juan, la Costa Atlántica, el sur de Córdoba, o hasta el resurgimiento de zonas clásicas, como Luján de Cuyo, donde no se alcanzó a aplicar la tecnología nueva».
A lo que suma: «Desde hace tiempo estamos en una fase de contracción de la superficie plantada en Argentina porque hay una merma y un cambio cultural en el consumo, ahora se elige mayor calidad».
Libros que cuentan historias del terroir
Geografía del Vino también es un libro (y próximamente dos). Guillermo Corona llevó su pasión y conocimiento al papel, a la narrativa destinada a expertos y a cualquier amante del vino que quiera descubrir las historias que se esconden bajo cada copa.
Su primera edición es un estudio «muy técnico» sobre los suelos del Valle de Uco y actualmente está trabajando en su nuevo ejemplar que combina geología, historia y cultura «para entender mejor los terroirs con todos los componentes que lo integran».
«Yo empecé a escribir textos muy técnicos y para probar cómo funcionaría el libro cree la cuenta de Instagram y el blog; ahí fui compartiendo parte de la información y me sorprendió la repercusión, me di cuenta de la necesidad que había por conocer sobre las zonas productivas y decidí lanzar el tomo», relata.
Y no se quedó con ese estudio sino que siguió investigando y craneando su segundo libro. Desde hace cuatro años está entrevistando a personas: «Quiero mostrar que detrás de cada vino hay una historia y un paisaje. En esta oportunidad me centré en seis regiones, dos de Luján y cuatro del Valle de Uco».
Esta obra tendrá muchas fotografías, historias de inmigrantes y mapas, en una especie de atlas con zonas vitivinícolas apto para cualquier amante del vino. «La idea es lanzar más adelante una app para que la gente pueda escanear dónde está parada y ver toda la información».
Viajes de campo: una experiencia inmersiva
«Voy buscando mis maneras de acercar la geología y el vino a quienes quizás no pisan un viñedo, pero quieren entender su magia», dice Guille como introducción a sus Feel Trips. Además, cuenta que desde Buenos Aires le pedían que fuera a dar charlas de vino y él no imaginaba cómo podía compartir su conocimiento y que los presentes comprendieran sin haber vivenciado la altura del Valle de Uco, los aromas a jarilla, la intensidad del sol, el clima mendocino y demás condicionantes de las zonas productivas.
Y así es como organiza sus viajes de campo para quienes desean vivir el vino desde la misma tierra donde nace; en ellos combina teoría y práctica durante jornadas intensivas, recorren fincas y bodegas y sus 5 sentidos quedan inmersos en esta experiencia. Las personas degustan más de 100 vinos, conocen y entran en calicatas, y se llevan todo el conocimiento y sensaciones necesarias.
«Lo que hago es un curso que se vuelve una experiencia transformadora, donde al final del día, todos se van con la información y la foto que vinieron a buscar. Viajar con una mirada geológica cambia tu percepción del paisaje. Empezás a entender cómo cada montaña, río y valle influye en el vino que disfrutás», afirma Guillermo.
Un vino propio como broche de oro a sus pasiones
Sus tantos viajes y recorridos por fincas inhóspitas y micro viñedos, lo llevaron a preguntarse cómo sería un vino con uvas de ahí. Así fue que en 2020, Guillermo le propuso a amigos enólogos hacer una vinificación de prueba, diferente a lo conocido, para divertirse y poder compartir tiempo juntos.
El resultado fueron vinos de paraje de San Rafael, San Carlos y San Juan. Dos Malbec y un Syrah: Sosneado, El Cepillo y Puchuzun, respectivamente, comunicando desde su nombre, su región de origen. «Son mi interpretación de lo que la tierra tiene para decir; una puesta en práctica de todo lo aprendido. Cada etiqueta es un mapa que indica las características geológicas del lugar de donde es el viñedo», explica quien no para de crear proyectos educativos relacionados al vino.
Para Guillermo su línea de vino de 300 cajas es el broche de oro del 2024. De esta manera, finalmente encontró cómo combinar su amor por la tierra, el clima, la historia, los números y el vino en una propuesta integral que invita a explorar el mundo vitivinícola desde una perspectiva diferente.