Comenzaba mi segundo viaje a Europa -durante un mes- con una amiga. Luego de unos días de sol y relax en Palma de Mallorca, ahora sí empezábamos nuestro recorrido exhaustivo por algunas ciudades de Europa continental y Gran Bretaña. El siguiente destino: Berlín. Nuestra forma de reportarnos con la familia era actualizar el estado de facebook con frases como: “En el aeropuerto de Palma, camino a Berlín”.
Esa oración fue el disparador para la historia que sigue, el punto de partida de un “viaje” sin retorno. Como las mejores cosas, que se difunden de boca en boca, por lo que te recomendó un amigo, o el amigo de un amigo… llegó el comentario en cuestión. En este caso fue un amigo de mi hermano el que comentó en mi estado: “¡No dejes de hacer el free tour! Se juntan todos los días a las 11 en el Starbucks de la Puerta de Brandeburgo”.
Sin tener muy en claro de qué se trataba, lo tomé como una recomendación más. Y sin preguntar demasiado, hacia allá fuimos. Poco a poco fueron llegando un montón de caras algo desconcertadas -como las nuestras- en grupos de a dos o tres. Y luego entendimos un poco más cuando aparecieron los guías identificados con remeras rojas. Eran tres o cuatro y cada uno hablaba un idioma diferente. El nuestro era un joven oriundo de España que -según nos contaría después- se había enamorado de Berlín y había decidido quedarse y mostrarles a otros lo más fascinante de esa ciudad.
A la gorra
Lo primero que hizo cada guía fue explicarle a cada grupo dividido por idioma, la metodología del “free tour”, que no es nada más que un tour a pie por el cual no se paga un precio previamente estipulado. Cada persona debe aportar al final de la excursión los euros que considere que valió. Esto teniendo en cuenta la contribución hecha por el guía, sus ganas y la “onda” que le haya puesto al recorrido.
Pariser Platz, la Puerta de Bandenburgo, el Reichstag (edificio del Parlamento), el Memorial a los judíos asesinados en Europa, el búnker de Hitler, Checkpoint Charlie, Bebelplatz, la torre de TV, la isla de los museos… son algunos de los lugares donde el guía se detenía a contar historias. El recorrido duró unas tres horas y media e incluyó una parada a la hora del almuerzo para reponer energías con algo rápido y así continuar.
A Berlín le siguió Amsterdam, Londres, Edimburgo, Dublín… El Monumento Nacional en la plaza Dam, el Arco de Wellington en Hide Park, la iglesia Tron en High Street y la pequeña plaza junto al City Hall fueron -y siguen siendo- los “meeting point”, fáciles de reconocer y de encontrar por cualquier persona. Puntos de encuentro tan obvios como si habláramos de los portones del parque en Mendoza.
Lugares ocultos, personajes que hicieron historia, leyendas, tradiciones, desde los eventos más grandiosos hasta los más dramáticos a través de los siglos… los guías combinan la historia con entretenimiento, un novedoso estilo de visita guiada que ellos mismos llaman “info-tainment”. Te llevan a donde otros no llegan y te cuentan las historias que sólo estando allí cobran sentido. El objetivo es dar una perfecta introducción de la ciudad. Después del tour uno tendrá el tiempo que quiera para explorar la ciudad más a fondo.
Los guías de los free tours están bien informados, son entretenidos -y algunos hasta inolvidables, como el español que me hizo enamorar a mí también de Berlín- y trabajan únicamente a base de propinas, que se dan de forma voluntaria y fundamentándose en la calidad del tour y el presupuesto del viajero.
¡Yo le digo “no” al tour tradicional!
Son 18 las ciudades de Europa, Medio Oriente y Estados Unidos en donde pueden hacerse los famosos free tours. Por orden alfabético: Ámsterdam ,Barcelona, Berlín, Bruselas, Copenhague, Dublín, Edimburgo, Hamburgo, Jerusalén, Lisboa, Liverpool, Londres, Madrid, Múnich, Nueva York, París, Praga y Tel Aviv.
Llueva o brille el sol, los tours empiezan todos los días, religiosamente, a las 11 de la mañana, como estaba previsto. Solo tenés que chequear online el punto de encuentro -introduciendo simplemente palabras clave como “free tour Londres” en tu buscador- y asegurarte de saber cómo llegar.
Vas a encontrarte con viajeros de todas partes del mundo con los cuales podés terminar -como mi amiga y yo- charlando y compartiendo un kebab -un clásico del viaje “gasolero”- o una cerveza al final del recorrido. Los guías se toman su tiempo después del tour para contestar todas tus dudas y hacerte recomendaciones sobre actividades y lugares de esa ciudad según tus intereses.
Después de haber presenciado unos cuantos, mientras las piernas y el estado físico me permitan caminar rapidito el free tour será mi primera elección cuando visite alguna de las otras ciudades de la lista. ¡Vale la pena probar la experiencia! Eso sí, no “traduzcas” nuestro dólar o euro blue a pesos argentinos, ¡allí no vale ser tacaños!