Golosinas, juguetes, caracoles marinos, envoltorios plásticos, cotillón y hasta piezas mecánicas se ensamblan para darle forma a las obras de Erica Leiva, artista plástica mendocina. En ellas conviven el movimiento kitsch, el neopop y el neobarroco y detrás de cada una se esconde una crítica al sistema capitalista, el descarte permanente y lo efímero.
Para Leiva, el proceso de crear una obra empieza con la recolección de objetos que encuentra en las caminatas que suele hacer de manera regular. «Digamos que la deriva por la ciudad es usualmente una parte central e iniciática de este proceso», afirma la artista, aunque en algunas ocasiones también suele comprarlos o se los regalan.
También realiza rastreos en jugueterías, supermercados, bazares, casas de cotillón, kioscos, containers y hasta en la basura de sus vecinos. «Encuentro de todo, desde bolsas de juguetes rotos hasta piezas de descarte de talleres mecánicos. Es como si esta multiplicidad de objetos de diversa procedencia estuviera a la espera de ser recogidos y/o recuperados para relacionarlos entre sí».
La creadora siente un interés particular por unir piezas de diferentes orígenes y descubrir las composiciones resultantes de estas interacciones. «Comienzo al modo de un juego en el que, luego de múltiples pruebas, termino encontrando la composición “definitiva” y en ese momento empiezo a pegar las piezas y a construir la obra».
Objetos industriales como chupetines, gelatinas de diferentes formas, gomitas, juguetes, objetos de bazar, bijouterie y packagings plásticos son solo algunas de todas las cosas que se pueden observar en sus composiciones. Pero también utiliza elementos derivados de la naturaleza: cortezas de árboles, nidos de paloma, trozos de panal de abejas y conchas de mar. «Lo descartado, en particular, me inspira muchísimo. En lo desechado creo que hay un dejo de nostalgia, que me lleva a crear a partir de lo que para otros ya resulta inservible».
Por otro lado, un material indispensable en sus producciones es el vidrio líquido, resina transparente que recubre y genera un acabado brillante y homogéneo que genera una especie de plastificado en las obras.
Pero, al fin y al cabo, la combinación de todos esos elementos deriva en el deseo de la artista por producir nuevas formas y significantes en relación a las múltiples problemáticas que la interpelan.
Más allá de la iconografía de los objetos y su finalidad, lo que a Leiva le interesa de ellos es ciertos simbolismo vinculado a su recuperación -en el caso de las piezas descartadas-, pero también a otros significados que se relacionan con los elementos que suele comprar. «Es en ese preciso instante, cuando los objetos dejan de ser lo que son, cuando aparecen las temáticas y las problemáticas que me interesan, que busco visibilizar y poner en tensión».
Cada una de sus obras involucra una multiplicidad de aristas. «Lo que me atrae es que cada espectador tome de ella lo que le resulte más pregnante o aquello que lo interpele más, según su propio horizonte de expectativas y experiencias. Es decir, no cerrar la obra a una lectura unívoca, sino por el contrario, enfatizar su carácter polisémico».
Si bien el universo de problemáticas que la atraviesa es muy amplio, se puede sintetizar en tres grandes líneas: una vinculada a las interacciones humanas dentro de un sistema capitalista, basado en el consumo vacío, desmedido, en el descarte permanente y en lo efímero; otra vinculada a una crítica al sistema patriarcal, de la que se desprende la lucha del ser humano contra sus pares por alcanzar poder, el exitismo; y otra relacionada con procesos individuales introspectivos, de la que resultan composiciones de carácter más onírico o surreal.
Al abarcar tantas aristas, sus obras se convierten en creaciones complejas, impregnadas de diversas corrientes y movimientos. Desde los materiales hay una marcada impronta kitsch. «Utilizo materiales “ordinarios”, de bajo costo, y en algunas obras mezclo objetos de diversa procedencia, lo que muchas veces es considerado de mal gusto por ciertas estéticas hegemónicas». También, analizando la aglomeración de piezas y el horror vacui, aparece el neobarroco. El el neopop se hace presente por el tipo de objetos utilizados, sus colores vibrantes y el acabado brillante y homogéneo que les da un dejo de artificialidad.
Sobre la artista
Erica Leiva nació en Mendoza. Estudió Artes Visuales en la UNCuyo y se especializó en pintura. A pesar de esto, casi desde el comienzo de su formación pintó muy poco. Empezó a trabajar con ensamblajes de piezas de yeso, de carácter decorativo y kitsch, en los que combinaba colores pasteles y vibrantes, anulando por completo el bastidor rectangular; terminó la carrera ya inmersa en esta línea de trabajo. En paralelo, se formó también en otros lenguajes artísticos como la fotografía y el videoarte, siempre con un interés por lo experimental.
El interés por utilizar objetos encontrados en sus obras empezó alrededor del año 2010. Tiempo después, comenzó a interesarse por trabajar con objetos industrializados, recogidos de la calle, pero también comprados. Este vasto espectro de figuras se convirtió con el tiempo en un “banco de imágenes” con el que cuenta para componer y crear. Reservorio que por otra parte nunca deja de crecer, ya que constantemente está en la búsqueda de nuevos objetos.
Para conocer más sobre el trabajo de Erica Leiva es posible visitar su casa-taller con cita previa, comunicándose a través de su cuenta de Instagram