Por Jimena Fernández Arroyo
Un fin de semana largo puede ser la ocasión ideal para salir en familia, con amigos o en pareja. Y aunque el vino podría ser el compañero ideal para pasar un día espléndido, no suele aparecer entre las primeras opciones, quizá porque aparece como una bebida exigente en su cuidado. Sin embargo, el secreto está en saber elegir el vino y cómo transportarlo y conservarlo. Así que es cuestión de animarse: buscá una heladerita y salí a disfrutar de tu propio wine bar en la montaña, en el río o hasta en el parque.
La verdad es que elegir un vino para un paseo de este tipo es muy gratificante: basta con pensar en una copa al aire libre, con el paisaje mendocino de fondo, para darnos cuentas de que la opción toma forma.
Estos son los consejos a tener en cuenta:
* El horario ideal de apertura de la «caja mágica» es al atardecer, luego de un intenso día de sol.
* Optar por copas sin tallo. Aunque hasta hace algunos años probablemente no hubiéramos imaginado tomar vino en una copa sin tallo, hoy se encuentran en todos lados ya que, como todo, la cristalería también sigue modas y tendencias. Una de ellas fue buscar la forma de disfrutar del vino en algo un poco más casual y práctico para lugares sin tantas comodidades como una playa, la orilla de un río, y hasta la previa de un asado al aire libre. Es importante que sean copas de buena calidad para poder disfrutar a pleno el vino que contengan.
* Elemental es contar con una simple y amplia heladerita clásica o una modesta de telgopor. Fraperas o icepacks, que son bolsas plásticas con capacidad para una botella, son súper cómodas para mantener frío el vino.
* Hielo: el justo y necesario. No excederse ya que podemos «anestesiar» los vinos.
* Elegir vinos que lleguen a la copa frescos. Por encima de los 6º y por debajo de los 12º. Un consejo de temperatura es siempre pecar por frío y no por caliente porque que el vino va a tomar la temperatura ideal con el tiempo en copa.
* Lo ideal es optar por vinos blancos y rosados, o tintos jóvenes. Salvo que estés en un lugar muy frío, claro.
* Una buena trilogía de blancos sería: Chardonnay, Sauvignon Blanc y Torrontés. Los Chardonnay, sin madera o con un paso breve, son muy seductores por sus notas a manzana o peras. Para aquellos a quienes les gusten los tragos más secos, el Sauvignon con su personalidad cítrica, y dejo a pomelo y hierbas frescas es la opción indicada. Los que se animen a una copa más salvaje: el Torrontés. Cepa noble pero algo indomable, expresa flores, durazno blanco y esa persistencia de sabor amargo que lo hace tan particular.
* Si eligen tintos, que sean Malbec o Syrah. Al optar por vinos frescos, el Malbec cuadra de maravillas. Tiene notas características a frutos frescos como la ciruela y el perfume de violeta. Para los que buscan un vino más musculoso, van a encontrar en el Syrah una expresión más especiada sin olvidar la fruta roja jugosa.
* El rosé siempre es bienvenido. Y más en verano. Elegí los rosé sin azúcar, donde prima la frescura.
* Elemental llevar un sacacorchos y una servilleta blanca, esto para servir todo con prolijidad. Año a año se van sumando las botellas de buenos vinos con tapa a rosca que son mucho más cómodas en contextos agrestes.
* Y por último, una buena lona como mantel. La idea es animarse a nuevas ceremonias. A veces el vino es visto por muchas personas como una bebida formal, que sólo puede beberse bajo techo y alrededor de una mesa. ¡Pero no tiene que ser así! Amigos, familia, pareja, aire puro, el silencio de la naturaleza solo interrumpido por la charla… ¡Salud!