Una inversión de 105 millones de pesos y el trabajo apasionado de un equipo de restauradoras devuelven a la mansión los murales que alguna vez pintó el artista plástico.
«La gente va a conocer una Casa Fader que jamás conoció. Va a ser totalmente distinto», asegura Luis Serrano, el encargado de la comunicación y de la gran fiesta que el 29 de noviembre los mendocinos van a vivir con la reapertura de una mansión emblemática, que había quedado casi derruida y con murales valiosísimos tapados y olvidados.
La casa Fader-Guiñazú supo ser una finca de ensueño, con una gran fuente enmarcada por rosales, laberintos de plantas y flores al estilo francés, y esculturas y murales pintados por Fernando Fader durante siete años.
Con el paso del tiempo, solo había quedado visible el enorme baño con pileta de venecitas, rodeado de cuadros y murales. Lo demás se fue tapando con madera, con cartón prensado y con pintura blanca: las grandes obras desaparecieron de las paredes, los pisos calcáreos se arruinaron y la mansión fue perdiendo su esplendor.
En la inauguración, la casona volverá a brillar como en sus años de gloria. Pero además habrá varias sorpresas: intervenciones artísticas, hologramas, objetos inspirados en Fader y una fiesta abierta para celebrar que Mendoza recupera una parte de su historia.
Las manos de un equipo de mujeres
La casa museo no resistió el descuido, pese a los esfuerzos de una Asociación de Amigos que trabajaba a pulmón para mantenerla, y cerró sus puertas en 2012. En 2016, se llamó a concurso a restauradores para que volviera a ser lo que alguna vez fue.
En el hall central, por ejemplo, se hizo la magnífica boda de Adela y Fernando, y no faltó nadie del mundo de la política, la cultura y las grandes familias de la época. Las paredes estaban enmarcadas con una madera que recién ahora, y gracias al trabajo minucioso de los expertos, vuelve a brillar como entonces.
«Esto marca un hito en la historia de la restauración en Mendoza. La mansión ha sido intervenida de forma científica y técnica», explicó Cristina Sonego, una de las dos restauradoras que ha liderado el equipo de doce artistas visuales encargadas de poner amor, paciencia, talento y muchas horas de trabajo subidas a andamios o tiradas en el suelo.
«El proceso ha tenido diagnóstico e investigación que ha permitido plantear las bases para todo tipo de restauración en Mendoza y los materiales que se utilizan. Ahora muchas de las pinturas que estaban ocultas se van a poder ver por primera vez, por eso decimos que es un hecho social histórico para la provincia», contó Sonego, que ha liderado este equipo femenino que ha logrado una gesta artística, patrimonial y cultural.
Capa a capa
El proceso llevó cuatro años de trabajo incansable, con mucha paciencia y cuidado, ya que en algunos muros hay varias capas de distintas pinturas y todas se podrán apreciar.
Primero, se reforzó la estructura de la construcción para poder intervenirla. En la segunda etapa se encaró la reconstrucción y puesta en valor de los componentes arquitectónicos y artísticos de la casa histórica, la puesta en valor de su museo jardín y la remodelación del sector frontal de acceso, donde a finales del Siglo XIX y principios del XX se hicieron grandes fiestas, como el casamiento del que se habló por años.
En todo este proceso, además, intervinieron ingenieros, arquitectos y carpinteros, que pusieron el cuidado que se debe poner en toda restauración que se precie y que lograron recuperar una de las grandes mansiones de la vieja Mendoza, muchas de las cuales quedaron perdidas, derrumbadas y hasta transformadas en peloteros.
La casa en la campiña que un suegro encargó al yerno
Emiliano Guiñazú adquirió la propiedad a finales del siglo XIX , como casa de descanso para los fines de semana y para grandes fiestas de la sociedad mendocina.
En 1904, Guiñazú se contactó con Fernando Fader, hijo de una acaudalada familia que había llegado de Europa para instalarse en Mendoza, cuyo nombre empezaba a destacar entre los amantes del arte.
Le pidió al hombre nacido en Francia y mendocino por elección que la decorara. Y no quedó muro sin sus pinceladas. Emiliano quedó maravillado con el trabajo de Fader que difundió su obra entre sus amistades y lo alentó a abrir la academia en la que conoció a Adela, con quien se casó en 1906 en el hall central de la casona, con una majestuosa fiesta en los jardines.
Emiliano y Narcisa se fueron a Europa después de la boda, pero en 1907 Guiñazú sufrió un paro cardíaco y murió en Sevilla.
Narcisa cumplió con la última voluntad de Emiliano: donar a todos los mendocinos la casa de verano que fuera sede del Museo Provincial de Bellas Artes, hoy Museo Emiliano Guiñazú – Casa de Fader. La propiedad, que además contaba con un «museo jardín» de estilo francés que ya está en su última etapa de restauración, fue declarada Patrimonio de la Provincia en 1998.
Fader ya vivía en Córdoba, a donde se trasladó por un problema respiratorio. Pero dejó su alma en la casona que hoy vuelve a latir.
El número: 1700 obras
«Se ha hecho un trabajo histórico de restauración para Mendoza. A lo largo de este proceso se han descubierto cosas importantes, se ha hecho una colección de 1.700 obras que tiene este museo», dijo Diego Gareca, secretario de Cultura «Para la reapertura se hará la muestra con toda la colección del museo Fader. Los jardines están recién sembrados, por lo que no serán visitados, pero el resto de la casa está abierta para todos los mendocinos. Hoy está todo distinto, los invitamos a que vengan una vez más a conocerla», agregó.
[alert type=white ]La cita es el 29 de noviembre a las 21 horas, en San Martín 3651 de Luján de Cuyo.[/alert]
Fotos: Valeria Mendez