Por Jimena Fernández Arroyo
Nos adentramos en terrenos explorados por Freud –y posteriormente por Jacques Lacan, por supuesto– con un experto en la materia, el doctor Fernando Mó.
Fernando Mó es miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, es Responsable del Centro de Investigación y Docencia de San Juan, perteneciente al Instituto Oscar Masotta.
–¿Qué es el psicoanálisis lacaniano, y qué diferencias tiene con la práctica fundada por Freud?
–El psicoanálisis lacaniano es una práctica orientada por la lectura que hizo Lacan del descubrimiento freudiano. Lacan llamó a esto su «retorno a Freud».
Más que diferencias entre ambas hay continuidad lógica, y lo distinto está dado por la diferencia de las épocas en las que Freud y Lacan respondieron al malestar vigente. Ambas respuestas comparten los mismos principios.
–¿El psicoanálisis implica un tratamiento largo? ¿Qué hace el psicoanálisis en una época en donde las personas buscan soluciones rápidas, por ejemplo a través de la farmacología?
–No necesariamente el tratamiento es largo, por el contrario. La prisa es un aspecto muy importante de las sesiones; el psicoanálisis toma muy en cuenta el tiempo y pone mucho cuidado en no desperdiciarlo. El psicoanálisis, frente al apuro sin horizontes, se aboca al desafío de acompañar a un sujeto que sufre a disponer, paso a paso y del mejor modo posible, un horizonte propio más claro; y a nivel subjetivo, es lógicamente más ágil que lo que describía anteriormente.
–¿Cuáles son las grandes obsesiones de nuestro tiempo?
–Tomando el trabajo que se produce en la Orientación Lacaniana, podría nombrar algunas: el cuerpo, el imperativo que actualmente lo habita, y la imagen. Luego de que los grandes ideales que orientaban a los sujetos perdieran autoridad, se ha pasado de la organización por la prohibición del goce hacia lo contrario, al empuje a gozar. Esto produce nuevas dificultades que inciden en el modo de vivir el amor, las soledades y los lazos contemporáneos; produce sujetos desbrujulados, nuevas configuraciones familiares, entre otros nuevos síntomas.
–Se dice que en nuestro país consumimos mucho cine de Woody Allen, cuya obra está llena de asuntos como la inestabilidad emocional y su tratamiento psicoterapéutico, normalmente abordados desde la comicidad. ¿Qué podés decirnos al respecto?
–Hay en las películas de Woody Allen una atención hacia las preguntas de la existencia y el dilema de los lazos amorosos, hay referencias constantes al padecimiento subjetivo y al psicoanálisis, y el tono de comedia no es menor. Lacan plantea que es necesario un paso de la tragedia a la comedia como saldo del análisis de cada uno.
–Hay quienes aseguran que el psicoanálisis no es científico, que es «sarasa», ¿qué decís frente a esto?
–Que hay en la actualidad un delirio de la cifra, y que aquello que no ingresa en una contabilidad es desestimado. Hoy las estadísticas pretenden ser un nombre de lo real, y en ese remolino los fenómenos únicos son diluidos; a eso se lo considera científico. Son vaniloquios cientistas, cada vez más aspirados por el mercado y la evaluación que aseguran su financiamiento. En otro orden de cosas, la incidencia del lenguaje sobre los cuerpos vivientes produce fenómenos únicos que el psicoanálisis no deja en el anonimato. Cada quien se orienta en la vida con el sentido al que puede arribar, y ese es el núcleo duro que hay que preservar. Este es un tema trabajado en la Orientación Lacaniana, a la que le ha tocado defender su práctica de la tendencia actual hacia el anonimato.
*La imagen de portada de este artículo es una escena de la película A dangerous method (2011), de David Cronenberg.