Cuando los límites de cada disciplina artística son difusos y el artista va más allá de cada campo podemos decir que estamos ante un creativo multifacéticos. Así la magia personal de cada uno llega a nosotros en diferentes formas. Ese es el caso de la artista mendocina Joana Ortega, quien no discrimina soportes a la hora de plasmar artísticamente sus ideas.
En lo últimos años has estado muy vinculada al mundo del teatro, específicamente al vestuario. ¿Cómo gira en ese sentido tu carrera como artista plástica?
Yo me considero una artista visual. Estudio artes plásticas desde los 11 años, toda mi formación ha estado ligada a esa tradición. Pero a los 20 años empecé a trabajar con un grupo de amigas para hacer vestuario y objetos para obras de teatro. Como grupo no prosperamos, pero cada una hizo su camino personal.
Quizás así empecé a vincularme al vestuario o a la escenografía de teatro. Sabía coser lo básico, lo que me había enseñado mi mamá, y eso era suficiente para empezar a crear lo que yo imaginaba. Con el tiempo me asocié con Leo Peralta, que es diseñador de indumentaria; con él hice un montón de trabajos en conjunto, y de esas experiencias aprendí muchísimo. Trabajamos juntos en Vendimia y en la mini serie “Las Viajadas”, por ejemplo.
Pero volviendo a la pregunta, mi carrera no va girando hacia un lado o hacia otro, para mí es todo lo mismo. Desde siempre dibujo, pinto, me gusta sacar fotos, coser, veo mucho cine, viajo todo el tiempo en internet, he trabajado en direcciones de arte de cine y televisión. No podría encasillarme en un solo campo del arte, está todo ligado. Yo produzco y experimento todo el tiempo con mis ideas, y las hago dialogar con diferentes materiales y soportes; incluso con mi cuerpo, conmigo misma.
El trabajo con vestuarios, por ejemplo, me llevó a una síntesis en mi obra, con la que he “flasheado” este último tiempo. Mis esculturas blandas (confeccionadas con tela, guata, e hilo) son el resultado de esa síntesis, son la fusión entre los conocimientos de corte confección y la escultura. Creo que eso se da porque soy muy segura de mi técnica, la domino muy bien; pero tampoco me quedo ahí, experimento nuevos formatos, como las técnicas ligadas a las nuevas tecnologías, que actualmente son un desafío para mí.
Además pienso que el mundo del teatro ya está en mis trabajos desde siempre, por el tipo de dibujos que yo hago, donde la estética es súper figurativa, y la composición está formada con personajes en alguna situación, y eso es teatro, personajes en situaciones. Mis dibujos son momentos congelados que en el teatro están en plena acción; y además llevan atuendos particulares.
Y en la dirección de arte, por ejemplo, es lo mismo, elegís objetos, una prenda, lugares, sugerís situaciones y eso es estar dibujando, o pintando, lo que cambia es el soporte, pero siempre ponés lo mismo de vos, tu estética, tus gustos, tus ideas, etc.
Hiciste hace poco el vestuario para la versión de Federico Ortega Oliveras de la ópera barroca “Dido y Eneas”. ¿Cómo bajaste tus ideas en este trabajo?
En teatro (como en cine) el director es quien te da las premisas en la que debés basar tu propuesta. Y es en esa propuesta donde dejás tu marca personal.
Dido y Eneas es una ópera de Henry Purcell, del año 1682. Trata sobre una tragedia griega que nuclea la historia de amor de Dido -reina de Cartago quien desespera y se suicida- ante el abandono de su amante Eneas, un héroe troyano.
Cuando en 2011 Fede nos convoca a Leo (Peralta) y a mí, nos hace una propuesta muy clara y definida: quería una puesta en escena contemporánea, que contrastara, y que no tuviera vinculaciones estéticas epocales.
De acuerdo a esa premisa creamos un vestuario fuera de lo común, en el que preponderaban los “conceptos”. En esa misma línea continué la dirección y confección de vestuario de la nueva edición que tuvo lugar este año en el Teatro Independencia.
Por ejemplo, el concepto de la “maldad” va y viene en la historia, y es también expresado en el vestuario, todo está vinculado. El séquito de la brujas está representado por un grupo de enfermeras que parecían extraídas de fantasías hot-perversas, como símbolo de una de las expresiones de la maldad.
El tipo de “vestimenta laboral” fue algo que nos inspiró también para representar el clima de contemporaneidad que buscaba el director. Uniformamos a los músicos como si fuesen obreros municipales, todos estaban vestidos con mamelucos, a excepción de Gabi Guembe – la única mujer de la orquesta-; a ella le resaltamos su feminidad, y le confeccionamos un vestido naranja de tela tipo overol, con cintas iridiscentes, continuando con la estética del vestuario de la orquesta.
¿Y cómo respondió el público a esa propuesta?
El público de la ópera es un público que “pone el ojo” en el vestuario, es bastante clásico y conservador, y por eso, si bien hubo mucha gente a la que le gustó la propuesta, hubo otra que dijo “que kitsch el vestuario”, utilizando el concepto como algo negativo. Y esa es ya una visión muy antigua, decir que lo kitsch es negativo.
El vestuario era contemporáneo, como te dije, y eso para mí fue una propuesta muy acertada del director, al igual que convocar a un ballet contemporáneo y no a uno clásico, porque eso provocó una amplitud de público. Gente que quizás iba poco a óperas, o nunca fue a una (gente muy joven sobre todo), se sintió atraída por la reseña, que fue el anzuelo para descubrir lo mejor de la obra: una ópera que vocal y musicalmente es perfecta y respeta la ópera barroca original.
La puesta en escena vino como a romper esa tradición y puso a los personajes en otro espacio, en otro ámbito, que es mucho más cercano a nosotros.
El vestuario de tus personajes es bastante particular. ¿Cómo surgen esas ideas?
Mi inspiración es muy visual. Soy una amante de internet. Navegando llegué a páginas e imágenes que me han disparado muchas ideas para mis obras. Lo retro, lo vintage. Fue una búsqueda genérica, así llegué a imágenes que me llaman especialmente la atención. Personajes de ciencia ficción japonesa y estadounidense, particularmente de los años ´50, ´60 y ´70, por ejemplo, son imágenes que hoy me inspiran mucho.
Consumo imágenes que tienen que ver con el mundo de la moda, las colecciones de Miu Miu; de Kenzo ; o de Anna Sui (que juega con estéticas étnicas de tribus de oriente). Adidas también me encanta; como así también el look de ciertas tribus urbanas japonesas, como las “gothic lolitas”, o los “fruits”. Los años 50, y los 80, también me inspiran mucho, Almodóvar trabaja muy bien con la estética de esos años, y le pone una impronta Kitsch que a mí me encanta.
Es indiscutible que tenés todo un universo visual que, por la pasión con la que lo contás, jamás se agota.
¡Jamás! (responde con ímpetu y entre risas)
… El estímulo visual es para mí tan importante como la producción; son parte de un mismo proceso, donde el resultado siempre será personal y único. Y esto que te digo lo veo todo el tiempo, no sólo en mi propio proceso creativo, sino también en el de las personas que vienen a los talleres que dicto en mi atelier. Partimos de premisas similares, y es emocionante ver cómo, en el proceso, van configurando obras que son verdaderos “cosmos” personales.
Descubrí más de su propio cosmos en https://www.facebook.com/joana.celeste.ortega
O presenciá sus talleres para descubrir el tuyo!
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