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Desconectar para reconectar: el antídoto al bombardeo digital

El exceso de conexión digital nos está alejando de nuestra salud mental, las relaciones auténticas y el disfrute del presente. La psicóloga María José Rosta explica en esta nota por qué es crucial aprender a desconectar y cómo podemos hacerlo desde pequeñas acciones cotidianas.

La hiperconexión domina nuestras vidas, pero cada vez más personas están buscando momentos simples y significativos: ponerse al día con amigos, brunchear en pareja, leer un libro, escuchar un disco, escribir o simplemente contemplar el mundo a su alrededor. Este deseo de desconexión no es solo una tendencia pasajera; responde a una necesidad sociológica y psicológica de recuperar el equilibrio en nuestras vidas.

 

El costo de la hiperconexión: relaciones en “piloto automático”

Hablamos sobre este fenómeno con la psicóloga María José Rosta, quien nos brindó un marco científico y social para comprender el impacto del bombardeo digital: «Estamos en un momento bisagra. La problemática está sobre la mesa y se está empezando a debatir a nivel mundial, tanto en salud como en educación. Vivimos en una sociedad que nos exige estar disponibles y productivos 24/7, lo que genera una presión constante. Aunque las redes sociales conectan, también desconectan los vínculos reales por el afán de estar en todos lados.»

La hiperconexión no solo afecta nuestras relaciones sociales, sino también nuestra salud mental y física. Majo señala que nuestro cerebro no está diseñado para lidiar con niveles de hiperestimulación y multitarea continuos, lo que puede derivar en estrés, ansiedad, problemas de sueño y dificultades para concentrarse.

El uso excesivo del celular y otros artefactos digitales impacta en nuestras relaciones interpersonales. «La falta de presencia real afecta la confianza y la intimidad en los vínculos. Estar físicamente no es lo mismo que estar emocionalmente disponible. Cuando no escuchamos al otro, las relaciones pierden profundidad y autenticidad, y aparecen sentimientos de soledad y desvalorización», comenta Majo.

Además, reemplazar las interacciones cara a cara por pantallas reduce nuestra tolerancia al aburrimiento, espacio clave para conversaciones significativas. Muchas veces, este «piloto automático» nos lleva a hiperproducir y desconectar genuinamente con quienes nos rodean.

Reconectar: un acto necesario

Desconectar no solo es beneficioso para la salud, sino también una herramienta para reconectar con nuestras prioridades. «Reducir el estrés, mejorar el sueño y fomentar la introspección son algunos de los beneficios de desconectarse. Es en estos espacios donde podemos disfrutar realmente de la compañía de los demás y de nosotros mismos», comenta Majo.

Aprender a desconectar también nos ayuda a analizar qué actividades suman a nuestra vida y cuáles hacemos por rutina. Identificar estas señales de alerta puede ser clave:

  • Cansancio constante.
  • Problemas para dormir.
  • Irritabilidad o ansiedad al no estar con el celular.
  • Uso del celular como escapismo.
  • Impacto negativo en relaciones o productividad por exceso de pantalla.

Opciones locales para desconectar 

En nuestra provincia, las posibilidades de reconectar con la naturaleza, con los demás o con nosotros mismos son amplias. Desde senderismo en los cerros, yoga al aire libre, talleres creativos de cerámica o pintura como Coparte o Vibrare, hasta planes simples como un picnic en familia o amigos en cualquiera de los parques y plazas que caracterizan a Mendoza. 

Para elevar estos planes a otro nivel, te dejo un juego de preguntas interesantísimo y nacional llamado En Palabras, que incluye una cajita para guardar celulares y concentrarse en el momento presente.




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