Hoy todo es celebración y reconocimiento para Daniela Espinoza, la talentosa cocinera venezolana que llevó a Mendoza y al país a lo más alto de la gastronomía joven, tras consagrarse con el Premio Acqua Panna a la Conexión en la Gastronomía, en la final regional Latinoamérica de la San Pellegrino Young Chef Academy.
Tiene 27 años y hace solo ocho que se dedica a la gastronomía; ella comenzó estudiando artes pero al migrar a la Argentina lo culinario la sedujo. Daniela se destaca por su creatividad e innovación, con su técnica de cocina fusión que refleja una profunda conexión con su herencia venezolana y también, su amor por la cultura gastronómica asiática.
Dani está feliz con el galardón recibido porque siente que representa su verdadera esencia de conexión con las raíces y los sabores de su tierra natal. Ella disfruta mucho de su vida en la provincia, de los nuevos amigos, de su trabajo en el restaurante Azafrán y de su presente que le regala un futuro de infinitas posibilidades.
«Todavía no estoy acostumbrada a responder quién soy o cosas sobre mí», nos dice al empezar la charla pero a pesar de eso lanzó: «Gastronómicamente soy energía pura, soy creativa, una autodidacta que es aficionada al trabajo». Y así continuamos conversando.
Un viaje de sabores y técnicas en cada bocado
En todo momento, Dani demostró su gran pasión por la cocina y la importancia que tiene en su carrera el poder crear experiencias sensoriales. La investigación de ingredientes, la fusión de culturas y la prueba de combinaciones son constantes en su metodología.
«A través de la cocina fusión se logra despertar recuerdos y sensaciones en el comensal», explica quien nunca deja de buscar nuevas posibilidades en la gastronomía. Es por esta misma curiosidad que la caracteriza que integra el departamento de investigación y desarrollo de Azafrán, donde explora ingredientes locales y técnicas asiáticas para nuevos menúes.
«Me encantan los sabores orientales y poder transformarlos en algo que refleje mi cultura o lo regional mendocino, poder sacar lo mejor de las culturas. Mi técnica siempre fue bastante asiática pero se ha ido transformando y ahora veo mi venezolanidad en su máxima expresión», dijo la cocinera.
En la actualidad está experimentado con el maíz, un símbolo de identidad de su país. «Me flashea cómo después de su industrialización cambió un montón su sabor y que la gente ya no lo cocina», comparte. Por eso es que quiere reivindicar los sabores y las tradiciones más antiguas «además de mezclarlas con técnicas asiáticas»: «Ahora estoy haciendo un miso de maíz, esta clásica sopa japonesa fusionada con maíz, veremos qué sucede».
Mendoza, su nueva tierra elegida
Daniela Espinoza llegó a Mendoza hace tan solo 18 meses y tal es su amor por la provincia que siente que ha pasado mucho más tiempo. Después de trabajar en el reconocido restaurante japonés Orei de Roy Asato, integró equipo en Quimera y ahora brilla en Azafrán.
Tiene muchos amigos y colegas que la inspiran a ir por más, a quienes cada domingo les cocina ya que es su acto de amor más grande. «Me encanta prepararles comida», comentó y, entre risas sumó una anécdota: «Me pidieron arroz con pollo y al abrir la alacena me sorprendió porque no tenía ningún ingrediente simple, todo era ‘raro’. Me dio una bronca, tenía pimienta de sichuan y wasabi pero no ¡orégano! Así que inmediatamente fui a comprar».
A la vez, confiesa que no puede faltarle achiote, queso llanero, harina de maíz, hojas de plátano y «chucherías» de kioscos como chips de plátanos fritos. «Me encanta y esos son mis favoritos de Venezuela».
Al estar inmersa en el mundo culinario mendocino, le consultamos cómo lo ve o qué sumaría a las experiencias gastronómicas y no tardó en remarcar su deseo de que la buena cocina sea más accesible para todos. «Me gustaría que la gente de Mendoza pueda conocer este lado de la gastronomía que, en definitiva, es de ellos y es lo que hará crecer al sector. Me encantaría poder ir a comer a la casa de una mujer que cocine bien regional y acompañar con un buen vino patero», añadió.
Además compartió su anhelo de crear un entorno gastronómico más inclusivo: «Hoy por hoy estoy trabajando en una cocina con valores donde se trata a todos por igual pero no siempre fue así. A lo largo del tiempo he visto cambios en el rol de la mujer en la gastronomía pero aún hay mucho por hacer. La dinámica de trabajo debería ser más colaborativa, sería muy valioso.
Costumbres nada rotas: un plato en homenaje a la familia
Daniela se presentó al concurso internacional San Pellegrino Young Chef Academy en el que cada chef debía transmitir su filosofía, su esencia a través de un plato. Y no dudó en crear un plato que combinó tradiciones pasadas y técnicas modernas, al cual llamó Costumbres Rotas. «Este plato mezcla mis orígenes, la historia de mi vida y mis pasiones».
Se trata de una reversión de la preparación típica de las navidades de Venezuela que consta de cuatro componentes: la hallaca, el pan de jamón, el asado negro y la ensalada de gallina. «La hallaca es el ingrediente principal del plato porque es parte de la historia culinaria venezolana. Es una especie de tamal de masa de maíz envuelto en hojas de plátano secas. Hacerlas es todo un ritual, las familias se reúnen en diciembre para prepararlas y cada una le pone su impronta», nos cuenta Dani, quien sumó toques de la gastronomía argentina y productos mendocinos.
Su propuesta convenció a todos y está muy feliz con la experiencia vivida aunque reconoce que «fue intensa» pero con una «conexión profunda con mis colegas», suma la joven que en la competencia tuvo como mentora a Maira Bittar, también cocinera del restaurante comandado por el chef Sebastian Weigandt. Además de compartir representación de Argentina con Agustín Saccone, su compañero de cocina en Avenida Sarmiento.
El concurso le abre puertas en el mundo culinario y la llevará a Milán en el 2025 para representar a la Argentina en la Gran Final Mundial de la competencia. «Estoy emocionada por lo que se viene, miro el futuro con esperanza, veo el infinito de oportunidades», expresó.
Daniela Espinoza es más que una chef; es una embajadora de la cultura venezolana en Argentina y su historia es un testimonio de la rica fusión de tradiciones que define la gastronomía contemporánea. Con su energía y creatividad, sin duda dejará una huella imborrable en el mundo culinario, recordándonos que, a través de la comida, se pueden contar historias, conectar culturas y crear experiencias memorables.