En tránsito actualmente por la Universidad de Artes Plásticas, Cecilia Prato se amotina para replantearse metas y tomar una nueva dirección. Para compatibilizar sus ideales, experiencia y realidad. Practica un arte comercial pero no deja de lado la búsqueda de su impronta. Se reconoce a sí misma distraída, seguidora intuitiva de nuevas ideas y además, madura. A 10 años de trabajar en el arte, Cecilia recibe a INMENDOZA.com en su casa-taller en la zona de Carrodilla y cuenta cómo se ha planteado lo que viene.
¿Por qué decidiste volver a la facultad? Generalmente los artistas evitan lo académico…
Me propuse terminar la carrera. Creo que la madurez que he alcanzado en diez años de trabajo, hoy necesita la supervisión de un director que guíe mi cabeza. ¡Es que soy muy distraída para el trabajo! (risas). Disfruto mucho investigar sobre la materia, entonces suelo empezar con una idea clara pero luego me voy hacia otras cosas que me atrapan. Seguir un hilo conductor en mis obras me desespera porque siento que me limita y a mí me gusta dejarme llevar.
¿Cómo elegís la temática de una muestra?
Hay un proceso continuo hasta el día de la muestra. Para mí es muy difícil pensar una temática y sostenerla en forma rígida, sin salirme, porque en el trayecto van surgiendo cosas nuevas. Prefiero trabajar con lo que se va generando. Personalmente “la temática” deshabilita mi creación porque me gusta jugar con el quehacer de la obra.
Investigo. A veces el origen es el color y después el color me lleva a una forma. Otras veces tengo la idea de una forma y tengo que componer otras cosas, los elementos se van unificando en una idea.
¿Qué te interesa transmitir?
Amabilidad. Que la obra sea parte del convivir de uno, que no sea algo que explote. Algo bello, aunque todavía no sé cuál es el nivel de belleza al que hay que llegar. Trato de simplificar las formas para que lo que llegue sea lo que estás viendo, y que guste. También disfruto comunicar el juego misterioso que propone la técnica. Mis obras llevan un proceso de capas, de tiempo y de búsqueda; de percibir cosas nuevas que van surgiendo. El material es lo que me permite jugar con la obra. Hay una evolución permanente que hacemos mutuamente entre lo que le doy y lo que el material me aporta.
¿Tenés rituales, formas de trabajar?
Tengo una forma pero ya no la quiero. Sé cómo me sale la obra, sé cuál es proceso de mi obra comercial, por ejemplo. Sé que si hago un boceto y lo pienso bien, voy y resuelvo la obra rápidamente. Pero busco salir, trato de romper con lo que me es cómodo.
¿Qué disfrutas más: el work in progress o la muestra terminada en una galería?
¡Definitivamente el work in progress! Me encanta estar buscando y que aparezca la idea, es lo que más disfruto. Estoy buscando todo el tiempo algo que aparezca para hacer. Me gusta trabajar, la obra nunca está lista. Por otro lado, las muestras me dan pánico, siento que siempre hay algo más para agregar.
¿Sos una artista que vende bien?
Vivo del arte pero no sé si vendo bien. Estamos en crisis en este momento y la pintura es también parte. Gonzalo Antón mencionó en INMENDOZA. com que “hay un coleccionista para cada artista”. Yo personalmente todavía no lo he identificado. Mis clientes son principalmente particulares que me encargan obras para sus hogares, para los espacios cotidianos. Sin embargo, mi búsqueda no es esa, persigo otras cosas.
¿Cómo ves el mercado del arte en Mendoza?
Sumamente individual. Hay algunos movimientos contemporáneos aunque no es un arte que se vende, es más bien cultural-artístico. No estoy en esa movida. Me considero actual porque soy de hoy, pero no estoy en la movida de los grupos ni las tendencias.
¿Quiénes han sido o son tus grandes maestros?
Un gran maestro, Fausto Canner, en escultura. Me encanta el artista argentino Gustavo López Armentia; aunque la temática de su obra me resulta agresiva, el trabajo que tiene es increíble y no se ve lo visceral. Admiro a Matisse por su simpleza; pintaba solo por pintar algo bello, lo hacía con una frescura y actualidad increíbles. Me gusta ver el ser del artista en su obra, ver a la persona en el cuadro, su expresión.
¿Qué ves hoy en tus obras que antes no tenías?
Como a mí me gusta romper todo el tiempo y buscar cosas nuevas, siento que siempre vuelvo a empezar, que nunca pinté. Mi obra parece simple a la vista pero si la ves por segunda vez, algo nuevo le vas a descubrir. Y a la tercera, también. A veces se percibe simple, pero si vos la observás con detenimiento, no es tan simple. Hay que descubrirla.
¿Sentís que evolucionas en cada muestra?
Es difícil encontrar el equilibrio. No podría decirte si he evolucionado, seguramente sí.
Vos das clases: ¿aplicás el laisser faire (dejar hacer) o sos conductista?
Me gusta trabajar con la persona, que me dé para ayudarla a hacer, que encuentre dentro de sí lo que tenga para expresar. Trato de ayudarla en el cómo, porque tengo más herramientas. Trabajamos juntos, puedo generar una línea porque tengo más práctica, pero todos tenemos para dar.
¿Qué buscás en una clínica de arte?
Siempre vuelvo a las clínicas porque siento que mi obra se hace muy comercial. Soy una loca porque vivo de esto. Las clínicas son para ir a sufrir, para escuchar críticas fuertes. La última a la que asistí la dio Eduardo de Medicci. La crítica más fuerte que me han hecho es que debo comprometerme más con una idea, no estar saltando de ideas a ideas. Pero es lo que a mí me divierte más, estar buscando constantemente. Entiendo que existen dos caminos y seguir ambos es difícil: el comercial y el de la búsqueda de autor. A mí me cuesta mucho transitar ambos, siento que debo dividir mi ser. Todavía me busco a mí, voy caminando.