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Cecilia Carreras y la profundidad del color

Lobos y perros, hombres y mujeres aladas y una paleta de colores que va cambiando pero que siempre es dominante. De eso nos habla la obra de Cecilia Carreras

Cecilia Carreras, artista y creadora del espacio de arte y moda de Chacras que lleva su nombre, ha pintado toda su vida. En Buenos Aires fue ayudante y aprendiz de Santiago Cogorno y admira a artistas como Carlos Alonso, Berni, Noé, de la Vega y Macció. Con una cosmogonía de figuras especiales y colores que marcan su estilo, su obra indaga ese espacio difuso que existe entre el hombre y el animal.

«El animal es algo primigenio que todos los seres humanos llevamos dentro», dice Cecilia. La artista explora eso que somos los humanos y aquello que vive latente de nuestras formas más primitivas. Lobo Estepario, Criaturas Emancipadas son algunas de las series y muestras que estuvieron bajo este signo, donde un animal siempre acecha o protege (como quiera cada uno interpretar) al hombre que lo circunda.

En una de sus obras hay hombres grises «con sus trajes apretados, sus corbatas ajustadas, como si todo estuviera encorsetado, pero el perro siempre merodea para que el hombre de traje gris no se olvide de dónde viene», explica Cecilia. Y agrega: «nos alejamos de la naturaleza y me gusta representarla con el animal».

Hace muy poco expuso en Suiza, en la sala especializada en arte latinoamericano, Andes-Gallery de Basilea. Allí, la obra reunida bajo el título Yo y mi sombra se mete en terreno «más filosófico, más junguiano». Aquí la artista habla de los espejos y el otro yo de la proyección: «Hay una relación también con esos perros que caminan por la vereda de enfrente buscando al hombre que sigue la senda peatonal, la norma. El perro tira para su lado, para que el hombre logre abandonar la norma. Entre medio de todo eso está la sombra, que con la mirada de Jung es todo aquello que también somos pero permanece oculto».

En una sintonía muy diferente, su reciente muestra en Entre Cielos, se denominó Lo Cotidiano, «algo muy intimista», donde Cecilia se dejó llevar por una mirada nueva, un extrañamiento sobre los objetos que la acompañan todos los días.

«En esta serie hay más espontaneidad, la arquitectura que me rodea, los objetos queridos que miro todos los días y de pronto los ves de otra manera, entonces te preguntás: “¿Por qué este objeto sí y aquello otro no?”. El distanciamiento te deja ver algo nuevo y encontrás respuestas afectivas y emocionales sobre la elección cotidiana de tus objetos preciados».

En su búsqueda aparece siempre la libertad, esa que encarnaban sus «mujeres aladas», listas para volar.

En adelante seguirá indagando sobre lo cotidiano, «en el hermoso mundo de los objetos» una búsqueda que la ha llevado a un cambio de paleta «con colores más sutiles».

Otro camino que seguirá explorando es la costura manual de sus lienzos. Estos hilos camuflados o reforzados con acrílicos unen partes de la obra y forman cicatrices, un micro mundo para descubrir.

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