Durante un viaje a Colombia, el diseñador madrileño Álvaro Catalán de Ocón, fue invitado a formar parte en un atractivo proyecto enfocado en la reutilización de botellas de plástico (PET). De la inquietud inicial generada de esta experiencia, concluyó que la reutilización de botellas plásticas corresponde a una problemática de carácter global. Así, decidió desarrollar un proyecto que diese respuestas, desde el punto de vista del diseño.
La manera de abordar este problema representativo de la era industrial fue a través de la paradójica idea de complementarlo con un antiguo y artesanal recurso: la tradición textil. Así, el proyecto consistía en reconvertir un objeto con una dramáticamente corta vida útil en un producto enriquecido con la cosmogonía de cada cultura.
Colombia, gracias a su enorme riqueza cultural, se mantuvo como escenario perfecto para desarrollar la primera fase del proyecto. Gracias al asesoramiento de Artesanías de Colombia y el patrocinio de Coca Cola, algunos meses después el diseñador regresó a Bogotá, donde llevó a cabo un taller con artesanos del Cauca desplazados por la guerrilla.
El punto de partida del proyecto es el problema creciente de residuos plásticos que invaden cada esquina del planeta. En muchos países no existen los medios adecuados de recolección y reciclaje de dichos residuos y en las zonas tropicales este problema se acentúa de manera especial. Las botellas de plástico PET se desechan al medio ambiente y las lluvias las arrastran hasta los ríos terminando en el mar. Una vez ahí, las botellas flotan a la deriva de las corrientes marinas, las que al cumplir una trayectoria en forma de espiral van arrastrando los desechos en suspensión hasta acumularlos en medio de los océanos. Esta continua acumulación de residuos plásticos ha generado en el océano Pacífico una inmensa isla, que ya supera la superficie de España, y que hoy es conocida como el “Séptimo Continente”. Increíble pero real.
La propuesta se basa en la reutilización como contrapunto al reciclaje. La botella PET tiene una vida útil muy reducida, que resulta escandalosa al considerar el esfuerzo que requiere para su realización. Sin embargo es uno de los productos más masivos de la tierra que se justifica únicamente por su incuestionable efectividad, precio y comodidad.
Conscientes de que los alcances del proyecto no van a solucionar la totalidad del problema, el objetivo es concientizar sobre la validez que el objeto puede tener, evitando que quede obsoleto después de unos minutos de su primer uso. Así, la adecuada intervención a la botella permitirá transformarla en un producto coherente, funcional y deseable que ofrecer al mercado.
La base de la propuesta de diseño es aportar a la botella PET una segunda vida, a través de esta fusión entre uno de los objetos industriales más masivos con una de las tradiciones artesanales más arraigadas a la tierra y presente en cada una de las culturas.
La botella pasa de ser un contenedor de líquidos a ser una lámpara de techo. Se aprovecha la tapa como elemento de fijación entre todos los componentes eléctricos y la pantalla, el cuello como estructura y el cuerpo como superficie sobre la que tejer. El principio del telar se reinterpreta, donde la superficie de la botella se convierte en la urdimbre sobre la que el artesano teje la trama.
El tejido que el artesano aplica nos cuenta su tradición a través de las fibras, colores y motivos mostrando parte de su cultura.
Gran parte de la magia del proyecto fue ver como un rompecabezas de infinitas piezas iba encajando hasta finalmente ser presentado al mercado por primera vez en la Feria del Mueble de Milán de 2013, en el marco de la Semana del Diseño.