Rompen paradigmas, se animan a crear, a transitar nuevos senderos, a patear el tablero y a experimentar: las pequeñas bodegas «millennial» han logrado tomar la vanguardia del mundo del vino y llegar al paladar de los sub-40, criados con las nuevas tecnologías, conectados por redes y abiertos a esos vinos conceptuales que, en algunos casos, hasta tienen videos que hacen furor en Youtube.
Lejos de las etiquetas masivas y de los calificativos incomprensibles, con a una historia y un objetivo que es gustar y hacer feliz, algunos rescatan viñedos abandonados, otros mezclan cepas añosas con cultivos nuevos y hay quienes ya construyen bodegas con materiales totalmente reciclados.
Pero todos, absolutamente todos, se divierten y logran transmitir ese humor a nuevos clientes que los reciben con los brazos abiertos. ¿Querés conocer algunas de las bodeguitas jóvenes de Mendoza? Tomá nota:
Plop!: Sí, es la onomatopeya de Condorito. La que eligió con apenas 19 años Manu Michelini para entrar de lleno en el mundillo del vino mendocino y sorprender. A esa edad hizo su primera partida de 1.150 botellas y logró un boom de ventas.
«El chico que se animó a entrar al mundo del vino» tuvo además elogios de Wine Advocate y 90 puntos de Descorchados. Hoy, con 24 años, sigue elaborando sus Plop! en bodega Zorzal, en Tupungato, fundada en 2007 por sus padres recién llegados de las Islas Baleares, donde Manu pasó toda su infancia.
Hijo de Gerardo Michelini y sobrino de los enólogos Matías y Juan Pablo Michelini, bautizado como «el irreverente del Cabernet Franc», el joven combina lo mejor de Europa, del mar mallorquino y de la montaña mendocina. «A mis vinos los defino como frescos y fáciles de tomar. La idea es que no se piense tanto y se disfrute de manera más simple y despreocupada», asegura.
Maal Wines: Según sus propios dueños, Alfredo Merlo y Matías Fraga, este proyecto nació «de una amistad y una pasión». Con fincas en Luján de Cuyo y en Vista Flores, estos amigos solo producen Malbec, «que reflejen un balance entre el alma de un viñedo y la personalidad de quienes hacen el vino».
Ambos crecieron de la mano del mundo del vino: Alfredo es enólogo y viene de una familia con una larga tradición en la industria, mientras que Matías fue protagonista del auge gastronómico que comenzó a principios de los 2000.
Con etiquetas y nombres que apelan al humor y a la rebeldía como Rebelion, Biutiful o Bestial, sus vinos vienen de sus tres fincas: la primera, una finca abandonada de Vista Flores, le dio origen a su vino Imposible, expresión que surgió cuando empezaron a recuperar ese viñedo; la segunda en Campo Los Andes, de dónde sale Biutiful; y la más reciente en Las Compuertas, donde combaten de manera ecológica con las violentas hormigas que le dan nombre a su vino Biolento.
Además, en esa finca de Luján de Cuyo están construyendo la primera bodega del país hecha íntegramente con materiales reciclados, (contenedores abandonados, durmientes viejos y caños de tubbing) y financiada por medio de un novedoso sistema de crowdfunding entre clientes y amigos, a los que les pagan interés en botellas de vino.
Fatal Wines: «Una estética atrevida, poco convencional y disruptiva». Así define Joaquín Andreu sus vinos Malbec, que tienen tres etiquetas que homenajean a la femme fatal con una estética que remite a la técnica del collage.
Nacidos en Valle de Uco, los «fatal» son una oda a la fuerza femenina, a la juventud a cualquier edad, a la frescura y a la onda. «Nuestro gran impulso es romper paradigmas o viejos conceptos de la industria del vino. Podemos tener un producto de gran nivel y aceptación, saliéndonos de la forma clásica de presentación, apuntando a que no solo un consumidor quiera un vino porque la etiqueta dice que fue añejado en roble, sino porque verdaderamente logramos intrigarlo con tres presentaciones distintas para un mismo Malbec», asegura su creador.
Hecho en la bodega de la familia Andreu en Valle de Uco, el vino expresa la diversidad de suelos, el efecto de la altitud y un sol intenso que desarrolla un carácter regional de gran identidad, con estilo y personalidad propia de su origen.
Pixels: Se animaron y lo hicieron. Los hermanos Fran y Edu Rodríguez se basaron en la cultura de los ’90, época en la que las imágenes en juegos electrónicos aún dejaban ver los pixels, y lo mezclaron con realidad aumentada. Más allá de toda esta creatividad para las etiquetas, estos jóvenes del Este mendocino lograron darle frescura e innovación a la tercera generación de Corbeau Wines.
Los hermanos, además, crearon dos líneas de vino que apuntaban a cautivar a los millennials y lo lograron. Uno es el Mad Bird (50% Malbec y 50% Ancellotta) y el otro, Pixels, con dos variedades de tintos y dos de blanco. La novedad de los tintos de Pixels, que son únicos con realidad aumentada, es el rescate de Ancellotta, una variedad originaria de la Emilia-Romagna (norte de Italia).
«Cuando descubrimos la existencia de esa variedad en 2005, decidimos plantar 6 hectáreas. Con el tiempo al ver los resultados que teníamos como uva y como vino, y el enorme potencial de la variedad, decidimos apostar fuerte, plantando entre el 2008 y el 2012, 110 hectáreas en total», aseguraron los hermanos al momento de presentar sus vinos.
Actualmente, la firma cuenta con la mayor extensión de viñedos a nivel mundial de la variedad Ancellotta (100 hectáreas).
Malpensado: Con menos de 30 años, Constanza Gaitieri volvió de España para anclarse en su tierra. Había hecho un máster en vinos espumosos en el Penedés Catalán, cuna del Cava, y pateó el tablero con Malpensado. No buscó trabajo, ni aquí ni en el extranjero: creó su propia bodega, y demostró que una mujer sub 30 puede ser la cabeza de un gran éxito.
Sus vinos se destacan por la frescura y la personalidad que elabora mediante el método Charmat como el método tradicional o Champenoise utilizando cepas como Pinot Gris y/o Syrah para su elaboración. Las uvas para elaborar Malpensado son 80% Chardonnay y 20% Viognier y provienen de fincas de Tupungato y Luján de Cuyo respectivamente, en espalderos y riego por surco.
Maleante: Con un nombre que remite a personajes como Juan Bautista Bairoletto o Gauchito Gil y algo de Western, esta marca apunta a esos chicos criados con nuevas tecnologías y ávidos de aventura. La campaña de publicidad de este emprendimiento de un grupo de amigos hizo furor: «Se busca», el cartel con la cara de un maleante, despertó la curiosidad de los que caminaban por las calles mendocinas o se metían en redes sociales.
Rodrigo Guardia, Federico De La Reta y Franco Yanelli están detrás de todo el concepto, que trajo de la mano vinos deliciosos creados en una pequeña bodega boutique de Chacras de Coria.
En 2015, cuando comenzó la aventura, salieron al mercado 12.000 botellas de un corte de Bonarda de San Martín y Malbec del Valle de Uco. Las ventas superaron las expectativas y hoy siguen adelante con esta opción canchera, fresca, cool y muy creativa.