Bernardo Giménez, fotógrafo mendocino que emigró a Europa hace 15 años, hoy vive en el centro mundial de la escalada en roca. El pueblito se llama Cornudella, cerca de Siurana, en un valle de Catalunya. Allí ha logrado lo que pocos pueden, transformar su trabajo en un estilo de vida. Fundamentalmente un aventurero, es un eximio escalador de roca y esquiador. Su pasión por la montaña y los deportes extremos lo han llevado a trabajar como fotógrafo freelance para marcas de primer nivel como Black Diamond, Patagonia, Red Bull, Desnivel y sus trabajos fotográficos han sido publicados en revistas como Climbing, Urban Climber, Rock and Ice Magazine, National Geographic, entre otras tantas publicaciones especializadas, la mayoría de Estados Unidos.
Bernardo ganó el primer premio en el certamen Memorial María Luisa, uno de los concursos de fotografía de montaña más importantes de Europa. National Geographic compró unas de sus fotos y obtuvo también el primer premio del concurso de Fotoperiodismo en Florida, Estados Unidos, en 2001. Empezó a trabajar en Mendoza como reportero gráfico en el diario Los Andes hasta que en 2001 decidió dar una vuelta por Europa, pidió licencia para escalar y viajar un poco y nunca más volvió.
«Me fui persiguiendo mis sueños de vivir la fotografía, ser freelance para estar en la naturaleza y tener tiempo. En Mendoza era vivir para laburar, ahora mi vida es completamente diferente, tengo muchísimo tiempo libre. Costó, al principio fue muy difícil, lo que yo hago acá, en Argentina es inviable», asegura desde su casa-estudio en Cornudella, Catalunya, punto de partida desde donde se mueve hacia otros lugares en su furgoneta tipo casa rodante.
¿Por qué no podrías hacer esto en las montañas mendocinas?
Las montañas de Mendoza son muy grandes pero no hay muchas actividades desarrolladas. El mendocino no es muy montañés, es más bien urbano. No hay suficiente cultura de montaña si se compara con Los Alpes, la Patagonia u otros lugares de monte. Yo esquío desde los 6 años y viviendo acá en Europa escalaba en roca 360 días del año. Cuando empecé mi sueño era escalar «El Capitán”, más de mil metros de granito vertical en el Parque Nacional Yosemite, EE UU. Para allá me fui, lo subí y me quedé tres meses más por Estados Unidos, viajando por Colorado, Nevada, Utah y la Costa Oeste, escalando, durmiendo en carpa o en sofás de amigos y haciendo todas las fotos que mi presupuesto para diapositivas me permitía.
Era lo que los yanquis llaman un dirtbag, una persona que tiene la enfermedad de la escalada y no puede parar de hacerlo mientras el resto de su vida navega casi a la deriva. Un vagabundo adicto a las rocas, viviendo con sus cámaras en un furgón. También pasé un par de años viviendo en Innsbruck, Austria lo que reavivó aún más, si es que cabe, mi amor por las montañas.
Estuve hace poquito en Mendoza para hacer esquí de montaña y no encontré con quién hacerlo entonces me fui al sur, a Bariloche.
¿Vivir de la fotografía dejó de ser rentable?
El negocio de la fotografía está muriendo lentamente. Creo que es porque hay demasiadas personas tomando fotos desde que existe la fotografía digital. Ya no se imprime y hay una competencia brutal de gente que prácticamente trabaja gratis. Era mucho más fácil antes de lo digital, se pagaba cuatro veces más de lo que se paga ahora una buena foto. Hoy está en auge el video, las empresas quieren videos comerciales.
Has trabajado con los mejores deportistas del mundo…
Deportistas conocidos como el Checo Adam Ondra, dicen que es el mejor escalador del mundo. Yo vivo en la montaña y me dedico a fotografiarlos, ese es mi trabajo.
¿Los ángulos que lográs en las tomas son espectaculares, escalás al lado del deportista?
Depende de muchas cosas, no siempre estoy en la pared, y otras veces me voy por una cuerda auxiliar y me muevo por la pared para un lado o para otro.
Siempre hay un poquito de riesgo, pero es un riesgo bastante controlado, a veces he tenido miedo pero no en situaciones de peligro real, sí te puedo decir que me ha tocado ver accidentes. Hace 25 años que escalo, empecé cuando tenía 20 años en Mendoza.
En tu página hay fotografías de viajes, de gente, de publicidades, ¿con qué te sentís más cómodo?
La fotografía que más me gusta no es la que yo hago, mi pasión es el fotoperiodismo, hago a veces un poco de eso pero cada vez menos. Me encantaría hacer un reportaje del Transiberiano, por ejemplo. Cuando estaba en Argentina estuve viajando a Chile durante dos años años y fotografié gente en la calle, en los puertos, en domas, ese es el tipo de trabajo que me gusta hacer. Hay que tener tiempo y recursos para poder vivir la experiencia con la gente a la cual querés hacer el reportaje.
Lo que más me interesa a mí son los momentos, momentos irrepetibles, ahí está el valor de la fotografía, algo que el video no puede captar o congelar, si congelas un momento único tiene valor porque eso no lo ves con los ojos y con el video ese momento pasa desapercibido. Ese es el poder de la fotografías, es lo que me cautiva.
¿Buscás esos momentos o simplemente un momento te atrapa?
Yo lo busco, es como que uno percibe, acá va a pasar algo, ¡sí que lo busco! Confluyen muchas cosas en un instante.
Ninguna foto mía me parece buena, porque inclusive las que más me gustan me parece que les falta, nunca estoy conforme.
Casi no se manejar el photoshop, intento que las fotos salgan bien de la cámara. Cuando hago algo con el photoshop pretendo que no se note que lo he hecho.
Tenés fotos de Brasil, en las favelas, ¿cómo llegaste allí?
Estaba fotografiando a escaladores y de regreso cruzamos la Rocinha de noche, fue muy surrealista, esa experiencia me dejó muy impresionado, bajamos todos juntos, pero los locales se fueron adelante y yo no podía parar de hacer fotos, cuando me di cuenta estaba solo con mi cámara en el medio de la favela.
¿Cuál es el lugar que más te ha gustado?
Me parece impresionante la Patagonia argentina, las montañas están muy salvajes, en Europa está todo más controlado y ordenado como en una maqueta, Los Alpes son tan perfectos que no me lo creo. En la Patagonia, en cambio hay más descontrol, yo estoy muy enamorado de la Patagonia, viviría allí con mucho gusto.
No extraño nada, no tengo nostalgia de Mendoza, ni el asado ni ninguna de esas cosas que extrañan los que se van. Mi sueño siempre es vivir en el Sur de Argentina. Sin embargo ahora estoy pensando en mudarme a Los Alpes, quiero ejercer la libertad que me he creado a costa de dejar de lado muchas cosas, no tengo familia, no tengo hijos, no tengo una casa. Me puedo mover de un lado a otro cuando quiero a costa de no tener todo eso. Suena muy bien, diría que el 80% del tiempo estoy contento con mi situación, pero a veces no es tan bueno. Es un poco rara mi vida, la gente normal no puede entenderla pero así se ha dado.